WORK IN PROGRESS

sábado, 28 de febrero de 2009

la fama, o es venérea, o no es fama (continuación)

La crisis le dio en Jodhpur, a mi ex, después de que visitáramos el castillo y una niña, creo que Intocable, le rasguñara el brazo por no darle limosna. Que todo era muy feo, me dijo, llorando, en el hotel, y yo le respondí que el castillo estaba de puta madre, que nunca se me hubiera ocurrido encontrar una vaina así al borde del desierto, que parecía sacado de una película de ciencia ficción, con las filigranas de piedra, que... Nada, no había manera, decía que no tenía sentido viajar tanto, haberse gastado tanta pasta en el pasaje, para llegar a unas ciudades tan feas. ¡Joder, pero si allí está la gracia!, insistía yo, en ver cómo vive esta gente en realidad. ¿Cómo viven?, en la pobreza, ya lo ves, ¿había que gastarse todo ese dinero para saberlo? Coño, pero es que no es sólo eso, el chiste es intentar ver más allá... ¿Más allá de qué, si ni siquiera te pones a hablar con ellos? Y bueno, esto era verdad, soy poco dado a hablar pendejadas con la gente, tampoco viajando; a veces sí, pero no normalmente. No sé, para mí ya las imágenes del castillo y la ciudad, con las casas azules, y después, el mausoleo de mármol, las tumbas de los reyes, el atardecer, bajando por la montaña, todo eso ya paga el viaje. Pues para mí no. Fin del argumento.

*

Todo esto soñó nuestro héroe sentado en el water hasta que, como casi siempre pasa, acabó despertando; entonces se levantó, se limpió, vio la sangre en el papel, pensó que debió operarse las hemorroides mientras tuvo seguro privado, se subió los pantalones, y regresó a su puesto de trabajo donde, apenas ponerse el audífono del radio, escuchó los gritos del vigilante de vigilantes, que le preguntaba si se podía saber qué coño hacía. Estaba… ¿defecando? ¡¿Y cómo dejas así tu puesto de trabajo?! Porque necesitaba… ¿evacuar? ¡¿Y por qué no has esperado al relevo?! Porque ya no podía aguantar las ganas de… ¿soltar la mierda?
Después intentó, un rato, luchar contra el sueño; se recostó de la pared, cerró los ojos, se sacó el auricular, se quedó dormido con la cabeza torcida. Y soñó.

*

Que se deben cuidar dos cosas en mi librito: por un lado, la utilidad inmediata, la relación hedonista, continua, del lector y el texto, ese ir y venir de estímulos entre la lectura y el estado actual del lector, la atención y el placer, en un proceso la mayor parte del tiempo inconsciente; en resumen, que el lector no suelte fastidiado a mi librito, porque si no, ¡susto!, ¿qué pasará con las recomendaciones y las ventas? Y por el otro lado la utilidad recordada; que cuando acabe mi novelita el lector no crea que lo timé y se acuerde de sus amigos, y les hable del balance positivo del conjunto de las utilidades inmediatas y del
Una mano lo cogió del brazo con rabia contenida. “Acompáñame”. Puedo ir solo, no tienes por qué apretarme el brazo. Silencio. Oye, que si me llevas así voy a comenzar a gritar y a hacer un escándalo. “Tienes cinco minutos para recoger tus cosas y dejar de existir”.

brujas: laguna





viernes, 27 de febrero de 2009

la fama, o es venérea, o no es fama (continuación)

Después del fragmento donde el periodista de las historias fáciles de vender nos hace ver que a nuestro héroe lo han estado siguiendo, toca volver a él, a sus aventuras, explicando que le llegaron un par de correos de personas interesadas en comprar las pinturas que había robado. Para nuestro amigo el primer mail sólo podía venir de la gente del museo, porque había enviado la oferta en inglés y la respuesta estaba en castellano; el segundo correo venía de Suiza, pero es materia del capítulo siguiente.
Para centrarse en su negocio (estafar a la gente del museo), nuestro personaje necesitaba dejar su trabajo en el museo. Una renuncia sería demasiado evidente, se supone que pensó, aunque en realidad hacerle provocar su despido es una manera de insertar una escena graciosa para que el lector sea feliz y sus amigos. Yo había pensado algo con un toque grotesco, aunque no haya nada así en El Código Da Vinci ni en los best sellers que recuerdo, todos ellos muy seriecitos, supongo que por la idea pendeja según la cual las cosas bien hechas son serias, y lo chistoso está mal hecho. Total, mi idea original era hacer que nuestro héroe, para provocar su despido justificado, se bebiera una botella de moscatel y media de whisky, y se fuera a trabajar con el aliento alcohólico y el aspecto correspondiente; que lo ubicaran en una sala de la exposición temporal, al fondo, donde no llegaba nadie; que le vinieran ganas urgentes de ir al baño, y pidiera por la radio un sesenta y nueve; que el vigilante de vigilantes le recordara que el código para esos casos es el 23; que respondiera “Vale, pero es que lo mío es tres veces más urgente”; que el vigilante de vigilantes insistiera en pedir un veintitrés; “Vale, un veintitrés, pero con sesenta y nueve”; que el vigilante de vigilantes le advirtiera que había tres personas por delante y que esperara la llegada del sustituto; “Que venga rápido, que es demasiado urgente”; que debía esperar.
Entonces se supone que nuestro héroe estuvo dando saltitos y poniéndose las manos en la barriga, doblando el cuerpo, sudando frío, sintiendo la piel de gallina, hasta que no pudo más y se fue al baño junto a las escaleras. Y en el water, con la cabeza apoyada en una mano, se durmió, y soñó.

