Después del tiburón encendieron un fogón y cocinaron pescado. Después del fogón nos acercamos a la costa y, a unos trescientos metros, subimos una red: un par de langostas, varios pulpos, peces de muchos tipos que acompañaron al tiburón en el piso de la barca; y cada vez que aparecía enredado un cangrejo, con una maza lo machacaban y lanzaban los trozos al mar.
--En Europa las patas de cangrejo son un plato caro.
--A nosotros no nos gustan, sólo comemos cangrejo cuando no queda nada más.
En la playa separaron lo que iba para los hoteles, vendieron casi toda la pesca, y creo que trocearon al tiburón, porque no volví a verlo. El que hablaba francés me había llevado a la casa porque el jefe me invitaba a almorzar.
Una cerca de hojas de palma, un patio amplio, una peste fuerte a pescado. Las mandíbulas de tiburón, después de pasar por una paila gigante, eran puestas al sol; habría una docena, más o menos, de distintos tamaños.
La casa tenía dos construcciones cerradas por paredes de bloque y techadas de zinc, una al lado de la entrada, la otra en el extremo opuesto; en el segundo espacio, el más grande, dormía el jefe, su mujer, y sus dos hijos; en el primer espacio dormían cuatro pescadores, el que hablaba francés, y un viejo.
La mujer del jefe me dio una silla y un plato de espaguetis con salsa picante de pescado. Cuando acabé, me preguntó, usando al que hablaba francés, si no me había gustado (estaban las espinas con carne en la arena y en el plato, no sé comer pescado); le dije que sí, seguro, muchas gracias; me miró con mala cara.
El que hablaba francés me preguntó si quería quedarme a dormir; sí, seguro, muchas gracias; monté la tienda en el patio. El que hablaba francés me llevó hasta una construcción en ruinas que se usaba como lavabo (una habitación con suelo de arena, un bidón de agua de pozo y una pequeña pala), y ducha (otra habitación con suelo de arena, un bidón de agua de pozo y una palangana). Usé el lavabo, la ducha, me cambié la ropa, me sentí como nuevo.
Cuando regresé a la casa del jefe estaban repartiendo el dinero de la pesca. Habían separado mi parte (creo que entre uno y dos euros, no me fijé bien), que no acepté, insistieron, no acepté, no insistieron.
En la tarde me quedé con el que hablaba francés, dos pescadores, y el viejo, que reparaban las redes en el patio con olor a pescado. Ellos conversaban no sé qué y yo miraba. Luego, el que hablaba francés me explicó que se comunicaban en fon, pero que en Benín había, por lo menos, quince idiomas (Ouidá fue un punto fuerte de exportación de esclavos, en la época del reino de Dahomey, hasta el siglo XIX, y como los esclavos llegaban de sitios muchas veces alejados, acabaron mezclando gente de toda África occidental y central en un pequeño espacio).
En la noche le pedí al que hablaba francés comer lo mismo que ellos (la mujer del jefe me miraba mal, yo era trabajo extra, y conmigo ella no ganaba nada); en una bandeja grande estaba la "pâte", un redondel de harina gelatinosa que se cogía con los dedos para mojar en dos salsas de pescado, una muy picante, la otra no tanto.
En algún momento el jefe me comentó que un blanco les había dicho que las estrellas las habían puesto los norteamericanos.
--¡No, no! Sólo algunas de las que se mueven, que son satélites artificiales.
--¿Y entonces?
--Están allí desde el Big bang, más o menos, como el sol.
Cara de "qué carajo es eso".
--Se supone que cuando comenzó el universo todo lo que hay ahora estaba concentrado en una bola gigantesca de fuego, que luego explotó y se enfrió y fue apareciendo todo lo que vemos.
Cara de "qué coño hablas".
--Las estrellas no las pusieron los norteamericanos, están allí desde siempre.
Cara de "mejor cambiamos de tema"; sí, es verdad, mejor cambiamos.
Al rato, el jefe dijo que era la primera vez que un blanco comía con ellos del mismo plato. Un pescador me miró un momento y luego dijo "he is a free man". "Muchas gracias".
Y así me bautizaron, al día siguiente, "Akue cacá", que significaba "Muchas gracias", monsieur Akue cacá.
Pasé el día conociendo pescadores. El que hablaba francés me llevaba de casa en casa. Cada vez la bienvenida venía con un vaso de aguardiente de palma, un líquido transparente y amargo muy difícil de tragar. A las diez de la mañana ya estaba casi borracho. Por la zona había dos tipos de pescadores, los que iban por cuenta propia y los de la cooperativa. Yo estaba del lado de los que iban por cuenta propia; los otros, los de la cooperativa de una ONG alemana, por lo que olí, eran algo así como pescadores “artificiales”. Entre los pescadores por cuenta propia y los cooperativos no había contacto.
El que hablaba francés me presentó a un buen amigo suyo, otro pescador por cuenta propia que estaba pasando una mala racha: un barco de pesca industrial de arrastre le había desaparecido todas las redes; estaba esperando que el gobierno le reconociera parte de las pérdidas para poder comprar otras redes; mientras tanto, su barca se secaba en la playa.
WORK IN PROGRESS
jueves, 31 de julio de 2008
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1 comentario:
Qué ignorante me siento al sorprenderme por leer una historia de un país lejano en el que la gente no conoce las teorías del origen del Mundo y la creencia de que los Americanos pusieron las estrellas... vaya tela, qué interesante.
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