WORK IN PROGRESS

viernes, 2 de noviembre de 2007

sin titulo: fragmento

Experimento: una anciana sube, ayudada por muletas, a la plataforma donde está la mesa, las sillas, la botella de agua, los vasos, el micrófono y muy pronto, la presentadora. Después de la presentación, la anciana agradece y comienza a hablar de las categorías hombre y mujer en las distintas culturas. Hombre activo y mujer pasiva. Se pregunta cómo serían las categorías de un mundo hermafrodita, un mundo de amebas pensantes. En occidente lo activo es mejor que lo pasivo; lo activo es masculino. En oriente lo pasivo es mejor que lo activo; lo pasivo es masculino. En la antigüedad clásica lo masculino era calor, vida, actividad; lo femenino era frialdad, menstruación, debilidad. Para Aristóteles el semen es superior a la leche materna. Para los cristianos el embarazo es un castigo de Dios. Para Aristóteles es el hombre quien introduce a los niños dentro del cuerpo de la mujer, ella sólo es un recipiente. No existen culturas, prácticamente, donde la mujer participe en las actividades de la caza y la guerra. Para Aristóteles el semen es superior a la leche materna. Los elementos elevados son masculinos. La menstruación y los elementos terrenales son femeninos. Para Aristóteles el semen es superior a la leche materna. Si una mujer, en la guerra o en la caza, hace correr la sangre, su propia menstruación se alargará, por un principio de simpatía. Y así, dos horas de ejemplos varios, cada uno más didáctico que el anterior.

Con este experimento se demuestra que la razón siempre la lleva quien pega más duro. Se demuestra, también, que unas muletas y una cara de vieja en el mercado pueden sostener a una conciencia lúcida, contra todas las categorías.

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Después de nuestra primera luna de miel comenzamos a usar el teléfono además de las cartas. La cosa fue cada vez a más, hasta el punto de que mi madre me obligó a pagar la factura de teléfono.

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Experimento: a un negro se le condena a morir en la hoguera por pretender hacer hablar a un muñeco de madera. El gobernador le señala, sarcástico, al negro, antes de la ejecución, que por qué no hace hablar ahora a su muñeco. El negro le responde que al muñeco no, pero sí a ese perro que anda por allí. El gobernador, con su sarcasmo habitual, ordena que suelten al negro para darle la oportunidad de hacer hablar al perro. El negro celebra unos ritos alrededor del animal y luego le pide al gobernador que se acerque. El gobernador se inclina junto al perro y, de una voz débil, pero clara, escucha ciertos detalles de la fecha de llegada y la tripulación de un barco que viene desde Francia. El gobernador ordena quemar al negro y se va para su casa, extrañado. Días después, llega el barco y el gobernador comprueba que, efectivamente, todo lo que ha dicho el perro es cierto.

Con este experimento se demuestra que no puedes huir de la muerte, aunque hagas magia. Se demuestra, también, que las gracias y los chistes a destiempo suelen traer penas, más que alegrías.

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Alguna vez me fui con la moto que le había comprado al padre de mi novia hasta una ciudad intermedia. Ella me estaba esperando en la estación de autobuses. En la moto, llegamos a un pueblo turístico y nos instalamos en un motel de carretera puesto allí para que la gente folle un par de horas, escondiéndose de padres, suegras, maridos, esposas, vecinos, conocidos y amigos, huyendo del resto de la gente, en general. El tipo de la caseta de la entrada, sonriendo, nos dejó ocupar la habitación varios días seguidos, atentando contra la moral y las buenas costumbres del hotel. Podíamos, incluso, llevarnos la llave cuando el hambre nos hacía dejar la cama y salir a buscar el restaurante más cercano, porque lo que queríamos, en realidad, era seguir en el hotel.

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Experimento: se coge un trozo de madera y, usando un cuchillo, se le da forma humana. Se deja en el muñeco un agujerito en la boca y otro a la altura aproximada del ombligo; se incrustan, en estos agujeritos, sendos cilindros de madera con cabeza redondeada, como clavijas de violonchelo. Se amarra, a la clavija del ombligo, el extremo de una cadena que da vueltas alrededor del muñeco. Además de la cadena, se rodea al muñeco con cuerdas, trapos, candados, y cuanta mierda se encuentre y pueda servir para acentuar el carácter de la talla. Se coloca, no se sabe cómo, una cerradura en el pecho del idolito, incrustada entre las cuerdas, los trapos, los candados, y cuanta mierda se haya encontrado y haya servido para acentuar el carácter del fetiche. Se deja al muñeco así como está.

Con esto se demuestra que el arte primitivo es rico en ideas, libre en su ejecución, y efectivo en sus resultados; en resumen, que el arte primitivo, de primitivo, más bien poco. Se demuestra también que el anonimato es una mala opción para los autores desde el punto de vista de los mercados del arte, pero va de puta madre como liberador en el proceso creativo.

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