*

Que algo había estado haciendo mal las dos primeras semanas, porque sentía el ambiente hostil cuando salía del cuarto y entraba a la cocina donde hablaban de la milonga de la noche anterior. Creo que se suponía que tendría que ser yo quien debía encontrar la forma de integrarme, pero cuando preguntaba algo de la milonga estaba tan desconectado que me sentía como una molestia. Metía mi comida en el microondas, esperaba, los miraba, la sacaba, comía, lavaba el plato, me volvía a guardar. Y claro, se dio el clásico círculo vicioso: como no salía no me sentían integrado, como no me sentía integrado no salía. Pero qué iba a hacer, tampoco quería forzarme; prefería estar con mis libros y el ordenador.
Pero una mañana escuché una voz conocida. Salí a desayunar y encontré, en la cocina, a un guitarrista de tango que había tocado algunas veces en mi bar, un lugar pequeño donde presentaba música en vivo que tuve un par de años cuando estuve casado, pero esa es una historia larga que ahora no voy a contar.

*

Me dices, a mis treinta y muchos años, que me he convertido en un hombre de recursos. Eso está bien. Ahora sólo falta saber cuántos años más necesitaré para tenerlos.

lisboa: gente






jueves, 26 de febrero de 2009

la fama, o es venérea, o no es fama (continuación)

Eso de dejarme con el culo al aire lo haces, ahora lo entiendo, por mi propio interés. Quien ofrece grandes cosas quiere que se las devuelvan aún mayores. De este modo me liberas, generosa y gentilmente, de todo compromiso. Aunque sí, tengo una obligación: ignorarte. Es el único modo que encuentro, honestamente, de devolverte el favor.

*

Ya, tampoco hay por qué fastidiar tanto con lo de mi ex, que está por cumplir años. Además, hubo buenos ratos, sobre todo viajando. El último viaje, hace un año, a la India, por ejemplo, estuvo bien. Al principio duro, pero no entre nosotros, sino por el shock cultural. Llegamos a Delhi de noche y, para hacerme el exótico, le pedí al taxista que nos llevara a la ciudad vieja, a un hotelito que recomendaba la guía. Después de muchísimas calles y muy poco alumbrado público entramos a un sitio que parecía un círculo de Dante. El de la gula, supongo, donde todos se revuelcan en el suelo víctimas del hambre; pero aquí nadie se revolcaba, estaban los cuerpos inmóviles, medio desnudos, dormidos, a la vista muertos, entre unos edificios que parecían recién bombardeados.
El hotel, siguiendo la línea, era, en la recepción, muchos indios apretados mirando una televisión pequeña en blanco y negro, uno de ellos dándonos una llave de mala gana, porque era más de medianoche y claro, a esta hora, llegar, eran ganas de joder.
Dentro de la habitación una máquina gigante ocupaba la mitad del espacio. Un ventilador enorme, dentro de una caja metálica, que hacía pasar el aire por unas pajas mojadas con un estruendo tan decimonónico que lo tuvimos que apagar. Creo que ese cacharro recogía, además de mucho polvo, una buena parte de las enseñanzas de Ghandi, sus postulados económicos, como mínimo. Las paredes manchadas de escupitajos rojizos; la cama ocupada por un catálogo de insectos tropicales bastante completo; el baño, un agujero al que no quise acercarme por las manchas de mierda que había alrededor.
En la mañana la calle, no se cómo, se volvió su contrario en materia de vitalidad. Desde la terraza común para todas las habitaciones de este lado del edificio (podrían haber entrado en la nuestra, sin ningún problema, durante la noche), después de saludar a un tipo que se cepillaba los dientes con más parsimonia que crema dental, me entretuve mirando cabezas. Cabezas y cajas y tomates y bicicletas y vacas y cacharros plásticos y carretillas de basura y carretillas de limones y carretillas de cemento y carretillas de cajas de refresco y más cabezas y más vacas y más bicicletas y algunos perros y todo seguía calle arriba y calle abajo y parecía que aquel mercadillo no se acababa nunca, como si lo atravesara, apurado pero inútil, un mensaje imperial. Mi ex salió, creo que estaba acojonada. Aquello no se parecía a la India mítica de los brahmanes etéreos que enseñan por televisión. Yo estaba feliz, claro, mirando, con la sensación de plenitud pendeja que me entra cuando, viajando, llego a un sitio que nunca imaginé pisar. Ella se asomó a la terraza, junto a mí, sin saludar al hombre de la parsimonia dentrífica. Le dije, para tranquilizarla, que íbamos a buscar otro hotel, en la zona de los turistas. Algún sitio que tuviera un baño donde, por lo menos, se pudiera cagar. Esto no le quitó el miedo, claro, pero le dio alguna esperanza, supongo, de sobrevivir el mes y medio que duraría el viaje.

londres: fabrica de madrugada





la fama, o es venérea, o no es fama (continuación)

