Y aquí,¡oh, inmóviles lectores!, se supone que el protagonista del robo con allanamiento atravesaba Ciudad de México sentado detrás de una patrulla, sin manilla para abrir y pegar la carrera, primero por la avenida Insurgentes, y después por las calles rotas de unos anónimos barrios populares. Se supone que allí, en alguna casa de bloque, cambiaban de coche. Y entonces venía un grupo de fragmentos de una aventura por la noche mexicana, como en una película de finales de los sesenta o principios de los setenta en la que una pareja de hijos de papá era paseada por tres proletarios salidos de la nada. Siempre con la tensión de que, en cualquier momento, los proletarios se cargaran al niño bonito para violar a su novia, pasaban de un sitio a otro haciendo gamberradas de adolescentes (entraban a un antro de chulos y putas; cubrían de papel de wáter la estatua de un prócer; se colaban en la morgue para esconderse en los ataúdes vacíos...), y aquí pensaba usar mis recuerdos, los de chaval en Sudacalandia, cuando entraba de noche a los cementerios para arrancar cruces y reubicarlas, con los amigos, donde se vieran mejor (junto a una ofrenda floral en una plaza, por ejemplo, o en el jardín de la casa de una amiga); o caer, a las cinco de la mañana, después de ver cerrar todos los sitios decentes, en areperas tristes de chulos y putas, con un compañero de una diplomatura de comercio exterior, un tipo de cuarenta y algo, gordo, de mostachos, que andaba siempre en sandalias y hacía sonar ópera en su camioneta de carga que pedía, a gritos de soprano lírico ligero, desguace. El tipo era un maestro contando las historias del pueblo usando un estilo hiperrealista mágico. Ahora recuerdo, no sé por qué, la historia de la beata y el cantante de ópera.
*
Había una vez una mujer, treinta y muchos años, cara de poca cosa, heredera de una rama de una decaída familia que, un par de generaciones atrás, había tenido propiedades por no sé qué posición en el gobierno local o en la universidad. La mujer, a fuerza de no ligar y por su educación integrista, había prometido que no se casaría sino con un hombre que rezara cada mañana en la catedral, como lo hacía ella.
Pasaron los años y, por supuesto, el personaje no aparecía; la beata se quedaría solterona, se daba por hecho. Pero una mañana un hombre, conocido por nadie, se presentó en la catedral con un rosario en la mano. El tipo, de unos cuarenta y pocos, no iba mal vestido y parecía serio. La beata lo ubicó y se quedó extrañada. Al día siguiente el tipo volvió, y al otro, y al otro; la beata cayó enamorada. No sólo era rezandero, el personaje, sino que además decía que cantaba ópera, y la beata, casualmente, era pianista.
No sé cómo se conocieron, dónde ligaron, ni si se besaban con lengua, pero me contó mi amigo que la boda la hicieron en la catedral (ya en mis tiempos, pero yo andaba en otra burbuja), adonde la beata llegó con un velo, un vestido de cola larga (a lo Lady Di), una procesión y una carroza de caballos, o algo parecido. Para la boda pidieron, como regalos, bolsas de comida que enviarían a los niños pobres de no me pregunten qué. La boda fue, sobre todo, un concierto, como nunca se había hecho en la catedral: el coro de la universidad, la orquesta sinfónica de la gobernación, un organista venido de no sé dónde, y el novio cantando, haciendo como que dirigía la orquesta, y leyendo lo que le tocaba decir a un cura de jerarquía, arzobispo, cardenal, o yo qué sé, que se arrechó viendo cómo el novio, napoleónico, lo sustituía sin la menor vergüenza. Un poquito egocéntrico, pensaría la beata, pero todo esto es como un sueño; y sonreiría, quizá, viendo que se había equivocado al creer que moriría virgen.
Pero la pregunta, claro, seguía en el aire, ¿quién era el príncipe azul?, ¿de dónde había salido?
3 comentarios:
Era un gris(encantador color, aunque con mala publicidad) sustituto ,que Dios pilló confesao, le gustaba cantar, para sacarse la virgen de encima .A veces, no sabe que hacer con las cruces y también las traslada, igual es sudaquita ,el sur es divino. Con las virtudes, sin embargo, se de buena fuente, que hace churros de afrodisíaco chocolate.
Si me permites decirlo ,me ha encantado el relato, porque cuento no es, tienen lengua je,je .Además he llegado a el, por un comentario kinder sorpresa, alguien se ha marcado un tango ó habrá escuchado mis rezos je,je.
PD) Si no te importa ,hablaremos de vírgenes por privado mail, son mi especialidad y por Dios, que te lo debo,después del cruzado mágico je,je.
Un abrazo
Creo que amanecí burro, pero hoy de verdad sí que no te entiendo nada. Tendrás que colgar en la web el diccionario de frases alegóricas. De todos modos gracias por el comentario, supongo que dice algo bueno.
Como entiendo,que no te importa...mira tu correo.
Un merecido abrazo y sí, decia algo bueno...la torpe soy yo.
Publicar un comentario