WORK IN PROGRESS

jueves, 14 de junio de 2007

sin titulo: fragmento

Me dejé el archivo con la novela en Barcelona. No sé por qué, no lo he puesto en el ordenador de bolsillo. Ahora estoy en Cantón, Guangzhou, con insomnio, después de haber cenado como un cochino, cerdo, porque no me pude aguantar, la comida y el restaurante, todo de chinos, daba gusto dejar pasar el rato metiéndose cochinadas en el estómago y mirando a los chinos, alrededor, por todas partes.
En este restaurante los chinos se desplayan, son felices, aunque tratan de ocultar este desliz inmundo, contrarrevolucionario, el de la gula que da felicidad. Piden y tragan, y siguen pidiendo y siguen tragando, hasta que piden y no tragan más. Un baile de comida sobre las mesas, cuando el jefe de familia paga la cuenta. Esta comida, la sobrante, es más abundante que la tragada. No sé a dónde va a parar, la comida de las mesas. Tampoco quiero saberlo, mientras esté en China.
Los comensales no sonríen, ésta es la norma. Se sientan, comen, y hablan un poco, pero no sonríen. Comen como si tal cosa, simulando naturalidad. Como si no pensaran en la cuenta, la que crece, plato a plato. Para muchos de ellos un duro golpe, seguro. Una semana de trabajo despatarrada en la mesa, quizá. Niños, mujer, abuela, y el padre de familia que come y actúa, como si no fuera con él, lo del precio, la tontería aquella de pagar. Eso sí, todos se guardan la propina. No vi a un solo chino soltar nada. Las meseras que se jodan, que vivan de su sueldo, o que se dediquen a putear.
Un buen baile, el de la comida, de la cocina a las mesas, de las mesas a la cocina, y de la cocina a las mesas, otra vez. En eso pensaba yo, cuando llegó, de la cocina, mi plato de cochino.

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