Organizaciones secretas. Eso, meter miedo, estimular la paranoia del lector. Una cosa gigante, hiperpoderosa, omnipresente, que lo controle todo sin que nadie se de cuenta. Y el héroe, sólo, pequeño y frágil, enfrentándose a ella. Que la idea funciona bien ya se sabe, desde hace tiempo. Ahora recuerdo la noveleta de Stevenson, El Club del suicidio, un texto cojonudo, por cierto, lástima el final. Desde el XIX el truco se ha extendido, del Dr. Fumanchú a 1984, siempre dando buenos resultados, no sé bien por qué. A primera vista parecería que tiene que ver con el desmadre de los poderosos gracias a los buenos oficios de un tipo cualquiera; realizando, en la fantasía, la satisfacción del resentimiento pendejo del lector. Se podría suponer que las organizaciones son el sustituto, en la ficción, del Estado y sus impuestos, el empleador y su ficha de pago, del padre y su mensualidad. Da igual. A mí sólo me interesa mi novelita del robo con allanamiento. Insertar el asunto de las organizaciones para el lector y sus amigos. Aquí es donde sirve el personaje, el antihéroe, el malo. En El Código Da Vinci creo que es un obispo del Opus Dei, en mi novelita del robo con allanamiento sería el periodista de las historias fáciles de vender. Tendría que dibujar un poco la vida del personaje y soltar algunos datos, a través de él, de cómo funciona la organización, aunque sin decir nada, todavía, de sus poderes. Abrir preguntas, crear “misterio”. El problema es que no tengo muy claro en qué pasa sus horas mi amigo, el periodista de las historias fáciles de vender. Supongo que así, buscando historias fáciles de vender, hablando con sus amigos, con los vecinos, con la panadera de la esquina, navegando por Internet, no sé. En este trozo vendría bien hacer que escriba un mail que diga cómo fue su entrevista, esa donde nuestro héroe le explica su idea de armar un escándalo en los periódicos con una historia falsa para, si la cosa sale bien, a cambio de unos pocos meses de cárcel ganar fama y encontrar quién le compre sus historietas. El mail del periodista de las historias fáciles de vender tendría que dar la impresión de que el destinatario (la organización) ha estado siguiendo a nuestro amigo de cerca, desde hace tiempo, sin decirse por qué.

*

La catenaria aguanta. Cadenas. Liana. Columna vertebral. Concha.
Para admirar la forma de esta curva basta con fijar una cadena, una cuerda o un cable por dos puntos en un campo de gravedad constante. El cable, o su equivalente, adoptará la forma según la cual sólo sostiene su propio peso y ninguna otra tensión suplementaria. Es la situación de máximo descanso, de mínima rigidez. El paisaje urbano está lleno de catenarias, pero las más interesantes son, sin duda, las catenarias invertidas que Gaudí utilizó en muchos de sus arcos. La diferencia más notable entre una catedral gótica y el templo de la Sagrada Familia es que éste se eleva hasta la misma altura que las catedrales sin necesidad de contrafuertes. Pregunta: ¿son catenarias invertidas los esqueletos de los grandes animales?

paris: jardin des plantes





domingo, 22 de febrero de 2009

la fama, o es venérea, o no es fama (continuación)

Quieres que un astuto ladrón se lleve el dinero de las cuentas bancarias, o que un incendio provocado acabe con tu departamento, o que aparezca un acreedor reclamando una deuda causada por otro, o que ese otro consiga que te echen de tu empleo, o que, simplemente, con un camión de mudanza, alguien vacíe tu piso. Pero no, usando un par de maletas me he llevado algo de ropa donde los argentinos, he dejado todo lo demás, incluso los discos que vinieron conmigo del otro lado del océano. Tus bienes, esos por los que tanto te preocupas, son los únicos que, en realidad, no tienes. Ellos te poseen a ti, no tú a ellos.

*

Ayer, aburrido en el hotel, estuve escribiendo sobre un papelito la estructura del cuarto capítulo:
“Línea 1. Autoficción: mudanza; espacio; sueño; territorio; cotidianidad; huída del amor recurrente; trabajo; acabar el capítulo con el cambio de empleo.
Línea 2. Novelita: compradores; miedo; transacción; amenaza; acabar el capítulo con la huída.
Línea 3. Recuerdos: la historia de mi ex y el viaje a la India, acabar el capítulo con el overbooking.
Línea 4. Fragmentos, continuación de los juegos: Europa en imágenes sacadas de los museos. Asia, usar el viaje a la India, que estará por allí rondando, y algún recuerdo de Turquía y China; acabar el capítulo con otra payasada fragmentaria.
Línea 5. Discursos. El guión de cine. El encargo de la TV movie (mejor, con tanta vaina, esto lo dejo para después). Seguir, más bien, con los epigramas, hasta la mitad del capítulo, más o menos, y la segunda mitad usar algún otro modelo de texto corto, ya veré.”
No sé dónde dejé el papelito con la estructura del capítulo. He revisado todos los bolsillos. Debo haberlo tirado quién sabe dónde. Pues nada, sin el papelito la cosa se complica, no me queda más que improvisar.

