WORK IN PROGRESS

viernes, 16 de mayo de 2008

sin titulo: fragmento

En la mañana estuvimos conversando largo, que también en esto era muy buena, la enfermera, aunque siempre tratara de hacerme ver que debía buscar el buen camino, el de la utilidad pública y social; que no siguiera desperdiciando mi talento, que no malgastara mis capacidades, que me buscara un trabajo serio, que me estabilizara; me sugirió, por ejemplo, que postulara para ser policía; silenciosamente intentaba hacerme ver que no podía vivir así, deambulando sin norte, como un ciego en un campo de fútbol, tratando de jugar; que no estaba bien decirle, tan burramente, adiós a las armas; mientras yo, por supuesto, oía y me hacía el pendejo, todo el rato, como siempre.

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La vida es insoportablemente larga... sólo si no sabes qué hacer con ella.

Asociación femenina de caridad y obras sociales

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¿No entiendes por qué tu jefe está siempre saliendo apurado de la oficina, cuando nunca lo ves entrar?

Curso de matemática elemental para secretarias

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El amor dura tanto como un frasco de perfume.

Marca de perfume, ahora también en presentación King Size.

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El gran baile. Aquello me recordaba a un gallinero industrial, de esos de donde salen los huevos que se usan en la comida. El gran baile tenía diseño de fiesta de pueblo, pero pagando por beber y por entrar, y sin valses ni quinceañera disfrazadita y nerviosa, tratando de no perder el compás. Un galpón oscuro, el grupo de música al fondo, la pista de baile rectangular en el centro, las mesas en doble fila alrededor de la pista. Eso es casi todo lo que recuerdo del gran baile, y también a un novísimo diciendo que ese sitio era el preferido de García Márquez (y a mi qué). Y también los tragos diluidos (por suerte, porque con los que tomé habría acabado borracho hasta el culo). Y también la futura Premio Planeta poniéndome suficiente atención para que supiera que seguía en el juego, aunque a ratos se iba por allí a hacer relaciones públicas y a bailar cumbia con alguien que sí lo hiciera bien (era un gusto verla bailando, la verdad). Y recuerdo también mi cara de gilipollas, mi sonrisa boba, light, la que uso cuando quiero que me lleven al huerto. Mientras esperaba que se acabara el puto baile, para saber si realmente íbamos a follar.

2 comentarios:

paula dijo...

La caridad bien entendida,empieza por uno mismo.Si no pudes participar, fastidia...por lo menos ,entretendras dando que pensar.
Paula

Armando Luigi dijo...

creo que has entendido perfectamente el mensaje moral de mi microcuento (de todos modos, fastidiar siempre divierte más)