…a un par de pasos cae el siguiente cuerpo. Me asusta, claro, el golpe de la caída, y me doy cuenta de que no tiene sentido seguir así, follando sin entusiasmo, con la erección a medias. Me siento a mirar las montañas. Doblo el cuello para ver al cielo, para saber si lloverá. El cielo tiene algo raro, no sé qué es, si el color o la forma. Nix casi en cueros, pero sin acabar de mostrarse. Miro alrededor, buscando alguien que se haya fijado. Me ha venido esa necesidad de compartir cuando encuentras algo extraordinario, esa ansia instintiva. Sólo veo a un compañero de clases del bachillerato, un personaje que siempre me cayó mal. Me fastidia verlo aquí, tan cerca de mí. Yo pensaba que había sido el único en llegar tan lejos, de todos los que estudiábamos en el colegio. ¿Sabes que ahora me iré a vivir a París? Le digo, supongo que para impresionarlo, pero el tipo no me ve, está ciego, tiene las cuencas de los ojos vacías, como algunos de los que piden limosna en la entrada de la estación de tren. Debió de ser en una pelea, en alguna fiesta, allá, quién sabe. Raro que nadie me dijera nada. ¿Sabes qué pasa? --me suelta el ciego, de repente-- se veía que tú no eras de allí, te estábamos echando, fuera de la zona, no te queríamos en nuestro territorio, tú no eras como nosotros, no eras de la manada. Vale, tranquilo, ya sé --le digo, mirando las cuencas vacías, con más asco que curiosidad--, a mí tampoco me gustaban ustedes, me parecían una pandilla de palurdos hijos de puta. Silencio. Sigo mirando sus cuencas vacías, un rato, con esa impresión de que te ven típica de cuando uno está frente a un ciego. ¿Ya sabes hasta qué edad llegarás? --vuelve a soltar el ciego, de repente, que tiene una forma de hablar un poco violenta. ¿Cómo? La edad en la que vas a morirte, ¿la sabes? No. Llegarás hasta los cuarenta y seis, te quedan nueve años. ¿Y tú cómo lo sabes? Lo sé. Vete a la mierda, yo no creo en adivinos. Te morirás como tu papá, de un infarto. Ah, no me jodas. Ya lo verás, te acordarás de mí. Si la palmo no me acordaré de ti, seguro, ni de nadie. Te acordarás. Puto ciego de mierda, ¿quién te crees que eres, Tiresias? No me entiende. Trato de levantarme, no puedo, estoy hundido en la tierra, hasta el pecho. Entonces me acuerdo de una película que vi cuando era pequeño. Un tipo está atrapado por un tronco que le cayó encima cuando estaban construyendo una represa; el nivel del agua comienza a subir y el tipo está atrapado; por suerte, lo acompaña un amigo; no hay tiempo para buscar ayuda, ni hay forma de sacar al tipo, tienen que esperar que suba el nivel del agua para que el tronco que lo pisa flote; cuando el agua tapa la cabeza del tipo su amigo le da respiración boca a boca; así están un rato, pero al que está hundido le da por reírse cuando piensa que se está besando con su amigo; después de la risa, debajo del agua, le viene la tos; después de la tos, debajo del agua, el ahogo, delante de su amigo, que lo mira desesperado, sin saber qué hacer; nada, al final sólo salen burbujitas, de la boca del tipo, que acaba con los ojos abiertos y la expresión de terror, debajo del agua, ahogado. Me acuerdo de la marea alta y comienzo a desenterrarme, apurado. Y entonces me doy cuenta de la suerte que tengo, si lo que dijo el ciego es verdad. Nueve años para hacer el tonto, lo que sea, no hay peligro, no me moriré. Invulnerable, como Aquiles, hasta los cuarenta y seis años. Desde ahora, pienso hacer el loco, exprimir la vida. Comenzaré cruzando África, de norte a sur, por tierra, desde Alejandría hasta Ciudad de El Cabo. Atravesaré el Sahara sin preocuparme por el sol, por la deshidratación. Después del desierto, caminaré la sabana sin pensar en la mosca tse-tse; me acercaré a los animales, a todos, para tocarlos; leones, rinocerontes, leopardos, búfalos… correré detrás, como un niño en un zoológico. Subiré el Kilimanjaro sin preocuparme por eso que me da, el edema pulmonar de las alturas, cuando paso los cuatro mil metros; me tomaré mi tiempo, claro, porque iré de paseo, pero me quedaré arriba hasta que me de la gana. Después atravesaré la selva sin hacer caso del paludismo, la disentería, la fiebre amarilla; me iré por los senderos oscuros hasta las aldeas más olvidadas, comeré lo que sea, lo que encuentre, lo que me den, beberé del agua de los pozos, aunque parezca barro… y además, como no tendré que pensar en el sida, follaré como un degenerado, desde ahora, con cualquier mujer que me siga la corriente. Tengo nueve largos años de vida, eso es más que suficiente para darle una buena vuelta al mundo. Después, ya cansado, me moriré. Ahora voy a recoger mi dinero para comenzar el viaje, nunca más un domicilio fijo. Pero trato de levantarme y no me puedo mover. Tengo una pierna enyesada, desde la ingle hasta los dedos de los pies. Un yeso enorme, pesado, lleno de firmas, la primera que leo es la de...
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martes, 28 de agosto de 2007
sin titulo: fragmento
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