WORK IN PROGRESS

viernes, 8 de mayo de 2009

la fama, o es venerea, o no es fama (continuacion)

En esta segunda parte de la historieta rosa la princesa árabe comenzó a preguntarme sobre sexo. No tenía idea de nada, ella, ni en la teoría ni en la práctica. Normal, los únicos hombres a quienes podía hablar eran los de la familia, los chóferes y los mendigos; en la calle toca usar velo; su universidad es sólo para chicas y profesoras; y hasta los matrimonios se celebraban dos veces: la primera para el novio con sus amigos, la segunda para la novia con las mujeres de las dos familias. La princesa árabe había estado prometida alguna vez, pero al final decidió dejarlo, el chico era muy poco "hombre", me dijo ella. Su madre, que se había divorciado ya tres veces, le decía que no se casara hasta que estuviera realmente segura. Pero volviendo al tema, después de explicarle lo que era el himen pasamos al capítulo del acto y, después, a mis preferencias. Entonces me soltó que quería ver mi expresión alguna vez al eyacular. ¡¿Qué?! He fantaseado mucho con tener sexo conmigo, me dijo. Jo-der. Vale, perfecto, pero, ¡¿cuándo?, ¿cómo?, ¿dónde?! Se supone que al acabar su universidad quizá vendría unos meses para aprender francés en Suiza. Pero para eso faltaba más de un año, había que buscar distracción. Hablamos de sus masturbaciones y le envié un correo con una foto que me hice en bolas, en París, el día que se fue la enfermera; también le mandé el inicio de una fantasía erótica usándola como protagonista, le pregunté si quería más; me dijo que sí, que siguiera.

*

…pongo mis labios sobre los tuyos y, lentamente, busco tu lengua con la mía. Sentimos nuestro calor, nuestra humedad, respondes a los movimientos de mi lengua con la tuya, cada vez más rápida, más apasionadamente. Llevas una de tus manos a mi cabeza, la sostienes por detrás, para continuar nuestra larga, excitante, y placentera unión, nuestro beso. Dejamos salir pequeños sonidos, sonidos animales. Uso una de mis manos para acariciar tu brazo, tu espalda, sobre la camiseta. Voy a tu cuello con mi boca. Te doy pequeños mordiscos, como un lobo, pero de besos dulces. Juego con mi lengua en tu oreja y, al mismo tiempo, llevo mi mano a tu espalda, dentro de la ropa. Siento tu piel y tú mi mano, recorriendo tu espalda, tu barriga y, cuando noto que lo estás necesitando, mis dedos buscan tu pecho y, muy suavemente, juegan con tus pezones, en círculos, y los tomo. Mientras tanto seguimos besándonos, con las bocas muy abiertas, con una extraña hambre sexual. Me separo para decirte que no puedo creer lo que está pasando. Me dices que tú tampoco. Te pregunto si quieres sacarte la camiseta. Me dices que sí, lo haces, y me muestras tu cuerpo (aunque tienes los pantalones, aún). Te sientas frente a mí, acaricio tus senos con mis manos y los beso, usando mi lengua, un pezón, luego el otro. Coges mi cabeza y suenas, ruidos breves, animales. Te pido que vuelvas a acostarte, lo haces. Recorro tu oreja con mi lengua, te digo frases amorosas y, con la mano, recorro tu barriga y voy, un poco, dentro de tu pantalón, sólo hasta donde comienza tu pelo. Mueves tu pelvis y levantas y separas las rodillas. Saco mi mano para acariciar tus piernas. Primero el lado exterior, y luego, lentamente, el interior, cada vez más cerca de tu vagina. Así varias veces. En algún momento, coges mi mano y la llevas a tu sexo...
¿SIGO?

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