WORK IN PROGRESS

lunes, 2 de julio de 2007

sin título: fragmento

La dulce pestecita del tercer mundo. Sube por la espalda, ese olor exótico, entre ácido y dulce. Me llega, por fin, en Guanzhou (en Hong Kong casi no se siente, sólo en algunas zonas de Kowlong). El olor áspero, hecho de calles mal iluminadas; de basura; de gente sentada frente a las puertas de las casas; de motocicletas asustándote el culo, cuando cambias de acera; de bateas plásticas con pesca viva, esperando la orden de descuartizamiento, la última voluntad, la del cliente; de niños corriendo, gritándote vainas por detrás; de tenderetes abiertos a la calle vendiendo cualquier cosa, hasta cualquier hora, gestos con las manos, venga por aquí, tengo mandarinas a un precio inflado, guiri tú, quizá no te des cuenta. Esa pestecita suave, la del tercer mundo, que cambia según el sitio, pero siempre es igual. Pestecita que funciona mejor con la oscuridad.

Oscuridad negra en Oussouie, la electricidad suelta en unos pocos focos, en las casas del gobierno, mientras flotan por el pueblo las sonrisas, avisándote, a última hora, que vas a chocar con un invisible negro, negro todo, menos la sonrisa, bengala fría, en el calor húmedo de Senegal.

Luz amarilla de farolas públicas en El Cairo, sobre la plaza, porque en el día, con el sol, hubo que buscar la sombra; Ramadán climático, impuesto por el Sahara y no por Alá; plaza llena de mujeres y niños, recogiendo lo que se llevó el sol en el día: los comentarios silenciados, las carreras infantiles detenidas, la vida congelada, a cuarenta grados de calor.

Penumbra blancuzca de los focos de esquina, en Chichiriviche, la musiquita que sale del porche y se baña en el Caribe; ahora vengo mamá; ¿a dónde vas?; con los panas, un rato; umjú, no vayas a emborracharte; no, mamá; no vayas a llegar muy tarde; no, mamá, tranquila, déme la bendición; Dios te bendiga, no vayas a beber; no mamá, tranquila.

Negro gris que cae de las nubes, con ganas de llover, para hacer crecer el monte entre las piedras de las ruinas, reconstruidas, sin prisa, por orden del gobierno, que intenta convertir a Orcha en un destino turístico, a medio camino entre los frescos de Ajanta y el Taj Majal; pero la lluvia insiste en usar la selva para comerse las ruinas, ¿qué importan los turistas?, ¿qué van a cambiar?, las estaciones pasan, y los turistas, así como vinieron, se irán; un poco de pasta, eso sí, van dejando, pero al final, ¿eso qué cambia?, crecerá el pueblo, sí, un poco, hasta que, pasada la temporada, diez, cien, mil años, no importa cuánto, volverá la selva, para comérselo todo, que para eso está.

Y ahora, en Guanzhou, esta luz de tarantín nocturno.

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