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domingo, 3 de agosto de 2008

sin titulo: fragmento

Al día siguiente subí a Ouidá, a media hora caminando sobre un puente que atraviesa unas marismas, bordeado de esculturas de dioses animistas hechas por artistas africanos contemporáneos, supongo que pagados por la UNESCO, que montó la Porte de non Retour para celebrar no sé qué aniversario de la esclavitud, en los años noventa. Además de la Porte y las esculturas hay un Museo de la Esclavitud, en el antiguo fuerte de los portugueses, y convirtieron en parque con área para turistas un trozo de selva usado para las ceremonias de iniciación de los chavales. El Bosque Sagrado, que así lo llaman, es uno de los lugares con más charm que he conocido: selva virgen de vegetación cerrada y árboles gigantes; esculturas de dioses africanos hechas con trozos de coches; silencio, y un no sé qué especial. Lo malo es que cuando tratas de salir de la zona de turistas viene alguien y te dice que te devuelvas, que por allí no puedes pasar.

En el pueblo, Ouidá, hay fetiches en cada esquina, y en las afueras, en las aldeas de la selva, se oyen los tambores de tarde y de noche. Entre la gente de África occidental Ouidá es famosa por el vudú.

Regresando me perdí, no reconocía la casa de los pescadores y, cuando le estaba preguntando a unos tipos parados frente a una puerta, llegó, corriendo, la hija del jefe, haciéndome señas para que la siguiera, pero sin acercarse.

Cuando entré a la casa del jefe el que hablaba francés me dijo que no me acercara a esa gente, porque eran brujos, gente mala, que si querían podían hacerme daño:

--Ustedes los blancos tienen el fusil con balas; aquí tenemos el fusil africano; si un brujo quiere, te puede meter cosas en el cuerpo para que te enfermes y te mueras.

Me dijo que había visto cómo los curanderos le sacaban del cuerpo a la gente piedras, trozos de animales, tornillos; que cuando un brujo te dispara el fusil africano primero te da fiebre y, si no viene rápido el curandero, te mueres; el curandero mete la mano por la zona del hígado, te saca lo que tengas dentro, y luego te cierra; después te pasa unas hierbas y no te deja ninguna marca.

--Yo me quedé con ganas de ver a los fetiches pequeños, vi los grandes, pero el día en que había ceremonias con los fetiches pequeños no pude ir, estaba en la cama enfermo.

--Si quieres averiguo cuándo bailan fetiches por aquí cerca.

Le volví a preguntar por los brujos:

--Los brujos se convierten en animales, se paran en los árboles, vuelan, pero si los ves, te enfermas y mueres. No los puedes ver.

--¿Y qué otras cosas hacen?

--Pueden apagar un equipo de sonido así, a distancia. Y tú vas y lo enciendes y ellos lo vuelven a apagar; yo lo he visto.

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