WORK IN PROGRESS

sábado, 5 de mayo de 2007

sin titulo (fragmento)

Me comentó, por chat, que dejó de pensar en mí sólo para el sexo al tercer día, en la habitación de su hotel, cuando le dije (medio en broma, pero en serio), que era una racista, y traté de convencerla hablando del mucho tiempo que necesita la evolución para diferenciar poblaciones y del poco tiempo, y lo cambiante, de la historia humana; dice que con los argumentos se encendió como una especie de luz, hubo un clic, se dio cuenta de que yo no servía sólo para follar, sino que podía aprender algunas cosas de mí (su jodida visión aristocrática del mundo, acostumbrada a pensar que las personas están puestas por allí para ser aprovechadas; y eso me encanta, que nos vea a todos desde arriba, carne de cañón, materia prima, lo digo en serio, me encanta, sin ironía); que al principio, cuando me vio, quiso tener sexo conmigo por algo que había en mis ojos (no sé qué), una buena frase publicitaria, por cierto, “algo en tus ojos me hizo desear tener sexo contigo”, puedes usarla gratis, escribió, puedo pagarte con amor, respondí, el amor no puede comprar Versace, y me preguntó si podía continuar, claro, gracias, y como decía antes de ser bruscamente interrumpida, en el momento en que cogí su mano en la discoteca ella sintió que después de tener sexo sentiría la necesidad de quedarse en mis brazos un buen rato. Cuando le pregunté si yo había sido su única víctima me respondió que era la primera noche que salía. Yo sospechaba de más aventuras porque ella tenía condones en su habitación; me dijo que los usaba con su marido. Luego hablamos de mi vida sexual, por aquello de haber follado sin protección. Cuatro relaciones en los últimos cinco años (vaya mierda de estadística, la mía), y un par de historias más sin penetración. La primera en Italia porque la chica no quiso hacerlo sin condones. Otra en México, porque la chica se puso pendeja a última hora, sudaquerías suyas. Y una en Barcelona, con una pintora, porque me quedé impotente, aunque creo que ésta no se la conté, se me olvidó, quizá intencional inconscientemente. Ella también, cuatro relaciones en los últimos cinco años. Conmigo, con un DJ, con su marido, y con un italiano que trabaja en la misma firma que ella, pero que vivía en París. Con el italiano casi queda en salir la noche en que nos conocimos. Pero el cansancio, las amigas y el azar la pusieron en la esquina junto a la barra donde la vi. Había llegado arrastrada, como yo, por no sé cuántas improbabilidades.

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