WORK IN PROGRESS

martes, 24 de julio de 2007

sin titulo: fragmento

Otra vez el insomnio. Y hoy no es la comida, no cené. Me quedé frito temprano, a las ocho. A medianoche me despertó el futuro. Sin ahorros, sin trabajo, sin un sitio claro donde dormir. Me despertó el futuro, camino de la mendicidad, diogenizándome.

Para olvidar el futuro lo mejor es caminar hacia el pasado, creo yo. Aprovechar el material guardado, los buenos ratos, las pendejaditas graciosas, las gilipolleces que hacen feliz.

Por ejemplo, recordar cómo vendían, esta mañana, en la calle, pedazos secos de animales. Pieles de serpiente; cuernos de rinoceronte; caballitos de mar, a granel, miles de ellos, tiesos, tirados sobre unos plásticos azules; hongos negros, gigantes, aterradores; exquisiteces varias de la medicina china tradicional. Pero lo mejor, lo más memorable, las garras de tigre, amputadas. Tendones y huesos arriba, las garras, abajo, y la piel, mostrando que eso fue parte de un tigre de Bengala. Más de veinte garras, conté, en total. Cinco tigres, por lo menos. Reponiendo el stock semanalmente, y suponiendo otros diez mercados parecidos, como mínimo, en todo el mundo, tienen para acabar con la especie en unos cinco años, calculo yo. Después, ya no sé qué venderán. Habrá que cambiar el género, digo. Entrar a formar parte de la familia Avon, quizá, esa que vende ampollas para las arrugas y cremas contra el embellecimiento. Así no abandonan el sector, los vendedores, a su clientela ganada, con los tigres y la medicina tradicional.

Y aquí estoy, otra vez, pensando en el futuro, pinche álgebra de los tigres borgianos.

Mi amigo, medio dormido, me pregunta si está roncando.

--Deja el pedo, ya te diré cuando no me dejes dormir.

--Es para saber en qué posición ponerme.

Y es que en Australia mi amigo vive recogido por una italiana que lo quiere follar. Le ha puesto una cama dentro de su habitación, la italiana. Mi amigo no tiene habitación, su mujer también le ha dado la patada en el culo, o él a ella, más bien. Pero a mi amigo no le gusta la italiana que lo acoge, aunque alguna vez le dio unos besos, borracho, dice, para justificarse. Es raro ese desgano, porque mi amigo es capaz de follar con todo lo que le pase por delante. No le gusta la italiana, no sé por qué. Dantesca, debe de ser. El hecho es que la italiana ya le dijo algo de los ronquidos, y mi amigo no se quiere ir, porque entonces tendrá que pagar una habitación, buscarse un piso. Y él tampoco tiene trabajo, ni ahorros, aunque sí unos padres millonarios, o algo así. Con ellos, mi amigo no tiene que irse al pasado para olvidarse del futuro. Lo calla a fuerza de ronquidos.

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