Se me descontroló el sueño, al carajo mi régimen militar. Ya no duermo de diez a dieciocho, como venía haciendo. Ahora entro a mi habitación, casi a las nueve, aprovecho una conexión de wi-fi que llega no sé de dónde, me la casco mirando modelos desnudas en internet, y me duermo. Sólo una hora, porque entonces me despierto, sin sueño, pero con una presión fuerte en los parietales, ardor en los ojos, y los oídos tapados como si estuviera en un avión. Así me quedo, atontado, hasta las diecisiete, pasando del ordenador a mi cama en mi habitación oscura, decorada con una cortina de terciopelo negro, puesta para conseguir un estilo menos Ikea que Hipnos. Entonces caigo en la cama muerto, hasta que el despertador me devuelve al mundo a las veintiuna y treinta y cuatro. Otra vez una hora de tren y a trabajar.
Al principio me preocupaba, me daba mal rollo sentir cómo se desmadra mi cuerpo, pero ya me acostumbré. Asumo el desgaste, el sentirme enfermo, como algo natural. Incluso he aprendido a escribir así, tonto de sueño, retrasado mental profundo, voy dejando que las frases lleguen arrastrándose y se instalen en el ordenador, deshilachadas. Del carajo, la capacidad de adaptación que todos tenemos. Además estoy de buen humor, aunque vaya siempre agotado. Me siento bien y no sé por qué. Supongo que es la única forma verdadera de estar bien, sin saber por qué. Quizá me anima pensar que en un mes y medio ya me habré ido; o simplemente aprendí a pasar de todo. Quizá he llegado a ese estado de desprendimiento que buscaban los estoicos y que tratan de vender los sabios orientales. Es como si fumara marihuana todo el día: nada importa, todo es perfecto, cualquier cosa va bien. Comparto aquello de que el sufrimiento es un estado mental, la miseria una opinión relativa, el dolor un desajuste emocional. Me creo todas estas mamonadas, me suscribo a ellas, dogmáticamente. Va del carajo, vivir así, pasando de todo. Es como tener un parque de diversiones adentro. Y gratis. Un parque temático. La tierra del cagarte en el futuro laboral; el mundo de dejar que un perro se mee en los valores sociales; el castillo para mandar al carajo a la figura del padre; la montaña del no le pares bola a las expectativas, atracciones así… un parque muy cojonudo y divertido, de verdad, sin ironía.
Quizá lo de la felicidad sí sea un pedo químico, al final. Y andar falto de sueño sea equivalente a tomar Prozac. Puede que este ir gilipollas, desaparecer las ideas, dejar pasar los días, en cuenta regresiva, hasta que llegue el momento de cortar con todo, huir, y volver a empezar, sea, en realidad, el camino hacia la felicidad. Pero hay un fallo evidente: la cuenta regresiva, la necesidad de escapar. Si me quedara tranquilo, atontado por el sueño, aceptaría el aburrimiento, la rutina, la mediocridad. Incluso, puede que hasta consiga parecer un tipo decente, un hombre de provecho, un ente productivo para la sociedad. Si consigo ir siempre tonto del culo acabaré siendo un tipo normal.
Alguien tendría que haberme dicho, hace muchos años: tú escoge, trabajo nocturno o Prozac. Pero el mundo es así, nadie se preocupa por nadie, por eso va como va.
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