WORK IN PROGRESS

lunes, 30 de junio de 2008

cracovia: arboles y lineas





marruecos: aldea





sin titulo: fragmento

En el taxi conocí a un tipo, montañista de altura, que me ofreció techo porque quería presentarme a su mujer y a sus hijos con esa simplicidad humana que es tan difícil de encontrar entre los aborígenes de Europa; pero el tipo vivía en una ciudad y yo vine al Atlas atraído por unos pueblos de barro que vi en unas fotografías; así que nada, intercambio de correos electrónicos y cada quien siguió su camino.

En el pueblo de barro, para relacionarme con los aborígenes, entré al billar vecino a una bodega donde lo más fuerte que podías beber era refresco de piña hecho a base de colorante amarillo, enfriado en un balde de agua, la nevera berebere, como me dijo el que atendía, pero de nevera sus nalgas, el refresco estaba caliente. El billar tenía una puerta pequeña que daba a la carretera, y las paredes mugrientas estaban tan cerca de la única mesa que había un taco corto, como de niño, para poder jugar la mitad la de partida.

Supongo que corrió rápido la noticia de que el gilipollas turista había entrado al billar, porque el garito se llenó en un par de minutos con los gárrulos del pueblo. Veinte gárrulos, más o menos; quizá demasiados, pensando que en la aldea sólo había treinta casas.

Perdí la primera partida. Gané la segunda. La tercera preferí mirar. El garito se vació. Volvió a llenarse cuando regresé a la mesa. Jugué contra uno que iba de crack. Perdí, pero la partida estuvo buena. Luego jugamos en equipo, el crack y yo contra otros dos. Y entonces me dio el clic, ese que me viene cuando veo que se están tomando en serio el juego. Cuando me da el clic, involuntariamente, comienzo a cagarla con generosidad. Lo peor es que sé cuándo me da, reconozco la sensación, es como si estuviera poseído, y no puedo hacer nada. La cago aunque trate de hacer las cosas bien; o hago las cosas bien, como un maestro, deliciosamente, pero al revés. Por ejemplo, puedo meter una bola por banda, con un tiro limpio y perfecto, pero la bola que entra no es la mía, sino la del otro equipo o, mejor todavía, meto la bola ocho, matando la partida, como hice esta vez. Estoy seguro de que si me lo propusiera, y lo practicara mil veces, no podría conseguir un tiro tan perfecto; pero cuando me da el clic, no sé cómo, me vuelvo el genio del desmadre, y eso, claro, a veces me hace pensar: ¿es el espíritu anti grupal?, ¿la vaina contra la competencia?, ¿la necesidad de demostrar que voy a mi propia bola? No sé, pero todos estos temas a mi compañero de equipo, por supuesto, le importaban una mierda. Se cabreó. Después de mi tiro perfecto sobre la bola ocho me dijo adiós con cara de vete a la mierda, puto guiri, me has hecho perder, y yo nunca pierdo. Sentí vergüenza, claro; de haber sabido que se pondría así hubiera jugado mucho peor, haciendo equipo con él, desde el principio.