*

Instalado. No sé si son seis metros cuadrados, quizá menos. Cama, escritorio y closet. Una ventana, la puerta, y se acabó. Logré meter algunos zapatos y ropa. Un ajedrez turco, un juego con semillas africano, y unos pinceles chinos. Menos de diez libros. Los dvds se quedaron afuera, para que los compañeros de piso los puedan usar.
En las paredes cuelgan fotografías de desnudos. Son de la bailarina de tango. Blanco y negro y sombras y volúmenes y texturas y toda la pollada, pero siguen siendo piernas y culo y tetas y un desnudo frontal. Lástima que en la realidad no esté tan buena como en las fotos, la bailarina. En el cuarto de al lado vive temporalmente el bailarín y su pareja. Él está haciendo reformas en un piso que ella compró. Una chica pequeña, española y guapa, fiscal de menores, se dedica a encerrar a la gente, a los chavales, en este caso. Eso me contaba cuando llegó el bailarín y se la llevó; no sé qué tenía él con ella pero estaba de mal rollo. Me volví a guardar en el cuarto. Hay un asunto territorial que no sé cómo manejar. En el cuarto me siento bien, cubierto, pero afuera, noto que estoy invadiendo algo. Ellos hablan de sus milongas y sus historias y yo no me entero de nada. Los oigo unos minutos, mientras como, y después me guardo. En esta época me va el estilo anacoreta. Sigo con las costillas arrugadas, pensando pendejadas, las infidelidades de mi ex, el salto al vacío, el proyecto de vida que se fue al carajo a esta edad. Por suerte hay otras cosas, está la literatura de evasión, por ejemplo.

lisboa: barrio alto




la fama, o es venérea, o no es fama (continuación)

Juego: se pone la cámara torcida, de lado, en una habitación sucia con iluminación artificial. El estudio de un artista plástico, parece, aunque no hay ninguna pintura. En el medio del encuadre (horizontalmente, porque la cámara está torcida), un tipo saca de un violín, a intervalos regulares, el mismo acorde durante 55'54'', sin variaciones. En la pantalla previa al video se dice que la afinación reproduce las letras D, E, A y D, y la obra los meandros del espíritu y de la utilización del cuerpo para difundir este mensaje fúnebre y no sé qué chorradas más (el mérito es de los críticos que, para ganarse el pan o buscar favores o hacerse los inteligentes o yo qué sé, son capaces de sacar piedras del agua, perdón, agua de las piedras). Para comprobar que el tipo hace la misma tontería durante casi una hora, y no morir de aburrimiento, se leen las noticias descargadas en el ordenador de bolsillo; un paquete de medidas del gobierno norteamericano para paliar una amenazante recesión; un operativo antiterrorista en Barcelona, con más de veinte detenidos, islamistas; un nuevo record de temperaturas en Buenos Aires, las más altas registradas en toda su historia. Y atrás, el tipo dándole al violincito una y otra vez, el mismo acorde, siempre. Agobiante por repetitivo, todo esto.

*

05:10 h. El sujeto se despierta sintiendo que alguien se ha acostado sobre él. El sujeto mira alrededor y recuerda dónde está, y se da cuenta de que su amor recurrente ha colocado el pene en la posición correcta para masturbarse el clítoris.
05:11 h. El sujeto, manteniendo con dificultad los ojos abiertos, acaricia la espalda y las nalgas de su amor recurrente, e intenta ayudarla a masturbarse mejor ajustando el cuerpo y atrayendo hacia él las caderas de ella.
05:15 h. El amor recurrente le pide al sujeto que le haga el amor; el sujeto, que está más dormido que despierto, le pide a su amor recurrente que lo acaricie; el amor recurrente obedece.
05: 17 h. El sujeto se da cuenta de que huele a de todo, pero especialmente a desodorante rancio.
05:20 h. El pene del sujeto, finalmente, está en condiciones de ser usado para copular.
05:25 h. El sujeto, que ha procedido al estilo de su amor recurrente (es decir, frente a frente, muy abrazados, y moviendo la pelvis para que ella pueda frotar su clítoris contra él), se da cuenta de que está perdiendo la erección y le pregunta a su amor recurrente si lo quiere hacer de perrito, ella dice que hoy es su esclava, y el sujeto se sale y la coloca en posición.
05:29 h. El sujeto le pide a su amor recurrente que se masturbe, mientras la penetra.
05:33 h. El sujeto pierde, irremediablemente, la erección.
05:35 h. El sujeto dice vaya mierda, me he quedado impotente. Su amor recurrente dice no importa, ven acá, es normal, estarás cansado; y le da un abrazo. El sujeto pone su cabeza sobre el pecho de su amor recurrente y, poco después, se queda dormido.

paris: jardin des plantes





la fama, o es venérea, o no es fama (continuación)

Que la idea de usar a la prensa para fabricar un texto de ficción es buena, le responde el periodista, pero que piense cuántas noticias falsas entran, cada día, en los correos de los periódicos de gran tiraje. Que con todo lo que llega hay material para hacer una buena enciclopedia de humor. Que entre las cartas al director imbéciles, las denuncias absurdas, y las noticias sin gancho se podrían hacer maravillas. Que las probabilidades de que le hagan caso a su historia son nulas, que esa no era la vía, piensa él.
¿Y entonces qué? Se preguntó nuestro héroe. Si los cuadros no le sirven para conseguir la fama, por lo menos que le ayuden a tener fortuna. Encontró en internet contactos de coleccionistas de arte y ofreció las pinturas diciendo que eran una herencia de familia. Al mismo tiempo intentó extorsionar al museo amenazando con hacer público el robo y la sustitución de lienzos.
Se supone que a los dos días le llegó un correo, pero eso ya forma parte del cuarto capítulo, y antes, tengo que acabar el número tres.

