Y supongo que toca regresar, ¡oh, distantes lectores!, a la novelita del robo con allanamiento. El problema es que el personaje está en Ciudad de México, y había quedado en Berlín, y nadie ha dicho cómo pasó de un sitio a otro, pero al final, ¿importa?; mientras la novelita se lea fácil todo vale.
Pues nada, a inventar una gilipollez que enganche.
El protagonista del robo con allanamiento está parado frente a un chiringuito comiéndose el quinto, de ocho tacos. Dos policías se acercan y saludan al taquero. El taquero pone sobre la plancha lo que comerán los policías, ya los conoce. Pregunta a los policías qué hay. Los policías se miran y ríen. Venimos de chingar a un cabrón, teníamos meses detrás de él, mató a golpes a la madre de un amigo. El taquero sonríe. Yo sigo con mi taco, sentado en una sillita plástica, mirando a la nada. Lo metimos en una habitación, con una jueza, y le estuvimos sacando la madre al desgraciado. El segundo policía, el que no ha abierto la boca, le pide al que habla que pare ya, pero no, el que habla continúa emocionado con su historia. Yo sigo con mi taco, mirando a la nada. Que le estuvieron dando por la cabeza, dice, que comenzó a soltar sangre por la boca, explica y ríe. El policía mudo me mira nervioso; el taquero sonríe. El otro sigue: que la jueza les dio permiso para que acabaran, y lo chingaron tan fuerte que acabó soltando los sesos por la nariz y la boca. El policía mudo le pide al otro que se calle, y me señala. Yo sigo con mi taco, mirando a la nada. El policía hablador:
--¿Y qué pasa?
--Nunca se sabe, ¿y si el güero es periodista?
--Amigo, ¿usted es periodista? --me pregunta.
--No.
--¿Y qué es?
--Turista.
--¿De dónde?
--Suramericano.
--Pero usted no parece suramericano.
--Vivo en España.
--¿Y por qué no lo dijo?
--Porque nadie me lo ha preguntado.
--¿Y en España qué hace?
--Nada, lo que me salga.
--¿Lo que le salga?
--Sí, lo que salga.
--No tiene usted muchos pesos, entonces.
--No, no tengo.
--Es difícil vivir allá en España, ¿no?
--Como en todos lados.
--¿Y cómo llegó hasta aquí?
--Me invitaron.
--¿Lo invitaron? ¿Quién lo invitó?
--Los de la feria del libro de Guadalajara -me doy cuenta tarde de que tenía que haberme callado.
--¿Escritor?
Silencio.
--¿El amigo es escritor?
El otro policía:
--Yo te había dicho que te callaras, ¿y ahora qué vamos a hacer con este güey? --y me señala.
1 comentario:
Disculpa querido y leido autor,me había atragantado con los tacos,por auténtico azar.
Un marrón del carajo,la historia se complica,eso tiene ser escritor je,je.
Un abrazo + IVA.Paula
PD)Gracias por los mensajes subliminales,me han movido y conmovido,en unos jodidos momentos de bajón.
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