sábado, 28 de junio de 2008

cracovia: monasterio





viernes, 27 de junio de 2008

marrakech: cocina

sin titulo: fragmento

Fue una carta de la Seguridad Social que me abrió los ojos; y las llamadas del banco, cada mes, me abrieron los oídos. Hasta quince mil rupias europeas, me ofrece el banco con un préstamo personal, y hasta cuatro meses de salario, el paro. Por mi lado, con los extras como redactor, ya he guardado unas tres mil rupias. Por eso Marruecos será el último viaje antes del salto a París. Un par de meses para que mi historia en Barcelona se acabe. Pero tengo que hacer que me echen del hotel para poder cobrar el seguro de paro forzoso. Me entusiasma la idea, encontrar una cagada limpia, elegante, perfectamente legal e imperdonable. Y pensando en ella he pasado el rato en la terminal de taxis, esperando que se acabe de llenar uno que me saque de Marrakech para ponerme en las montañas. Más de cuatro horas en el tema y todavía nada. Cuando aparece un nuevo pasajero ya hay otro que se fue, cansado de esperar; entonces siempre faltan dos; es como intentar llenar de agua un balde con agujeros. Mientras tanto la peña en la terminal se pelea. A veces a gritos, a veces a gritos y golpes. La turba va y viene, rodeando a los luchadores. Abrazos y golpes al aire y rodar por el suelo y toda la vaina más bien ridícula de las peleas callejeras. La última trifulca, hace diez minutos, podría haber acabado en tragicomedia: un taxista con ganas de camorra vino a buscar un cuchillo al lado de donde estoy sentado, y otro lo cogió por el brazo para que no regresara a la pelea; en eso aparecieron dos policías aburridos y el tipo se hizo el pendejo, se le quitaron las ganas de ir a matar a no sé quién. Yo le pregunté a un vecino por qué se peleaban, hizo un gesto con los hombros como de que "da lo mismo" y dijo que por el calor, señalando al cielo con un dedo. Vale. Entonces volví a pensar en mi despido. Cada quien con su pedo.
*
Notas: hay un juego curioso en los textos que dicen "x cantidad de palabras valen menos que una imagen": si escribo el número real de palabras entonces es incorrecto, y si escribo el correcto, no es real. Por ejemplo: Texto de 188 palabras, la frase dice "ciento ochenta y ocho palabras valen menos qué...", y para que la frase sea real, tendría que subir el número de palabras a 190; pero si escribo "ciento noventa palabras valen menos que..." entonces bajo a 188.

No sé si me explico, supongo que no, pero es como tratar de llenar de agua un balde con agujeros.
*
Notas:

Posible título para este librito: Dentro de las aguas congeladas del cálculo egoísta; sacado del Pompidou, pero no recuerdo de dónde.

O este otro: Si lo que vas a decir es menos bello que el silencio, entonces cállate; que es un pensamiento no sé si chino o árabe, sacado también de una exposición.
*
Notas:

The bin laden big band

The bin laden big bang

The bin laden big gang

martes, 24 de junio de 2008

marrakech: plaza







sin titulo: fragmento

Marrakech. Ni museos ni hostias, La Plaza. Fue lo primero que vi, al buscar hotel donde me soltó el taxista; y fue lo último, también, la noche antes de regresar al aeropuerto.

A Marruecos llegué sabiendo que pronto dejaría España. Había sido un viaje pospuesto desde hacía años, por la cercanía, porque sabía que podría acercarme con poca pasta en cualquier momento, y así fue, pedí mis vacaciones y me largué. Pero sigo con La Plaza, es más interesante.

Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, no la plaza como arquitectura (que no hay nada, más bien un gran espacio abierto sin forma, entre un zoco techado, unas cafeterías abarrotadas, unos edificios descuidados, y una plaza en serio con árboles y caballos pegados a carrozas), sino todo lo que pasa en ella.

Desde lejos, de día, pareciera que no pasa nada. Gente caminando, gente parada, chiringuitos con naranjas. Pero cuando te acercas, después de haber dejado las cosas en un hotel barato y cercano, y de haberte pegado una ducha para engañar al calor arenoso y salado, ves por qué la gente camina, y por qué la gente está de pie: hay un comercio floreciente de bienes inmateriales, que es el chiste, justamente, de La Plaza.

De día te venden remedios milagrosos y buena fortuna; te cubren de serpientes, si te dejas; te descubren el futuro con las cartas; te explican historias moralizantes, que no entenderías aunque hablaras árabe; te tocan música con un violín desvencijado, logrando no afinar ni una sola nota; te retan la suerte con un aro colgado de una caña, que debes ensartar en unas botellas de refresco, no sé cómo; pero, sobre todo, te miran con desconfianza, por la cámara.

