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jueves, 29 de marzo de 2007

guia de barcelona para sociopatas (fragmento)

Con el affaire de la editorial aprendí a desconfiar de los indígenas locales, sobre todo en el Metro, cuando me movía de Castillejos 252 al escenario del crimen, la editorial.

El lunes me veía sometido a chantaje:
—Señoras y señores disculpe las molestias… yo sé que es muy vergonzoso pedir dinero pero más vergonzoso es no tener pa comé… por eso pido que me de aunque sea una moneda… yo pido porque no quiero salí a la calle a robá… no me arrodillo porque… bueno, porque no sé… por el amor de Dios, deme aunque sea una moneda… . muchas gracias y que Dios se lo pague.
Y así soltaba la monedita creyendo que con eso me libraría de ser atracado por el mendigo en la esquina.

El martes era víctima de una extorsión:
—Aquí venimos damas y caballeros desde el sur de las américas con esta música linda para alegrar, para amenizar, para hacerles sonreír este día aquí a toda esta gente linda que nos va a escuchar y para la que vamos a tocar nuestra música la música de nuestra tierra linda con todo el amor del mundo y de nuestros corazones.
Y así soltaba la monedita creyendo que, con sus charangas y sus panderetas y sus acordeones y sus mierdas, en la próxima parada se irían a joder a los del vagón de al lado.

El miércoles sufría un ataque terrorista:
Hora punta, el vagón lleno, veo subir a un ejecutivo con un maletín Samsonite. Viste del Corte Inglés. De pronto, el aire se vuelve fétido. Intento huir y acabo junto a los sobacos del hijoputa, el delincuente anónimo, el enemigo público, la fuente del mal, el tipo vestido del Corte Inglés. El degenerado te hace creer que paga hipoteca, coche, colegio privado para sus hijos, restaurante los domingos, menú ejecutivo los días de semana, tres semanas de vacaciones al año en la Costa Brava y, supones, jabón y desodorante. Falso. Con el desmadre del Imperio Romano los europeos se hicieron enemigos del aseo personal, y desde que llegó Atila han huido de las ventajas de los baños públicos donde además de cagar puedes lavarte el culo… una suerte para los nativos de Sudacalandia que, alertados por la peste a cebolla rancia, salían espantados de sus aldeas cuando estaban a punto de entrar los conquistadores. Si no fuera por la peste no habría quedado nadie en América.

El jueves, sufría los gritos del viejo de abajo:
«¡Calla puta! ¡Calla, cabrón!». A joder con la carta que le dejé a los vecinos. Además, la conserje le dijo a Antonia que la vieja conspiraba contra nosotros con la panadera de la esquina (ya notaba yo que el pan local era una mierda, con la cáscara rompiéndote las encías y, para colmo, carísimo).
Como la Generalitat no quiso saber nada de la carta que puse entre los anexos de esta guía llamé a Primera Ma, un periódico de anuncios clasificados gratuitos, e hice publicar:

Pareja joven y liberal desea conocer gente abierta de ambos sexos con fantasías y espíritu de aventura. Llama cuando quieras a partir de la media noche al [teléfono de los viejos de abajo, según las páginas amarillas y su buzón de correo]

Y el viernes, para cerrar la semana laboral, encontré que mi proyecto de futuro estaba a punto de irse al carajo:
El gobierno montonero de V. nos acusó a los beneficiarios del crédito de estudios de ser «hijitos de papá que se van a estudiar al extranjero a costillas del pueblo» (el pueblo es el Banco Mundial, que pone los fondos para los créditos).

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