*

02:56 h. El sujeto se despierta notando que alguien le está haciendo una felación. El sujeto se pregunta dónde está, mira alrededor, y recuerda. Casi le pide a su amor recurrente que le deje dormir, que está hecho polvo, pero luego piensa que es mejor no decir nada, viendo cuánta dedicación pone su amor recurrente en lo que hace.
03:03 h. El sujeto acaricia y aprieta el hombro y parte de la espalda de su amor recurrente mientras aprovecha las sensaciones que le llegan del pene. El amor recurrente, que va quizá un poco demasiado lento, aunque muy aplicadamente, intenta meterse todo el apéndice inflable del sujeto en la boca.
03:08 h. El sujeto le pregunta a su amor recurrente si quiere hacer el amor. El amor recurrente se acuesta de espaldas y le dice al sujeto que la cubra rápido, que tiene frío. El sujeto obedece.
03:12 h. El amor recurrente le pregunta al sujeto si lo puede tocar por detrás, el sujeto responde que claro, lo que tú quieras, se sube un poco y abre las piernas para que su amor recurrente pueda buscar, con los dedos, su agujero.
03:13 h. El sujeto siente cómo su amor recurrente intenta meterle uno de los dedos, quizá el medio de la mano derecha. El sujeto baja su mano derecha y busca también el ano de su amor recurrente, lo encuentra, mete la punta de un dedo en él y la penetra con fuerza mientras la besa.
03:16 h. El sujeto y su amor recurrente continúan follando con fuerza cada uno con el dedo en el culo del otro.
03:20 h. El amor recurrente saca su dedo del interior del sujeto y comienza a gemir. El sujeto hunde aún más su dedo en su amor recurrente, sintiendo la carne suave que separa el ano de la vagina y notando la entrada y salida de su órgano reproductor, que en este caso no reproduce nada, sino el movimiento, dentro-fuera, apretando pelvis contra pelvis para que su amor recurrente se corra.
03:21 h. El amor recurrente se corre.
03:22 h. El sujeto le pregunta a su amor recurrente si puede utilizarla, su amor recurrente le pregunta si se quiere correr en su boca, el sujeto responde “¡sí, claro!”.
03:27 h. El sujeto, de rodillas sobre la cama, con las piernas abiertas junto al cuerpo de su amor recurrente, con la mano derecha en la nuca, sosteniéndole la cabeza, gime, y eyacula en la boca de su amor recurrente, mientras apoya el brazo izquierdo en la pared.
03:28 h. El amor recurrente le pregunta al sujeto si se corrió, el sujeto, que ha retirado su pene de la boca de su amor recurrente (lógicamente, porque de otra manera no habría habido pregunta), le dice que sí; su amor recurrente comenta qué poco, el sujeto responde es que ya me lo habías sacado todo; el amor recurrente le pregunta al sujeto si quiere probar su semen, el sujeto responde que ya lo ha hecho, pero se inclina y le da un beso en la boca a su amor recurrente.
03:35 h. El sujeto y su amor recurrente vuelven a dormirse abrazados.

lisboa: barrio alto





sábado, 21 de febrero de 2009

la fama, o es venérea, o no es fama (continuación)

Personajes. Se supone que sirven para que el lector se identifique, vea contrastes, se ambiente. Se supone, sí, pero no hay que ponerse muy serios, le quitan espacio al suspenso, desvían la atención, disuelven la sensación de angustia que estimula al lector a seguir, esa que debe estar en la base de todo. Meterlos, sí, pero a la ligera.
Hace muchos años, mientras estudiaba leyes, hice pasantías en un escritorio chungo, de esos que tienen sucursales en todas partes. En la sala de pasantes coincidimos, no sé por qué, tres sujetos fuera de lugar: en vez de preocuparnos por quedar bien con los abogados pasábamos las tardes hablando pendejadas de cultura. Uno era compositor y pianista, el otro se volvió escritor (escritor en serio, quiero decir, con premios internacionales y editoriales importantes), y el tercero, ya se ve, es servidor. Pero no voy a hablar de ellos (aunque dan para mucho, cada uno por separado), sino de un comentario que salió del músico un día de otoño, o primavera, en una oficina con aire acondicionado de la selva húmeda tropical. Que las grandes obras casi siempre enfrentaban dos grandes tipos humanos extremos, contrapuestos, y que esta dinámica era lo que las enriquecía. El Quijote y Sancho, Fausto y Mefistófeles, K. y El Proceso, Gargantua y Pantagruel, Romeo y Julieta, Platero y yo. La idea me quedó en la cabeza, aunque nunca he podido usarla. Supongo que se necesita mucha madurez y olfato para no hacer una gilipollez con ella, con esa idea. La traigo, a la idea, porque señala uno de los principales agujeros de la autoficción, el narcisismo egocentrista. Pero nadie me obliga a ser narcisista en mi novelita del robo con allanamiento. Por eso he pensado usar a un amigo periodista para fabricar el contraste. Un tipo que trabaja en las páginas de cultura de un par de publicaciones grandes como freelance y pasa el rato cazando historias fáciles de vender. Es el espíritu práctico que contrasta con la falta de claridad de nuestro protagonista. Además, se supone que, al final de la novela, es a través de él que puedo resolver el misterio. El tema es cómo meterlo sin que se note forzado. Voy:
En esta parte de la novelita del robo con allanamiento nuestro protagonista está en tierra de nadie, con los lienzos robados escondidos en la estación de tren, pero sin que nadie hable del robo ni pase nada extraordinario, aparte del interrogatorio que dejé por allí, un poco más atrás, en este librito. Se supone que nuestro héroe está perdido y para aclararse llama a su amigo periodista. Escribo un par de párrafos explicando cómo lo conocí (a través de una colega en una ONG donde hice prácticas) y en qué pasa sus días el periodista. Quedan en verse. Nuestro héroe le dice que quiere usar a la prensa para fabricar una historia de ficción, denunciando un supuesto robo en el museo donde trabaja, y asegurando que el museo ha sustituido las pinturas, ha puesto otras iguales.