Y de noche, La Plaza se agita, los bienes inmateriales son mucho más ruidosos; las serpientes se han convertido en hombres antorchas; las quirománticas se han vuelto profetas del juicio final, seguramente; las historias moralizantes son ahora picantes, entre sonrisas malpensadas de miradas que entienden bien; los violines desvencijados animan a las bailarinas, que ocultan los desafinados con sus culos sinuosos; los aros con las cañas se han vuelto rayuelas que te llevan, no al cielo, sino a un tipo que grita cuánto tienes que arriesgar para ganar en la vida. Lo único que queda igual son las miradas desconfiadas, que pasan de tus ojos al lente de tu cámara.

lunes, 23 de junio de 2008

perigoux




sin titulo: fragmento

Notas:

Tótem: un garabato canadiense del que cuelga de todo, desde señales de tránsito hasta críticas de conciertos para violín y piano

Huevo roto, del que saldrá lo que quieras

Fetiche: Ulises y los pretendientes. En el centro, un tipo con el puño alzado está a punto de reventarle la cara aterrorizada a un negro inmóvil en el suelo bajo las rodillas del que le pega. Detrás un par de mirones, ligeramente inclinados. A la derecha del cuadro brochazos también en negro, quizá un motor. Un poco más arriba (la composición es en diagonal) una chica lee tranquilamente lo que parece un cuento ilustrado y, sobre ella, un david decapitado. Lo demás, brochazos negros, pero lo que dicen no está muy claro.

Tótem, o fetiche: la ascensión del futbolista, Maradona como la Virgen María

Una palmera de cartón moviendo sus hojas por un ventilador instalado en el marco del cuadro

Aprovechando los dibujos animados fabricar diálogos tipo la Alicia de Carroll

Retrato del enano de Velásquez pero con cara de Dalí y lleno de chapitas de coca-cola, iberia, banco popular, etc.

Buscar eduardo arroyo

El carro de heno con un comercial de anzuelos, el pez arriba, el carro abajo, y sus figuritas

Buscar gianni bertini

Interior americano: un grupo de guerrilleros vietnamitas están del otro lado de la ventana, ya a punto de entrar a un apartamento con tres habitaciones dos baños recibo comedor cocina americana tendedero armarios empotrados piso de parquet flotante por estrenar

y dos chinos matan a un soldado norteamericano en una habitación azul cielo lamparitas de noche calefacción cortinas color crema con estampados lilas diseños de cisnes voladores

y un tipo con cara de chungo está enterrando una mina antipersona en el baño con bidet y bañera con hidromasaje baldosas italianas espejos color caramelo iluminación indirecta piezas de fontanería de la mejor calidad

Las banderas de holanda, alemania, bélgica, norteamérica, italia, francia, reino unido, españa y japon con el rojo, allí donde lo tienen, chorreado, como si fuera sangre (olvidaron, no sé por qué, las de la unión soviética y china, que chorrearían bien).

sábado, 21 de junio de 2008

cracovia: nova kuta





anteproyecto para el master de ciencias politicas

Gulliver en "La granja de animales": la revisión crítica, en la narrativa, de la práctica de las utopías políticas


Introduction

La historia humana ofrece un amplio catálogo de experimentos que han intentado imponer a la realidad distintas teorías políticas; desde la siciliana República platónica hasta el Socialismo del Siglo XXI suramericano, pasando por las utopías renacentistas que inspiraron las misiones de los jesuitas, las revoluciones burguesas alimentadas por las ideas de la Ilustración, o los sistemas comunistas de raíz marxista del siglo XX, entre otros muchos ejemplos, las teorías han estado, con frecuencia, detrás de las luchas por el poder.

En nuestros días predomina una visión escéptica, que algunos llaman posmoderna, sobre la realización de las teorías políticas; desde esta perspectiva, las sociedades humanas han demostrado decididamente su complejidad al no ajustarse al papel que los proyectos teóricos intentaban imponerles. Sin embargo, el clima no ha sido el mismo en todas las épocas.

El atractivo de las teorías políticas sobre los intelectuales es una constante. La participación en la vida política; la toma de posturas; la actitud combativa, muchas veces con riesgo de muerte, llena las biografías de artistas y escritores, sobre todo en el mundo moderno. Los modelos políticos han alimentado las esperanzas de muchos intelectuales pero, también, los fracasos en la práctica han generado una buena cantidad de obras críticas, de tono satírico, pesimista o, simplemente, cínico.

