Y me di cuenta de que estaba inmóvil. Tenía la mano estática, como los pies. Muévete mano, y la mano tan tranquila, exhibiendo descarada su línea de
Por fin logré levantarme de la silla y salí trastabillando entre las mesas. Desde las mesas, la gente miraba como si tuviera monos en
En ese momento descubrí que la conexión con la realidad dura, como máximo, dos segundos: el tiempo que tarda la percepción en verbalizarse; porque una vez verbalizada, la realidad se va al carajo, transformándose en sombra, ficción, en sueño.
Por eso, mientras pasaba entre las mesas, la gente con más de dos segundos de edad bajaba hasta el suelo y a cuatro patas ladraba hasta toser. Por eso, prefería no voltear, para no ver a la gente convertida en perros, aunque oía los ladridos.
Pasé el cartelito que decía «no pase» y llegué a un cuarto sin iluminación donde, un par de segundos después, me di cuenta de que había estado tratando de mover una palanca metálica. Por lo menos, eso me parece que estuve haciendo.
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