*

01:16 h. El amor recurrente despierta al sujeto, diciéndole que tiene que ayudarla a correrse porque, si no, se queda intranquila y no puede dormir. El sujeto se pregunta dónde está, mira alrededor, y recuerda. El sujeto le pregunta a su amor recurrente si quiere que la bese abajo, el amor recurrente dice que no, que sólo necesita acostarse sobre él. El sujeto dice claro, lo que quieras.
01:17 h. El amor recurrente se acuesta sobre el sujeto, ubica el pene en el lugar apropiado para, con sus movimientos de pelvis, conseguir la presión sobre su clítoris.
01:22 h. El sujeto, mientras su amor recurrente se mueve sobre él, le acaricia la espalda, las nalgas y le dice guarraditas en la oreja, en la línea “me encantó correrme dentro de tu culo” y cosas así.
01:27 h. El amor recurrente se va tensando cada vez más, comienza a soltar gemiditos.
01:28 h. El sujeto abraza fuerte a su amor recurrente.
01:30 h. Los gemiditos del amor recurrente son cada vez más sonoros.
01:33 h. El amor recurrente dice ay, mientras se corre.
01:35 h. El sujeto nota el fuerte olor a sexo que están dejando en la cama, y se da cuenta también de que el olor ácido de sus sobacos está allí.
01:37 h. El sujeto acaricia la cabeza de su amor recurrente.
01:44 h. Mientras el amor recurrente habla no me acuerdo de qué, el sujeto se queda dormido.

*

Juego: se extienden las cartas o las cerillas o lo que sea sobre una superficie, no importa el número ni la disposición, aunque siempre en filas descendentes. Cada contrincante retira una o varias cartas o cerillas, siempre de la misma fila y cercanas a él. Pierde quien tenga que retirar la última carta o cerilla. Y quien gana, pierde a su mujer.

paris: calle





viernes, 20 de febrero de 2009

la fama, o es venérea, o no es fama (continuación)

Más de la novelita del robo con allanamiento. O sea, de lo que tendría que ser. Hace unos días estuve leyendo un ensayo sobre la estructura de las telenovelas como un reflejo de la vida de las amas de casa. Esa eterna repetición de ciclos, ese nunca acabar, ese entremezclarse de historias donde las pequeñas tragedias familiares son, al mismo tiempo, los puntos de unión y ruptura de los personajes, dejando la sensación de que los problemas del mundo se resuelven así, entre funerales, nacimientos y bodas que ocurren en espacios cerrados. Estaba buena la interpretación, lástima que no me acuerdo el nombre de la autora, y ahora mismo no me voy a levantar a ver. Total, que mientras leía pensaba en mi novelita del robo con allanamiento, esa que tendría que ser, y en el ejemplo que, en mi cabeza, estoy usando. ¿Cómo le entro a El Código Da Vinci con un análisis así? Según esta gente el libro sería el típico ejemplo de literatura burguesa machista (suena pomposo, pero no lo dije yo), donde el protagonista (hombre blanco maduro exitoso) se enfrenta a un problema y, superando progresivas dificultades, avanza hasta alcanzar la solución. Vale, cojonudo, pero entonces, ¿qué hago con eso? No sé, le tendría que preguntar a los editores, ¿qué prefieren, que siga la línea de una novela burguesa machista o que busque una estructura que refleje la vida del lector potencial medio (en España, mujer de entre 25 y 40 años, empleada en cargos de mediana cualificación)? Me darían la patada en el culo, claro, los editores, están demasiado ocupados para responder preguntas pendejas. Se supone que eso lo tengo que resolver yo, y si me sale, bien, y si no, mala suerte, publican otra cosa.