Podría decirse que, en literatura, y particularmente en narrativa, las teorías políticas han generado dos clases de textos: por una parte, los escritos propagandísticos, que resaltan los defectos del sistema actual que se ha de cambiar (el caso típico es La madre, de Gorky), o muestran los beneficios que llegarán con la aceptación del proyecto teórico (por ejemplo, una fracción de la literatura, de fondo cristiano, del Siglo de oro español); y por otra parte, los textos críticos, que intentan advertir sobre las aberraciones en la aplicación de los proyectos políticos, caricaturizándolos (al estilo de Voltaire o Swift), exponiéndolos como monstruosidades (Orwell es el más claro ejemplo), o simplemente negando su validez como idea (por ejemplo, el fin del sueño americano recogido en los escritores del realismo sucio, al estilo de Charles Bucowsky).

Todas las épocas dan lugar a textos propagandísticos y a textos críticos; en general, el número de obras de uno u otro lado depende de las relaciones entre los escritores y las instituciones. Se podría decir que ha habido una tendencia, de parte de los literatos, a ser cada vez menos complacientes con el sistema, pero una revisión de la picaresca española o de la literatura romana de la época de los césares nos enseña que siempre ha habido escritores idealistas y escritores escépticos.

El narrador crítico aporta, frente a los escritores teóricos, el elemento biográfico individual, la experiencia directa, la percepción intuitiva de lo que un proyecto político ocasiona en la vida de la gente, o su percepción de cómo una idea, aparentemente perfecta, puede incidir, de una forma grotesca, en una sociedad hecha de individuos humanos.

Recoger las visiones críticas que inspiran algunas obras clásicas de la narrativa es un excelente ejercicio de pensamiento político: lo que los textos teóricos proponen, geométricos y esterilizados, la narrativa lo refleja sobre una superficie que muestra las fuertes rugosidades de la realidad.

Etc.

viernes, 20 de junio de 2008

dublin: gente





jueves, 19 de junio de 2008

sin titulo: fragmento

Los firmes lectores: Disculpe joven, ¿podemos molestar otra vez?

El autor: Por supuesto, vosotros nunca sois una molestia, para nada.

Los firmes lectores: Es que hay algo que queremos saber.

El autor: Ayudaré en lo que pueda.

Los firmes lectores: Hemos visto que usted ha realizado progresos, hay que reconocerlo; ahora muestra algunos buenos sentimientos hacia sus personajes, aunque todavía no es suficiente, tiene usted que abrirse más, ser más expresivo; usted pareciera que quiere dar a entender que no tiene sentimientos, y eso no es bueno; pero no es de eso que queremos hablar, sino de sus historias.

El autor: ¿Qué pasa con ellas?

Los firmes lectores: ¿De dónde saca esas historias tan raras?

El autor: ¿Raras?

Los firmes lectores: Es que nos parece, cómo diríamos, que las historias no son de gente normal.

El autor: Bueno, las historias son reales, o casi, salen de lo que veo y de lo que me cuentan.

Los firmes lectores: Pero, perdone usted, ¿en su novela no hay nadie normal?

El autor: ¿Normal?

Los firmes lectores: Sí, gente correcta, que tenga un trabajo serio, que críe a sus hijos. Fíjese usted, por ejemplo, en lo que cuenta sobre esos bailarines de tango. El joven pareciera que no hiciera nada, y ella, la pobrecita, dice usted que se está medicando por algún problema nervioso.

El autor: Él es bailarín profesional y ella se medica, sí, porque ha tenido ataques de ansiedad, ¿qué tiene de raro?

Los firmes lectores: Pues que ser bailarín no es un trabajo. ¿Qué piensa hacer ese joven cuando ya no sea joven?

El autor: No sé, supongo que ese será el material para una buena historia dentro de unos años.

Los firmes lectores: Ya ve usted; ¿no le parece mejor hablar de gente que lleve una vida honesta?

