WORK IN PROGRESS

domingo, 26 de octubre de 2008

guia de barcelona para sociopatas (2007): fragmento

Hace unos años mi mujer, que en esa época era mi novia, me dijo que su madre, con un librito mío entre las manos, le preguntó para qué sirve ponerse a leer las cosas que se le ocurren a alguien, qué se gana con eso. Es la crítica más cojonuda que he escuchado contra la literatura. ¿Qué importa si el protagonista de esta guía se vuelve anacoreta, surfista, o se lanza por un despeñadero? ¿Qué sacas, de todos modos? ¿Aprendes algo? ¿Crees que leer te enfrenta a la vida, a las ideas de otra persona, y que eso siempre enriquece? ¿Entonces los libros están para saber qué piensa alguien que vivió quién sabe cuándo en quién sabe dónde? ¿Así que los libros son mejores cuando son auténticos, quizá autobiográficos? ¿No sería preferible leer confesiones, entrevistas, o relatos de viaje, en vez de perder el tiempo con la ficción? ¿O es justo al revés, y el libro es bueno cuando el autor te convence escribiendo cosas de las que no tienen, ni tú ni él, la menor puta idea?¿Es mejor el libro cuantas más mentiras te cuela? ¿El mejor lector es el más pendejo? Sea cual sea el razonamiento siempre volvemos al principio, ¿para qué sirve leer lo que se le ocurre a un pimpollo equis?
Supongo que lo importante es llenar el tiempo. Porque, al final, todo es llenar el tiempo. Dejar que corran los minutos, hasta que se acaben. Con más o menos gusto, creyendo, o sin creer, en lo importantes que somos, de alguna forma hay que llenar el tiempo. Filosofía de almanaque, por supuesto, pero funciona.

paris: gente






sábado, 25 de octubre de 2008

guia de barcelona para sociopatas (2007): fragmento

Los picos nevados de los Pirineos entraban por las ventanas del tren cuando un indigente llegó preguntando:
—¿Me das dinero?
—¿Qué?
—¿Me das dinero?
—¿Para qué?
—Para comer.
—¿Para comer qué?
—Pues… cualquier cosa… no sé… para comer algo.
—Bueno, cuando sepas qué vas a comer te doy el dinero.
—Para comer… uvas… eso, uvas.
—Vale, ¿cuánto cuestan las uvas?
—Pues… no sé… cien pesetas.
—¿Una uva o muchas uvas?
—Pues… muchas.
—¿Cuántas?
—Vale… déjalo ya… mejor anda a que te jodan pol culo maricón…
—¿A que me jodan?
—Sí, a que te jodan… ¡Capullo!
—¿A que me joda quién?
Se fue. No le gustaron mis preguntas.
Detrás del indigente salieron los bosques y las lagunas y los paisajes invernales y comenzaron a llegar algunos pueblos inútiles; uno de ellos, para nosotros el último, Figueres.

toronto: gente





viernes, 24 de octubre de 2008

guia de barcelona para sociopatas (2007): fragmento

Aquí no valía el domingo gratuito, pero Antonia y el hombre piña pagaron la entrada (contra la voluntad de la primera y por la insistencia del segundo) y entraron a ver las espaldas de los visitantes expuestas sobre una colección que, en vez de mostrar que Dios no es un santo, La juventud ilustrada, Esto no es una pipa y El imperio de la luz, exhibía:

Desnudo subiendo las escaleras. Un tipo casi gigante acompañado por un gay locuaz empeñado en demostrar que en la Fundación Miró se puede estar como en la playa nudista de La Marbella. La pareja no había ido a ver la exposición, sino a exponerse ella misma a las miradas curiosas de la gente que se divierte con las locas, siempre que no sean de la familia.

Yo lo vi. Una organizadora de meriendas tupperware se acercaba al título, simulaba leer, se alejaba tres pasos, ponía mueca de entendida en arte versión suya, encuadraba la cámara barata, y disparaba con flash. Todo el gesto en menos de tres segundos.

