Experimento: tres tipos presentan un concierto de jazz. Violín, contrabajo, y un artilugio parecido a un laúd pero con una manivela. Ruiditos. De jazz un carajo; esto intenta ser música académica contemporánea, pero sin el folleto que explica de qué va la vaina. Se sobrentiende, por las payasadas hechas, que realizan una exploración de los sonidos que pueden sacarse a los instrumentos por todas partes, menos por donde es. La noche de ligar con la francesita, hablar con su amiga venezolana, y entre cuatro y seis vodkas, pasa factura: un sueño como un pozo. Escribir para no dormir. En el techo, en desorden, caras pintadas color rojo sangre, fotográficamente: jim morrison mozart jimi hendrix duke ellington no sé quién benny goodman edith piaf no sé quién ray charles billie holiday elvis presley no sé quiénes muchos por ese lado charlie parker cab calloway bob dylan ella fitzgerald no sé quién dizzy gillespie thelonious monk haydin scarlatti john coltraine alguien que podría ser olivia newton john pero no creo marlene dietrich john lennon, en conclusión, nadie que haya hecho nada parecido a lo que están haciendo estos tipos hoy. La mujer sentada al frente mueve los dedos como una tijera en una seña vieja; el del artilugio con manivela dice que harán una pausa corta. Para la siguiente pieza, después de la pausa, se afina, aunque no se use. La música se mezcla con la afinación, parece que intencionalmente. Se cae el papel que había puesto el contrabajo entre sus cuerdas. No pasa nada, no se nota. Hay un tipo grabando con micrófonos serios, registro histórico, para alguna biblioteca especializada en no se sabe qué. Hay una chica que sonríe siempre y a veces mira. También miró, con lascivia o amabilidad (la pregunta quedará en el aire), a uno de los músicos cuando pasó frente a ella en el descanso. En el siguiente garabato acústico el violín encuentra unos ruiditos que están bien, como electrónicos liguetianos. Del artilugio de la manivela cuelga un arco de madera, no se sabe de dónde ha salido, antes no estaba; tampoco se sabe si sirve para algo. Fin del concierto. Aplausos insuficientes para un bis.
Con este experimento se demuestra que se puede sacar música hasta de un trapo, siempre que se tengan los criterios suficientemente abiertos. Se demuestra también que la culpa no es del cochino, sino del que lo alimenta.
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Mi amor recurrente reapareció, llamándome, llorosa, una madrugada. El hombre perfecto resultó ser un poco bestia. Se cansó de ella y, en vez de darle la patada en el culo elegantemente, como corresponde, se dedicó al maltrato psicológico. La ignoraba, la rechazaba, evitaba tener sexo con ella porque creía que podía querer salir embarazada, creyendo que ella podía querer echarle el guante a la fortuna de su familia.
Todo esto no me lo dijo por teléfono, sino poco a poco, en la cama, una mañana después de una noche que nos encontramos en un café bohemio de la capital, donde le acaricié levemente el pecho y ella me pidió que hiciéramos el amor el día siguiente. Ella estaba moviéndose a la capital frecuentemente por los trámites de un crédito de estudios y yo iba cada semana por un postgrado de derecho internacional.
Conmigo acabó deshaciéndose del maltratador y se centró en los trámites kafkeanos del crédito de estudios. La familia con quien se quedaba en la capital, una peña de nuevos ricos insoportables, parece que no aportaba mucho en su recuperación.
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Pasamos una etapa donde, lo que más recuerdo, es la sensación de incertidumbre y provisionalidad. Nos encontrábamos casi cada semana en Caracas y nos enconchábamos en un hotelito poco respetable de una zona que, de noche, se llenaba de traficantes de droga y de putas (en realidad, de noche, eso pasa en toda Caracas, creo). Seguíamos hablando y follando mucho, como siempre, y sólo salíamos para buscar comida, como siempre, pero sabíamos que todo terminaría pronto, cuando ella acabara los trámites del crédito de estudios y se fuera del país.
Alguna vez vino a mi ciudad y conoció a mi familia. Se quedó en casa unos días. Estábamos bien, pero como descentrados.
Por esa época, creo, comencé a salir con mi ex.
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