El autor: Creo que me aburriría. Las cosas demasiado cotidianas no son llamativas. Aunque siempre hay excepciones, nadie se dedica a hacer una sesión de fotos a un lavabo a menos que esté en muy buen o en muy mal estado. Siempre ha sido así. El arte es un catálogo de excentricidades, rarezas, anormalidades, de…

Los firmes lectores: No nos está entendiendo usted, no. Lo que le pedimos es que escriba sobre cosas que dejen una buena impresión, una enseñanza, historias constructivas, que enseñen a la gente a vivir mejor.

El autor: ¡Joder, si justamente eso es lo que intento! Estoy convencido de que cuando uno llega a una desnudez absolu…

Los firmes lectores: Por favor, le agradeceríamos que no diga usted groserías, nosotros nunca hemos sido groseros con usted.

El autor: Es verdad, pido disculpas.

Los firmes lectores: Bueno, haga usted lo que quiera, al final, es su novela.

El autor: Eso también es verdad.

Los firmes lectores: Sólo que así, con estas historias raras, no va a convencer a nadie con sus escritos, se lo decimos por su bien.

El autor: Claro, ya lo sé.

Los firmes lectores: Escriba sobre cosas más sencillas y le irá mejor, estamos seguros.

El autor: Eso, seguramente saldrá un best-seller.

Los firmes lectores: Pues sí, seguramente sí.

dordogne: ruinas




sin titulo: fragmento

Mi amigo de los mostachos me dijo que la pareja daría un concierto benéfico en el Teatro Municipal. Emocionado, le pedí que me consiguiera una entrada. No me consiguió una, sino dos, para que viniera también mi antigua novia perfecta, que era mi pareja en aquella época. Él llegó con su mujer, una señora callada y seria.

Los recuerdos del concierto andan un poco chafados, pero alguno queda; sé que estaba el príncipe azul en el escenario, que no paraba de decir estupideces por el micrófono, como un animador de feria de pueblo; pero me sorprendió que el tipo no tuviera cara de burro, como yo había pensado; al revés, no hacía mala pinta; entonces, ¿que quería de la beata?

Que el tipo no era normal, estaba claro por su afán enfermizo de protagonismo. Que tenía a la beata anulada, estaba claro al ver cómo la había arrinconado en el escenario. Que estaba representando una comedia, haciéndose el piadoso, quizá para parecer inofensivo, eso también era evidente. Pero, ¿se creía o no su nueva vida?; ¿pensaba quedarse con la beata o desplumarla y pirarse?; ¿era pederasta, pedofílico o ludópata? Lo último que recuerdo del concierto es al tipo agachado junto a una acordeonista que acababa de demostrar el por qué de sus premios.

Levantando la mano, Perseo zapatero, para que el público viera, el príncipe azul dijo por el micrófono:

-- Te doy esto porque como no tengo nada es lo único que te puedo dar, como gesto de agradecimiento.

Y le entregó a la acordeonista la trenza de su zapato.

Risas y aplausos.

*

Azar. Que sí, que lo quería tener. Le dijo el genio del tango a mi compañera de piso, después de que la hermana del genio le dijera que se lo llevara rápido, que no paraba de hablar de ella, allá en Argentina, enamorado.

Entonces el genio del tango llegó, de urgencia, a Barcelona, sin haber podido arreglar los papeles para pedir la residencia en España.

En esa época, en la otra habitación, se quedaba otra pareja de bailarines que estaban de gira por Europa, pero hacían tango nuevo. La chica era amiga de mi compañera de piso, y su esposo, el genio del tango nuevo, era todo lo contrario al genio del tango: pequeño y más bien frágil, muy culto, educado, tranquilo, venía de haber trabajado como bailarín de danza contemporánea y, además del tango, tenía una compañía de teatro.