Mujeres detenidas frente a una pared de excrementos. Un par de señoritas con cara de caminar habitualmente la Rambla, no de paseo:
—Oye mira qué curioso éste.
—Y sí niña se parece al aparato de Yony…
—¡Ay mira que tú si eres! ¿Lo tiene así?
—Tú los sabes mejor que yo mi amor.
—Quejéso, qué dice tú.
—¡Ah pues mijita! ¿Te va a ser la que no se lo viste aquer día que lo dejé solo a lo dos en la playa?
—Mi amor, que yo no tuve nada con Yony ese día, yo no tengo eso gustos.
—Sí mijita me vas a cortar con ese cuchillito e cartón, ¿ah?
—Pero mi amor si yo a lo hombres ajenos lo respetos.
—No seas zorra mijita que el Yony me lo contó todo.
—Mentira.
—Sí mijita.
—El perro ese…
—Paquetú veas, así es…

nueva york: 5ta avenida





miércoles, 22 de octubre de 2008

guia de barcelona para sociopatas (2007): fragmento

Cuando llegamos, la entrada estaba atragantada de franceses. Mejor esperar hasta la hora del almuerzo, cuando el edificio estuviera digiriendo a los gabachos.

Subir, subir, seguir subiendo entre jardines bien cuidados, escaleras, un caracol en las escaleras, escaleras de caracol, subir, subir, llegar al Vivero Municipal de Barcelona, donde tuve la idea de sugerirle a Antonia que comenzara una colección de piñas de pino. Antonia recogió tantas piñas de pino como bolsillos había… en mi ropa, porque en la suya no entraban.
Me convertí, así, en el hombre piña, que era una especie de gilipollas con protuberancias en todo el cuerpo, incapaz de calentarse las manos, porque donde metía los dedos una piña lo mordía. El hombre piña tampoco se podía sentar, porque tenía piñas hasta en el culo, literalmente.
El hombre piña le preguntó a Antonia si quería llegar hasta el castillo de Montjuic, a ver qué carajo hay adentro. El hombre piña, Antonia y su caracol (recogido en las escaleras de), subieron, subieron, carretera, subieron, siguieron subiendo, hasta llegar al castillo de Montjuic, que escondía un museo militar.

Desde el castillo, una de las mejores vistas de Barcelona, para la dictadura, que dejó un cañón señalando a la catedral y otro a la Sagrada Familia.

En ese momento el caracol decidió salir de su concha y Antonia dejó de llevar un trocito de naturaleza viva entre los dedos para sostener, en cambio, a un bicho asqueroso… corrió con el hombre piña alrededor del castillo buscando un sitio donde poner esto qué asco.
En la entrada del Museo Militar un cartel con las firmas de los reyes de España calzando los escudos de los condes de Barcelona y, bajando las escaleras, la estatua ecuestre del menos ecuestre de los reyes de España, el Generalísimo F. F., promotor insigne de la hermandad opusa y la cofradía etarra.
Cientos de soldaditos de plomo desfilaban en varias salas las etapas de la decadencia militar española. En una foto aparecía Alfonso XIII preparando la última parte de la colección, con los caballitos, los cañoncitos, las bombitas, los atentaditos, los muertitos, etc.
De allí pasaron a la exposición de armas blancas más grande de la historia del hombre piña: sables, espadas, espadines, floretes, hachas, chuzos, puñales, navajas, machetes, dagas, cuchillos, culos de botella. El hombre piña, amante de estas vainas, y de lo que implicaban, prefirió salir del museo para volver otro día, sin Antonia, que ya estaba preguntando a qué hora vamos a la Fundación Miró.

