WORK IN PROGRESS

viernes, 18 de julio de 2008

sin titulo: fragmento

La historieta rosa continuó con unos meses de silencio, mientras la aristócrata egipcia entraba y salía; yo me iba a Francia con la enfermera y volvía; y luego Marruecos, desde donde le escribí a la princesa árabe pidiéndole que no desapareciera, que la necesitaba para mi novela, que me hacía falta saber de ella, etcétera (no sé si guardé alguno de los correos, podría buscarlos, pero mejor no, eran aún más pedorros que el resto de mi librito). Por fin, cuando le escribí, no sé si en el tercer o cuarto mail, que me sentía como un cordero temblando de frío en la oscuridad de la noche, se le salió la carcajada y se le revolvieron los instintos pastoriles y me escribió quedando para chatear; me dijo que había estado muy dolida por la forma ruda como la había tratado cuando lo de la aristócrata egipcia, estilo juez que sentencia: "ya no te necesito, te puedes ir", sin derecho de apelación ni nada. Joder, tenía razón, había sido un poco bestia con ella.

Pero igualmente no tardamos mucho en volver a nuestra rutina, y así comenzó lo que sería el segundo capítulo de la historieta rosa: en el que se invierten los papeles, yo caperucita, ella el lobo.
*

Notas:

Que la primera historia, la del manoseo a la hija del dueño del local de comida rápida, en el primer capítulo, sea falsa.

Que la noveleta del robo en el museo sea sólo un delirio paranoide. O mejor, que todo este librito sea una fantasía fabricada en el museo, de pie, aburrido, durante mil y una jornadas de trabajo, un fragmento para cada jornada, si se puede, pero creo que no, porque a duras penas llegaré a las quinientas jornadas (o sea, la mitad de 1001, que son 500.5). Que no ha habido historias amorosas, ni amigos, ni viajes en el año exacto de vida que recoge este librito. Que todo es aire, sueño, como en Calderón. Que el autor de toda esta mamonada sigue inmóvil, vigilando cuadros, atontado con la fantasía de que algún día se liberará de su vidilla cutre robándose una pintura a cambio de presidio y atención. Y entonces, ¡oh, mis laboriosos lectores!, podréis reafirmar gustosamente vuestras creencias, pensar que disfrutáis de la mejor de las vidas posibles, y que si no la disfrutáis, no es por culpa vuestra, sino de las responsabilidades, y que de todos modos no hay escapatoria, porque se debe cuidar el trabajo, los hijos, las propiedades, los ahorros. Que no existe mejor lugar que el hogar, y que sólo con la fantasía (como en la tierra de Oz), hay opción para escapar de la rutina que se lo come todo día a día.

Demostrar, usando la aritmética, la física o, no sé, la trigonometría, la incongruencia de la siguiente frase: "quiero morir joven, pero lo más tarde posible".

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