WORK IN PROGRESS

martes, 6 de marzo de 2007

guia de barcelona para sociopatas (fragmento)

Al ver las dos torre negras, plásticas y ya un poco demodé de La Caixa que están cerca del Corte Inglés recordé que, hace diez años, cuando vine por primera vez a Barcelona y las torres aún no parecían tan pasadas de moda (acababan de inaugurarlas), estuve a punto de dormir en un youth hostal cercano que ahora no sé si existe, espero que no.
Había dejado mis cosas en una habitación por la que pagué para olerle los pies a otros siete carajos. Como no me gustaba el olor a pie por el que había pagado salí a dar un paseo. Le pregunté al portero de una discoteca privada si podía pasar. Me dijo que no, que para eso la discoteca era privada, para que yo no pasara. Perfecto, muchas gracias. Entré a un centro comercial (¿La Illa?) y me senté en una terraza interior. Le pregunté a dos catalanas sentadas en una mesa cercana a dónde podía ir. Me dijeron que si quería fiesta tendría que haberme quedado en Madrid, porque en Barcelona la gente sólo piensa en el trabajo, ¿de verdad?, ¿es tan así?… y como las dos estaban bastante buenas se me ocurrió seguir hablando con ellas.
Miré el reloj. Tenía que regresar al albergue antes de la medianoche, cenicientamente, y eran las diez y media. Seguimos hablando. Al rato, volví a mirar el reloj. Otra vez las diez y media. La mierda, al reloj le había dado por joderse justo en ese momento. Regresé casi corriendo al albergue. Habían cerrado. Hundí desesperado el botón del timbre. Nada. Estaba en la calle. Todas mis cosas encerradas dentro del albergue. La cagada. Miré a ambos lados, no había patrullas ni luces ni sirenas ni mierdas y salté la pared. Adentro, me encontré con que la puerta del edificio de las habitaciones estaba cerrada.
Hacía un frío de mierda y estaba lloviznando. Entré al baño que, por suerte, seguía abierto. Me acosté en el suelo. El piso estaba más frío que el aire. Cogí las cajitas plásticas de los rollos de fotografía que tenía en el bolsillo de la chaqueta y me preparé una cama aislante estilo fakir. Una cajita en cada muslo, dos en las nalgas, tres en la espalda y los hombros, y otra cajita en la cabeza.
Nada, imposible. Demasiado dura la noche del fakir. Me levanté. Estuve escuchando una radio pequeña que había traído de V. Salté un rato para quitarme el frío, pero me caía de sueño porque había pasado todo el día viajando.
Me senté en el lavabo rodiniano, apoyé el mentón en una mano y muchos pensamientos después llegó la mañana.
Todo se llenó de adolescentes franceses.
Los que dirigían el hostal necesitaban las habitaciones para meter a los adolescentes franceses. Mandaron a la mierda a todos los usuarios. Yo, en cambio, me fui por mi propio pie.

Al día siguiente, saliendo del Corte Inglés de Plaza Cataluña, donde había entrado para saber por qué carajo, cuando veníamos de viaje, a mi madre le gustaba tanto este antro de mierda, se me acercó un tipo de apariencia normal que me pregunto:
—Eres turista, ¿no? Me di cuenta por el plano que llevas en el bolsillo de atrás del pantalón. ¿Quieres conocer un bar adonde se reunían Picasso, Miró y toda esa peña? El bar queda por aquí cerca. Oye, no te preocupes, me llamo Joan, aquí está mi credencial, soy funcionario de la Generalitat.
El bar. Dos pisos y una pequeña biblioteca, decorado todo con muy buen gusto. He intentado, siete años después, localizar al bar, pero no he podido, si alguien sabe dónde está que me avise. No es Els Cuatre Gats, estoy seguro.
En el bar, el tipo, Joan, primero me dijo que alquilaba una habitación y al rato soltó.
—Te estarás preguntando por qué te invité a venir. Bueno, es que soy bisexual y te quería pedir una cosa. No es nada importante, sólo quería pedirte que me dejaras comerte la polla.
¡Joder!
—La verdad es que nunca me ha llamado la atención la vaina homosexual. Nunca he tenido experiencias, ni sueños, ni especial curiosidad.
—Vale… espero que esto no cambie lo del alquiler del cuarto.

Estuve un mes en la habitación alquilada y, el día en que salí a Ámsterdam, Joan se despidió:
—Qué lástima que te vayas, todavía tenía esperanza de que folláramos alguna vez. Bueno, toma mi teléfono. Si te pasa algo me llamas, aunque lo más probable es que te mande a tomar por culo.

He intentando, siete años después, localizar a Joan, pero no he podido, si alguien sabe dónde está que me avise, coño. Vivía en la calle Joaquim Costa, en el primer o segundo piso del número no recuerdo cuál, el cuarenta o cincuenta y algo, me parece. Trabajaba como asistente social de la Generalitat, ayudando en la regeneración de gente desmadrada por la mala vida. Quizá lo matara el SIDA, decía que nunca usaba condones, ni siquiera en las saunas ni en los cuartos oscuros de las discos del Gayxample. Si alguien sabe algo, mi correo electrónico está entre los anexos de este libro, creo.

1 comentario:

Guillermo Wolf dijo...

Muy buen escrito, excelentes fotos pauperrimo-luigistico, me tope con tu pagina buscando fotos para un webpage

gw