segovia: catedral





lunes, 20 de octubre de 2008

guia de barcelona para sociopatas (2007): fragmento

Decidí regresar caminando Diagonal abajo, hasta Castillejos 252, recogiendo observaciones para la investigación institucional del protagonista de la novela (que soy yo mismo).
Descubrí que:
—Un alto porcentaje de la población de la zona lleva la dentición completa, o así lo parece, y que mientras se desciende por la Diagonal el conjunto de la población va perdiendo piezas dentales, decoro, y dinero en los bolsillos.
—Los indígenas de la tribu de Pedralbes habitan edificaciones individualizadas, con espacios vacíos entre ellas donde ubican señales de carácter simbólico, probablemente mágico/religioso, que rezan «No trepitjar la gespa», o dibujos simplificados asimilables a la tradición de arte parietal europeo, que representan, normalmente, a cánidos cagando. Las edificaciones de Pedralbes, aunque de varios pisos de altura, no muestran los desperfectos estructurales que se observan en otras zonas del asentamiento, donde muchas viviendas tienen ganas de venirse abajo. A falta de terreno cultivable los balcones de los apartamentos se utilizan para sembrar plantas, lo que probablemente constituye la única fuente de alimentación de sus moradores, depauperados en un hábitat evidentemente superpoblado.
—Los indígenas de Pedralbes deambulan de dos maneras contrastantes, según la edad. Los más jóvenes adoptan cierta actitud inquieta, señal de los desequilibrios internos que, en la lengua local, se denominan «ir de culo». Los otros se pasean con gran parsimonia, como si se encontraran en los jardines de unos palacetes que no tienen. Independientemente del modo de deambular, todos lo hacen con una mano junto a una oreja y hablando solos con un acento difícil de entender, usen la lengua que usen.
—Alrededor de un diez por ciento de la muestra habita viviendas ubicadas al mismo nivel que la calle. A estas viviendas se puede acceder libremente, ya que, al parecer, sus moradores están interesados en compartir su intimidad con los viandantes. Esta extraña actitud lleva a extremos tales como la utilización de vidrio translúcido en las paredes, o la colocación de carteles llamativos que invitan a pasar dentro. El método tradicional para atraer a los semejantes consiste en saturar el espacio con objetos inverosímiles de los que cuelgan etiquetas con un número cualquiera, generalmente demasiado alto. Es paradójico el hecho de que, precisamente, estas etiquetas espanten a los ciudadanos que, muy de vez en cuando, se introducen en estos curiosos habitáculos. En la mayor parte de los casos los moradores de estas viviendas desarrollan conductas monomaníacas, que se evidencian por la acumulación de un mismo tipo de objetos en toda la vivienda, por ejemplo, alfombras para baño, estatuillas chinas o películas para tontos del culo.
—Otro rasgo destacado de la tribu de Pedralbes es su predisposición a repartir el pan solidaria y equitativamente. Cada mediodía estos nativos acuden a espacios colectivos donde, con alegría pero sin perder el decoro, el anfitrión redistribuye los alimentos que hace llegar de otras zonas más prósperas del mundo. Esta misma tendencia al igualitarismo y la generosidad se muestra cuando recompensan a las estatuas vivas que alegran la vida de la tribu, a pesar de la poca originalidad en las ideas desarrolladas por las estatuas, todas sometidas a un mismo patrón: arrodillarse detrás de un cartelito que dice «TENGO CINCO HIJOS. NO TENGO PA COME. NESESITO COMIDA. POR FAVOR ALLUDA. QUE DIOS SE LO PAGUE». En esta zona de Barcino las estatuas vivas se concentran en unos pocos metros cuadrados, específicamente frente a una enorme vivienda de varios pisos habitada por un no sé qué británico quien, además, tiene otra casa un poco más abajo.
—La familia de este personaje inglés es sorprendentemente numerosa y, a pesar de la mala hostia que la caracteriza (Nota: posible tema de estudio, el factor genético en la mala leche de los habitantes del Corte Inglés), cada uno de ellos pasa el día y parte de la noche atendiendo a los viandantes que, en masa, acuden a visitarlos. Parece ser que la diversidad de los objetos acumulados y la predisposición de su propietario a donarlos recibiendo a cambio un regalo simbólico en forma de circulante, convierten a esta vivienda en el principal polo de atracción para los indígenas de la tribu de Pedralbes y aldeas aledañas.