*

22:43 h. El sujeto sale de la estación Verdaguer y busca la calle que lo llevará al edificio donde está el apartamento de la amiga de su amor recurrente.
22:52 h. El sujeto llega a su destino, más por memoria fotográfica que otra cosa, pero tiene que llamar por el móvil a su amor recurrente para que le abra la puerta, porque no recuerda el número del apartamento.
22:53 h. El amor recurrente abre la puerta eléctrica del edificio y el sujeto usa el ascensor.
22:55 h. El amor recurrente abre la puerta del apartamento y abraza al sujeto; el sujeto le dice qué guapa estás, su amor recurrente responde que es él, que la ve así; el sujeto insiste.
22:56 h. El amor recurrente le dice al sujeto que está hecha polvo, y que además anda un poco arrugadita por dentro porque al salir el marido le levantó la falda, como en juego, para ver qué ropa interior llevaba, menos mal que se puso unas medias gruesas, por el frío, nada muy sexy, y además, cuando abrió la puerta de la calle, la hija le dijo “mami, no te vayas”, y eso la dejó así, un poco triste. Claro, dice el sujeto.
22:59 h. ¿Quieres ponerte en el sofá y te hago cariños?, pregunta el sujeto; sí, pero primero abre una de las botellas de vino que compré, a ver si te gusta, responde su amor recurrente.
23:05 h. El sujeto sirve dos copas de vino lambrusco rosado, pone un disco de Chopin que encontró en la azarosa colección de la amiga del amor recurrente, y se sienta a acariciar la cabeza de su amor recurrente, hablando de no sé qué, y dándole besitos en la frente, de vez en cuando.
23:09 h. El sujeto nota que se le cierran los ojos.
23:17 h. Los besitos bajan de la frente a la boca, y las caricias han pasado de la cabeza a las tetas y la barriga. El sujeto, que estaba preocupado porque el sueño y el cansancio le podían fastidiar la erección, se da cuenta de que no, que comienza a funcionar, como en sus buenos tiempos.
23:19 h. El sujeto le pregunta a su amor recurrente si quiere ir al cuarto; ella dice que sí.
23:27 h. El sujeto, cuando comienza a desabrocharse la camisa, se da cuenta de que le huelen los sobacos; en la mañana, cuando se bañó donde la de Castelldefels, no se puso desodorante.
23:38 h. El sujeto dice “ya vengo”, entra al baño, orina, se lava el pene, busca un desodorante entre los muchos potingues que tiene la amiga de su amor recurrente, encuentra por suerte un desodorante en spray para hombres, se huele, se da cuenta de que el mal olor sigue allí, disfrazado, y regresa al cuarto.
23:40 h. El amor recurrente se desnuda y entra a la cama.
23:41 h. El sujeto se desnuda y entra a la cama.
23:43 h. El amor recurrente habla de cómo su hija la despierta en la mañana, tan tiernamente.
23:44 h. El sujeto pierde la erección.
23:47 h. El amor recurrente habla de las aventuras de su amiga, la que les ha prestado la cama.
23:51 h. El sujeto nota que sus párpados se le cierran.
23:54 h. El amor recurrente también lo nota y le dice al sujeto que se acueste sobre ella porque tiene frío. El sujeto obedece.
23:57 h. El sujeto y su amor recurrente entrelazan las lenguas y se acarician los genitales con las manos. El sujeto nota, otra vez, que su amor recurrente tiene muchísimos fluidos.
00:01 h. El amor recurrente abre las piernas y el sujeto la penetra. El sujeto nota que está más o menos bien su erección, y se alegra.
00:02 h. El sujeto vuelve a salir y a entrar, varias veces, porque le gusta mucho cómo se siente.
00:06 h. El amor recurrente se abraza fuerte al sujeto, rozando su clítoris contra la pelvis de él. El amor recurrente es exclusivamente clitoriana. El sujeto recorre el interior de la boca de su amor recurrente con la lengua.
00:10 h. El sujeto se levanta un poco sobre los brazos, mira los ojos de su amor recurrente mientras se mueve adentro afuera. El amor recurrente va diciendo frases cortas que el sujeto no recuerda.
00:16 h. El sujeto nota que si sigue así no tardará en correrse, y le pide a su amor recurrente que se ponga sobre él. El amor recurrente dice que prefiere seguir como están, el sujeto dice que todavía no quiere correrse, y que si sigue así se correrá. El amor recurrente dice “vale, cómo jodes, tan bien que estaba yo”. El sujeto responde bueno, no importa, me aguanto, y se pone a pensar en mil cosas mientras sigue copulando.
00:22 h. El amor recurrente vuelve a abrazarse fuerte al sujeto, apretándolo entre sus piernas y rozando el clítoris contra la pelvis de él.
00:25 h. El sujeto siente cómo su amor recurrente va tensándose cada vez más. El sujeto se ocupa de facilitar el roce del clítoris de su amor recurrente, pero nota que comienza a perder la erección.
00:28 h. El amor recurrente parece no poder acabar de correrse, el sujeto le pregunta si lo quiere hacer de perrito, el amor recurrente dice que sí, que hoy será esclava del sujeto.
00:29 h. El sujeto se ubica detrás de su amor recurrente, la sujeta por las caderas, y la penetra. Aunque no siente mucho el roce en su pene, por la abundancia de fluidos, nota que comienza a recuperar la erección, y eso le alegra.
00:34 h. El amor recurrente le pide al sujeto que la sodomice. El sujeto obedece y le pregunta a su amor recurrente si quiere que le de palmadas en las nalgas. Ella responde que sí, pero con cuidado de no dejar marcas que pueda ver su marido.
00:39 h. El sujeto, mientras penetra analmente a su amor recurrente, le pide que se masturbe. Su amor recurrente obedece.
00:47 h. El sujeto le pregunta a su amor recurrente si él se puede correr, su amor recurrente le dice que sí.
00:48 h. El sujeto se corre.
00:49 h. El amor recurrente, que se ha acostado boca arriba, le pide al sujeto que la abrace, que tiene frío. El sujeto obedece.

brujas: cosas








miércoles, 18 de febrero de 2009

la fama, o es venérea, o no es fama (continuación)

