Experimento: el tipo se ganó una pasta y se encerró a leer, pensar y fumar durante dos años. Mucho Foucault, Barthes, la invención del lenguaje, cosas así. La primera obra: dos actores mueven objetos, traídos de la casa del tipo, de un sitio a otro del escenario, durante una hora. Segunda obra: tres mujeres y un bailarín, todos en bolas, escriben en una pared pizarra: Thomas Edison [la luz], Stravinsky Igor [la música], los nombres de los bailarines [la danza]. La desnudez se propone no sexual, una llamada de alerta por el SIDA, a mediados de los ochenta. La mujer que escribió Stravinsky canta la Consagración. La bailarina se estira el pellejo. A continuación, el bailarín se cubre el pito con el escroto y pasa a enseñar sus lunares; se peina los pelos del brazo con una uña mordida; pone el cabello de la bailarina sobre su cara; hace formas con el cabello de la bailarina alrededor de su polla. La bailarina se sienta, y con lápiz labial se escribe en una pierna: Christian Dior; en la otra pierna escribe el precio. Con el pintalabios la bailarina se rodea de dos líneas que representan una camisa. El bailarín cierra la cremallera en la espalda de la bailarina uniendo con el pintalabios las dos líneas. El bailarín pinta equis en las plantas de sus pies y en sus sobacos. Luego escribe su fecha de nacimiento alrededor de su ombligo. El público comienza a dejar la sala. La mujer escribe la fecha de su desfloración alrededor de su coño. Luego se pintan otras cosas. Pasan todos a quedarse quietos. En algún momento el bailarín comienza a orinar, se agacha y se moja las manos con su orina y borra lo que ha escrito en la pizarra, dejando sólo unas letras sueltas que hacen su nombre. La cantante, primero con su sudor y después con la orina del bailarín, convierte, en la pizarra, a Stravinsky Igor en Sting, y lo canta. La bailarina, usando también la orina del bailarín, borra algunas letras de Thomas Edison para ordenar, por escrito, al bailarín que cante. La mujer de la luz se va con el foco. Oscuridad. Voz cantante del bailarín. Fin de la obra.
Con el experimento se demuestra que la creación es el lenguaje, y no al revés. Se demuestra, también, que un churro intelectualoide puede dar de comer si has nacido en el lugar adecuado.
Así seguimos hasta que, no muchas cartas después, hace trece años, decidimos encontrarnos en la misma ciudad andina donde fue el congreso de estudiantes.
2 comentarios:
Épale Armando, ¿cómo está la vaina? ¿Representa este último texto un retorno a los tiempos del enano negro? ¿O es que el ambiente de París te exalta el vanguardismo? De cualquier modo, muchos saludos desde Sant Cugat...
pues sí, supongo, esta ciudad intelectualoide me pone vanguardista y medio pendejo
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