domingo, 19 de octubre de 2008

guia de barcelona para sociopatas (2007): fragmento

Y después la pareja sobre el banco frente a la fuente él subsahariano con una banana entre los dedos ella indígena con trenzas y sandalias africanas manifestaciones antisistema muerte al capital plantas de cannabis en el balcón litrona de cerveza y yambé los domingos y los días de semana canguro o mesera o dependienta en una tienda o colaboradora en una ONG, eso, colaboradora en una ONG los días de semana, aleccionando aconsejando al subsahariano –
que en el país de los blancos hay televisión, anteojos de sol, y ojalá algún día un coche; que en patera el viaje dura un par de días hasta Canarias; que un amigo lo hizo y ahora vive en el país de los blancos y ya tiene televisión y anteojos de sol y ojalá algún día un coche y le manda dinero a su familia y quiere llevarse a su hermana junto a él con su televisor sus anteojos de sol y ojalá algún día un coche; que aquí sólo la radio y el maíz y siempre la misma ropa sin televisión ni anteojos de sol y nunca podrá ser un coche; que un amigo militar puede encontrar sitio en un barco si le pagan algo no no sé un barco que va a España ¿España? sale la semana que viene; doce jornadas en la bodega y el maíz y el agua acabándose y el calor el ruido las ratas y ¿es de noche o de día? una tumba doce días de tumba hasta que afuera ¡el país de los blancos y los televisores y los anteojos de sol y ojalá algún día un coche!; que de los cinco escapamos dos un amigo y yo a los otros tres los cogió la policía porque el de la grúa avisó nos vio y avisó a la policía nosotros saltamos por otro lado por eso no nos cogió la policía dimos una vuelta saltamos y se quedaron buscándonos dentro del barco; Barcelona ¿Barcelona? ¿qué es Barcelona?, callejuelas estrechas húmedas y oscuras y revisar la basura y ser como perros revisando la basura; después los días de hambre y nadie ayuda en el país de los blancos nadie ayuda se apartan y hay blancos pidiéndole a blancos y hay gente basura perros blancos entre los televisores y los anteojos de sol y da igual que haya o no haya coches ¿Esto es el país de los blancos? Un nigeriano nos encontró y nos llevó donde un tipo que nos pagó por limpiar un depósito y nos dio techo y comida y el nigeriano nos explicaba y nos traducía y nos dio, me dio, me dejó probar la droga; mi amigo se fue mi amigo decía que ese hombre era malo yo me quedé limpiando el depósito llevando encargos acompañando al otro africano que trapicheaba y me dejaba droga ojalá otra vez fuera el sodabí las tardes el árbol de la plaza mis hermanas. Con la droga me volví perro. Después vino el trapicheo las peleas las palizas cuidar la zona el trapicheo y la droga; eres perro y ya no hay televisores ni anteojos de sol y qué mierda importan los coches, la droga, palizas robos peleas trapicheo… el televisor los anteojos de sol y el coche. Droga, sólo droga. Nada más: droga.
La ONG me puso cara de ¿Y tú qué coño estás mirando?, y el subsahariano se sintió ridículo o me creyó policía, porque vio a la mujer, me vio a mí, se levantó y se largó caminando tan campante.
La ONG miró al negro, me miró a mí, volvió a mirar al negro y se levantó después de soltarme un «cabrón». «¡Oye ven acá!», y el tipo respondió nada y siguió caminando, «¡Ven acá te estoy hablando!», más caminar, «¡Entonces vete a la mierda!». Y efectivamente, el subsahariano se fue a la mierda.
Los liberé.
A él del jodido tratamiento de rehabilitación en la ONG de la compañera, de los lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y sábado, de ocho a veintiuna, cargando bloques, de los gritos y las neurastenias de la mujer, de la eterna falta de lana, de los sábados en la noche cargados de porros, cerveza de litro, la Montse se fue a vivir con sus padres, ya se veía que no aguantaría mucho tiempo con los okupas, ¿y qué pasó con el Joan?, ¡que está trabajando en El Corte Inglés?!, hijo de puta, silencio, la próxima mani tenemos que organizar una… , el mundo es una mierda, me dijeron que el Héctor se está pinchando, mira las botas que me compré, ¿no están chulas?
A ella la libré de la angustias por las recaídas del subsahariano, de los lunes, martes, miércoles, jueves, viernes o sábado durmiendo sola, sin saber dónde está, y salir a buscarlo al día siguiente, entre el desarraigo, la autodestrucción, y la falta de referencias y de futuro, de tener que ir soltándole pasta, de sólo los sábados en la noche para el sexo y sí, la tiene larga, pero va a lo suyo, no se preocupa por mí, me siento como un agujero, como si le diera igual conmigo que con cualquier otra, y tampoco le gusta el sexo oral, dice que cómo va a lamerme allí, si huele mal y está sucio, no sé amiga, no sé qué voy a hacer, no sé, yo creo que me he equivocado.

segovia: calle





sábado, 18 de octubre de 2008

guia de barcelona para sociopatas (2007): fragmento

En el Puerto Olímpico, cerca del casino, encontré a un tipo haciendo miriñaquis. Sobre una mesa, que era más bien una caja sobre otra caja, escondía una bolita roja moviendo tres tapitas amarillas. Como un turista medio (mongólico) acababa de ganar, supuse que el juego era fácil. Me acerqué al timador. Le pregunté si podía apostar el ordenador portátil de E. Me dijo que sí. Le pregunté cuánto me daba si ganaba. El doble. ¿El doble de qué? Del ordenador portátil. ¿Dos ordenadores portátiles de E.? Sí. Vale. Escondió la bolita roja en una de las tapitas. Las movió. Levantó una tapita para enseñarme la bolita. Volvió a mover las tapitas. Se apartó. Le señalé la tapita donde estaba la bolita. La destapó. No había nada. Levantó otra tapita y allí estaba la bolita roja. Le entregué el ordenador portátil de E. y me largué saludando a unos comensales de una terraza vecina que habían dejado de masticar mirando el juego, no sé por qué, y se habían quedado con la boca abierta, mostrando la comida medio masticada.