Pero nada, siguiendo con la historia, mi compañera de piso andaba iluminada, y el genio también, comenzando su instalación, comprando una Playstation a la que andaba pegado día y noche, adicto como un chaval. La bailarina de tango iba y venía, esperando los resultados de unos análisis que le harían saber, por el tema de las medicaciones contra la ansiedad, si podría o no podría tener el hijo.

miércoles, 18 de junio de 2008

paris surreal






sin titulo: fragmento

Y aquí,¡oh, inmóviles lectores!, se supone que el protagonista del robo con allanamiento atravesaba Ciudad de México sentado detrás de una patrulla, sin manilla para abrir y pegar la carrera, primero por la avenida Insurgentes, y después por las calles rotas de unos anónimos barrios populares. Se supone que allí, en alguna casa de bloque, cambiaban de coche. Y entonces venía un grupo de fragmentos de una aventura por la noche mexicana, como en una película de finales de los sesenta o principios de los setenta en la que una pareja de hijos de papá era paseada por tres proletarios salidos de la nada. Siempre con la tensión de que, en cualquier momento, los proletarios se cargaran al niño bonito para violar a su novia, pasaban de un sitio a otro haciendo gamberradas de adolescentes (entraban a un antro de chulos y putas; cubrían de papel de wáter la estatua de un prócer; se colaban en la morgue para esconderse en los ataúdes vacíos...), y aquí pensaba usar mis recuerdos, los de chaval en Sudacalandia, cuando entraba de noche a los cementerios para arrancar cruces y reubicarlas, con los amigos, donde se vieran mejor (junto a una ofrenda floral en una plaza, por ejemplo, o en el jardín de la casa de una amiga); o caer, a las cinco de la mañana, después de ver cerrar todos los sitios decentes, en areperas tristes de chulos y putas, con un compañero de una diplomatura de comercio exterior, un tipo de cuarenta y algo, gordo, de mostachos, que andaba siempre en sandalias y hacía sonar ópera en su camioneta de carga que pedía, a gritos de soprano lírico ligero, desguace. El tipo era un maestro contando las historias del pueblo usando un estilo hiperrealista mágico. Ahora recuerdo, no sé por qué, la historia de la beata y el cantante de ópera.

*

Había una vez una mujer, treinta y muchos años, cara de poca cosa, heredera de una rama de una decaída familia que, un par de generaciones atrás, había tenido propiedades por no sé qué posición en el gobierno local o en la universidad. La mujer, a fuerza de no ligar y por su educación integrista, había prometido que no se casaría sino con un hombre que rezara cada mañana en la catedral, como lo hacía ella.

Pasaron los años y, por supuesto, el personaje no aparecía; la beata se quedaría solterona, se daba por hecho. Pero una mañana un hombre, conocido por nadie, se presentó en la catedral con un rosario en la mano. El tipo, de unos cuarenta y pocos, no iba mal vestido y parecía serio. La beata lo ubicó y se quedó extrañada. Al día siguiente el tipo volvió, y al otro, y al otro; la beata cayó enamorada. No sólo era rezandero, el personaje, sino que además decía que cantaba ópera, y la beata, casualmente, era pianista.

No sé cómo se conocieron, dónde ligaron, ni si se besaban con lengua, pero me contó mi amigo que la boda la hicieron en la catedral (ya en mis tiempos, pero yo andaba en otra burbuja), adonde la beata llegó con un velo, un vestido de cola larga (a lo Lady Di), una procesión y una carroza de caballos, o algo parecido. Para la boda pidieron, como regalos, bolsas de comida que enviarían a los niños pobres de no me pregunten qué. La boda fue, sobre todo, un concierto, como nunca se había hecho en la catedral: el coro de la universidad, la orquesta sinfónica de la gobernación, un organista venido de no sé dónde, y el novio cantando, haciendo como que dirigía la orquesta, y leyendo lo que le tocaba decir a un cura de jerarquía, arzobispo, cardenal, o yo qué sé, que se arrechó viendo cómo el novio, napoleónico, lo sustituía sin la menor vergüenza. Un poquito egocéntrico, pensaría la beata, pero todo esto es como un sueño; y sonreiría, quizá, viendo que se había equivocado al creer que moriría virgen.

Pero la pregunta, claro, seguía en el aire, ¿quién era el príncipe azul?, ¿de dónde había salido?

domingo, 15 de junio de 2008

dublin turistico