20:03 h. El entrenador del boxeador de la 209 explica que quien hará de mula y su apoyo se mudan a vivir en un hotel una semana antes de la fecha del viaje. Durante esta semana la mula sólo puede comer sopa y cosas muy ligeras, para limpiar el aparato digestivo. Mientras tanto, la mula practica tragando uvas sin masticar, para después poder meterse los dedos de guantes de cirujano amarrados y recubiertos con una cera protectora, una cosa negra que el entrenador no sabe de qué está hecha, porque todo eso se lo traen ya listo, a punto para ser tragado. El día del vuelo la mula se toma unos medicamentos contra la diarrea, las náuseas, y también algunos tranquilizantes, y entonces se traga los dedales, ocho o diez, más o menos. En el aeropuerto, y durante el vuelo, la mula no puede consumir nada. En la aduana, en Estados Unidos, cuenta el entrenador que en uno de sus viajes un policía puertorriqueño le dijo a un boxeador “tú tienes droga”, y el boxeador respondió que no, que él no llevaba nada, el policía de aduanas dijo “te voy a dar una coca-cola a ver si es verdad”, el boxeador le respondió que se la diera, que cuál era el peo. El policía lo dejó pasar. El entrenador explica que si te tomas una gaseosa los dedales explotan y te mueres como un pendejo. ¿Y eso por qué? No sé, es así. Qué raro que la vaina aguante los ácidos estomacales pero no un refresco, comenta el sujeto. No sé, una reacción, una vaina rara, que hace que los dedales con la droga exploten, contesta el entrenador, y sigue. Después de la aduana, la mula y su entrenador pasan varios días en un hotel. La mula comienza a comer cosas sólidas, para que los dedales vayan bajando, y durante los próximos días tiene que ir revisando sus heces hasta que salen todos los dedales. A veces se hacen dos entregas. Sí, a una dirección que ya le han dado, tiene que llevarlos, después de limpiarlos bien, porque no te imaginas cómo huele eso después de salir del estómago. Cuando ya está toda la mercancía entregada le pagan a la mula y al entrenador. Unos ocho mil dólares a cada uno, y tres mil más para los gastos en Estados Unidos. Si se hace bien no te tiene por qué pasar nada, cuando se rompen los dedales es porque la cosa estuvo mal llevada, cuando la persona no se preparó bien, tú sabes, gente que hace las vainas a los carajazos. A veces pasan vainas, claro, como otro boxeador que se había metido veinte dedales por el recto para pasarlos a República Dominicana, uno detrás de otro, y en el aeropuerto le vinieron unas ganas tremendas de cagar, el tipo no sabía qué hacer porque sentía que se le estaba saliendo uno de los dedales. ¿Y entonces? Pues nada, tuvo que viajar sudando frío y apretando el culo.

*

Nos encontramos en el tren. Yo olvidé el libro de rutas que explica el camino y tuvimos que confiar en mi memoria, porque ya había hecho esa caminata un par de veces. Por equivocación llegamos a una encrucijada que señalaba, por un lado, hacia el palacio neogótico de Alfonso XII, ahora monasterio budista, y por el otro lado hacia Sitges, ahora paraíso gay. Decidimos ir directamente hasta Sitges, porque la de Castelldefels, en pocas horas, tenía que buscar a su hijo en la escuela. Al llegar a Sitges nos fuimos a un rompeolas, nos sentamos en las rocas.
La de Castelldefels me contó que durante un tiempo estuvo saliendo con un tipo que trabajaba como relaciones públicas de una revista para hombres, un argentino que sobrevivía haciendo gitanerías, metiéndose en todos los trapicheos que le pasaban por delante. El argentino introdujo a la de Castelldefels en el mundo del intercambio de parejas y las orgías. La de Castelldefels me contó que su primera experiencia fue con un matrimonio amigo del argentino. Organizaron una cena y después alcohol, porros, todo de muy buen rollo, muy relajado. La de Castelldefels dice que estaba un poco colocada por la marihuana, en un sofá, cuando la desnudaron. Al principio se sintió un poco cortada al notar que tres bocas le besaban el cuerpo, pero luego se dejó ir. Lo que más recuerda es lo bien que se la pasó con los besos de la chica. Me dijo que sólo una mujer podía saber cómo dar el máximo placer a otra. Además, esta chica, cada vez que podía, se lanzaba sobre la figa de la de Castelldefels, le gustaba mucho su olor y su sabor, decía. Entre los dos hombres no se tocaban, me respondió la de Castelldefels, y por su parte tardó en decidirse en comérsela a la chica, y sí, le gustó, me dijo que no le costaría mucho tener una relación lesbiana seria.
La pareja de los intercambios tenía historias curiosas. La chica, que durante el día era un correcto ejemplar de la burguesía catalana, hija de los dueños de una cadena de pastelerías, en la noche se transformaba poniéndose una peluca de pelo corto negro. La chica de la peluca no era especialmente guapa, pero tenía su atractivo, era muy sensual, según la de Castelldefels. Una vez, en una discoteca, la de Castelldefels, el argentino, y el marido de la peluca, cansados, decidieron regresar a casa. La peluca quería más marcha, así que decidió quedarse otro rato en la discoteca. Hacia las cinco de la mañana ellos seguían esperándola. Por fin, apareció un taxi. La peluca bajó, abrió la puerta del chofer, se arrodilló, y comenzó a darle una mamada al taxista, allí, en el medio de la calle. El marido de la peluca saltó diciendo “¡Miradla, menuda furcia, qué guarra!”, estaba feliz. La de Castelldefels me dijo que ella eso no lo haría, chupársela así a un completo desconocido.
Después de un tiempo se acabó el juego, ella y el marido de la peluca comenzaron a gustarse, quizá la de Castelldefels se enamoró de él, y claro, en estas cosas la principal regla es que no haya sentimientos de por medio, sólo deseo sexual, me dijo. Del argentino se alejó luego, a la de Castelldefels le dio miedo quedarse enganchada en este ambiente, no me dijo por qué.

lisboa: gente