Llegué a la playa. Tetas. Desdoblé el material de apoyo que había recogido frente a una agencia de viajes. Tetas. Caminé por la arena. El estado de la mar está señalizado con bandera verde. Se recomienda tener cuidado con vuestras pertenencias. Tetas. Cuando encontraba un par de tetas avispadas les mostraba el material de apoyo, consistente en un folleto impreso que ofrecía un viaje para dos personas a un hermoso pueblo (no especificado) de los Pirineos. Salida a las nueve de la mañana. A las diez, parada en nuestras instalaciones, donde se ofrecerá, totalmente gratis, una interesante demostración de nuestros productos. A las once, pequeño refrigerio en el autobús, que consistirá en sánduche y zumo de naranja. A la una, parada en la fábrica de embutidos Las Lolas, donde disfrutaremos de una exquisita degustación de sus butifarras negras y blancas. A las dos, parada en el restaurante Las Lolitas, donde degustaremos el menú especial consistente en un plato de sopa o ensalada, costillas de cerdo o merluza a la plancha, café o postre. A las tres, llegada al pueblo. Dos horas libres para recorrer el hermoso pueblo (no especificado) de los Pirineos y sus preciosas callejuelas. A las seis visitaremos la tienda de artesanías Las Lolotas, donde se hará entrega de los regalos, consistentes en una caja de doce huevos, un kilo de azúcar y una sartén de acero inoxidable para las damas, o una caja de doce huevos, un kilo de azúcar y una paletilla para los caballeros. Regreso. A las ocho, nueva parada en nuestras instalaciones, donde les detallaremos nuestras increíbles ofertas. Precio del paseo: sólo tres mil pesetas por persona. Do you want to travel with me, Tetas? Sorry, but I don’t understand you. Don’t worry, I don’t understand me, thank you. Así una y otra vez, hasta que por fin, Oh yes! It seems good. Okay, tomorrow in this place, at half past eight, I see you later. Le dejé el papel y seguí buscando trabajo.

toronto: chinos






viernes, 17 de octubre de 2008

guia de barcelona para sociopatas (2007): fragmento

Otro recuadro:

Trabaja desde casa vía Internet.
Diseña tu propio horario. Telf…

Hotel Astoria.
—Buenos días… ¿El señor E., por favor?
—No ha llegado, esa señora también lo espera —me señaló una silla con una mujer arriba. Caminé.
—Buenas tardes.
—Hola.

El señor E. estaba atrasado. Saqué mi libro y leí un ensayo de Montaigne, comentado por algún payaso, un ensayo que también he tirado entre los anexos.

No sé cómo comencé a hablar con la señora que esperaba junto a mí al señor E. Era diseñadora, pintora, y comentábamos una exposición de Magritte cuando apareció el señor E. (27 años).

