Primera salida. Quedamos un viernes, justo el día antes de encontrar a la aristócrata egipcia. La enfermera (éste es su oficio) había aparecido en la misma página para comentar películas de donde salió la de Castelldefels. Dos o tres meses, creo, de chats y gilipolleces, hasta que por fin se animó a quedar. Era un poco sinuosa, con esto de conocer a alguien aparecido en internet. La esperé junto a la iglesia de Sitges, mirando un rato el atardecer y otro el mar, a veces leyendo a veces escribiendo en el ordenador de bolsillo. Con más de media hora de retraso, cuando ya pensaba que no vendría, llegó. Lo primero que apareció fueron los ojos verdes, grandes, como la sonrisa del famoso gato. Después de los ojos algo como un piercing en un diente, que me tuvo la mitad de la noche curioso hasta que por fin le pregunté qué hacía eso allí. Nos saludamos, nos miramos, nos evaluamos mientras bajábamos las escaleras hasta su coche, que había dejado mal aparcado. Le pregunté, de chiste, por qué pasó junto a mí como sin reconocerme, si tenía mucha cara de chungo, si estaba tratando de escapar; que no, que quería estar segura de que era yo. Encontramos una plaza de parking. Le pedí que escogiera el lugar, porque ella vivía en un pueblo cerca y muchas veces, cuando salía de marcha, venía a Sitges.
Relajados, pegamos un tema con otro, mientras nos iban echando de todas partes, por la hora de cerrar. Acabamos frente al mar, con el viento frío. Poco después de las cuatro se fue. Yo me quedé dando vueltas por el pueblo vacío, esperando el primer tren de la mañana, a las cinco y algo. Un Sitges tranquilo, silencioso, que yo no conocía, mucho mejor que el de carnaval.
WORK IN PROGRESS
sábado, 26 de abril de 2008
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