Pasamos a otro ambiente del hotel modernista art decó.
Nos sentamos. E. sacó un ordenador portátil, lo dejó sobre la mesa y lo abrió para no hacer nada; supongo que quería impresionarnos.
—Y vosotros, ¿qué sois?
—Diseñadora, trabajo en casa, y estoy entrando en esto de las páginas web.
—Abogado, estoy haciendo un postgrado de
—Vale… ¿a vosotros os gustaría ganar mucho dinero sin trabajar?
Nos miramos las caras.
—Respondedme, ¿no os gustaría ganar mucho dinero sin trabajar?
—Pues claro —la diseñadora, riéndose.
Yo me hice el mudo.
—¿Por qué se ríe?, ¿no cree que se puede ganar mucho dinero sin trabajar?… ¿y comprar cosas sin pagarlas?
—Pues no, por supuesto.
—Ah… entonces adiós —E. cerró el ordenador y comenzó a guardar sus cosas.
Volvimos a mirarnos las caras.
—Con esa actitud yo no puedo hacer nada —E.
Las caras.
—Hombre, pero es que si usted lo pinta así, pues por supuesto que no me lo creo.
—No no, es que si usted tiene esa actitud yo no puedo hacer nada.
—Bueno a ver, pero es que usted no se ha explicado.
La situación tensa incómoda.
E. aceptó hablar siempre que cambiáramos nuestra actitud. E. comenzó destacando el éxito del buscador Yahoo, inventado por un par de chavales menores de 30 años y que ahora son multimillonarios; resaltó también el triunfo de la librería Amazon, cuyos dueños ahora son multimillonarios; después citó el programa para chatear ICQ, también multimillonario…
… la diseñadora arrugaba las cejas…
el éxito de bla bla bla paja loca que ahora es multimillonario…
… la diseñadora dijo que creía que esto no le interesa…
—Está bien, váyase, pero le aconsejo que cambie su actitud en las entrevistas de trabajo, porque no va a conseguir nunca nada, va a fracasar siempre… ¿me entiende? Va a FRACASAR SIEMPRE.
La diseñadora lo miró y arrugó con los labios la respuesta. El móvil de E. sonó y se levantó a hablar en otro lado. La diseñadora me pidió que le escribiera mi número de teléfono para ver juntos alguna exposición.
—Claro, es mucho mejor que escuchar estas pendejadas.
—Yo la verdad es que no me lo creo, ¿tú qué piensas?
—Supongo que es un negocio estilo Miami. Yo me quedo porque creo que de aquí puedo sacar un cuento.
—Bueno, nos vemos. Adiós.
—Ciao.
E. volvió. E. se sentó, E. se decidió a explicarme el funcionamiento de Vanilla Company:
Vanilla Company ha desarrollado un excelente sistema de ventas piramidales. Con él, tú le compras a E. y ganas el derecho de venderle a A y B; cuando A y B le vendan a C, D, F, G, H, I, J y K, tú y E. ganan una comisión, y así hasta la cuarta generación, imagínate, saca cuentas
hasta el año pasado, con este sistema, Vanilla Company se dedicaba al negocio de las moneditas de oro
vendía moneditas de oro que nunca te enviaba porque, para tu seguridad, te hacía llegar un papel que indicaba el número de moneditas que tenías
porque no se puede confiar en nadie en este mundo, ni siquiera en el correo
pero a pesar de su impresionante éxito y de que ahora todos son multimillonarios, Vanilla Company ha decidido diversificarse y aprovechar su excelente sistema de ventas piramidales para aplicarlo a los más diversos sectores
específicamente, cinco ramos: alimentación, salud, vestido, sonido, y no me acuerdo

Un tipo, algunos metros más allá, llegó adonde estaban sentados otros como él, maldijo en italiano y estrelló su móvil contra el suelo. Luego volvió a maldecir y, elegantemente, tomó asiento.
—Esos tienen aquí como tres días, y… ¡tienen una cara de mafiosillos! —susurró E., de reojo.
Y de verdad, tenían cara de. Dos europeos y un árabe todos Giorgio Armani, acompañados por sendos tipos feos grandes matones a cada lado.
—¿Y cuáles son concretamente los productos que Vanilla Company tiene?
—Aquí están en este catálogo.

1. alarmas para bicicletas (ramo: seguridad)
2. espaguetis como los que venden en los supermercados pero en envases de vidrio (ramo: degustación)
3. Los mafiosillos subieron la voz; gritaron, más bien
4. trineos plásticos de nieve (ramo: deporte), como los de las tiendas de Todo a Cien
5. comencé a esperar la salida de una nueve milímetros
6. micrófonos para saber cuándo el bebé está llorando en la habitación de al lado (ramo: hogar)
7. y en el suelo la sangre, negra
8. un aparatito que conecta internet en la televisión (ramo: nuevas tecnologías)
—Sin necesidad de ordenador, ¿no te parece bueno, éste?
9. los empleados del hotel llevándose al cadáver en silencio, acostumbrados a los mafiosillos y a Vanilla Company
y nada más

—El lunes viene a Barcelona el creador de la organización… se llama E., como yo… mira esta revista… aquí está E. sentado…
—¿Es el que tiene el codo en la rodilla?
—Sí, ése es E., Presidente de Vanilla Company.
—¡Coño, pero… ¿no es el tipo que llegó reventando el móvil contra el suelo?!
—¿Sí? ¡A ver! ¡Joder, es él, es verdad! ¡Es E.! ¡Él! ¡Ya llegó! ¡Espera un momento! ¿Vale? ¡Por fin, ha llegado E.!
E. se fue corriendo emocionado adonde estaba el otro E. con los demás mafiosillos. Me levanté de la mesa y me largué del Hotel Astoria. Llevaba el ordenador de E. colgando de la mano.

nueva york: central park y madison