WORK IN PROGRESS

miércoles, 31 de octubre de 2007

sin titulo: fragmento

Llegamos a la cama cogidos de manos. Nos acostamos, creo que le acaricié la cara, los brazos, las tetas, y quizá le dije, por primera vez, que tenía el cuerpo de las mujeres de Modigliani.

Cuando por fin me acosté sobre ella, e intenté penetrarla, me di cuenta de que lo de su virginidad no había sido una mentira sudaca, sino que era real: allí estaba yo, sin poder follarla, su entrada dura, jodidamente cerrada, y mi polla al frente, sin saber qué hacer.

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Experimento: una manzana filmada va río abajo; un río turbulento, con rocas, remolinos, etc.; por eso la manzana no se detiene, sigue río abajo, siempre, mientras suena, de fondo musical, no el ruido del agua, sino un jazz antiguo; una música alegre que pretende congeniar con la manzana, que va río abajo, siempre. El espectador se pregunta cuántas cámaras fueron usadas para filmar la manzana o si, más bien, fueron pocas, llevadas por camarógrafos atletas, dispuestos a ir río abajo persiguiendo a la manzana, ubicándose en relevo, filmando unos segundos, cogiendo la cámara, volviendo a correr (lógicamente, para que esta opción sea válida, se necesita que la velocidad de la corriente del río sea menor a la velocidad media de desplazamiento del camarógrafo, algo improbable, por lo que muestra la manzana que va río abajo, siempre); mientras tanto la música, que tampoco parece querer detenerse, se alarga con el río, quizá manipulada electrónicamente. El espectador se pregunta cómo la manzana llegó hasta el río, porque cuando entró a la sala ya la manzana existía. La manzana sigue río abajo, siempre. El espectador quisiera saber si no lo estarán timando. La manzana parece detenerse en un remolino, pero finalmente sigue río abajo, siempre. El espectador compara el asunto de la manzana con otro que verá luego, en el que un bebé filmado duerme en una cuna durante diez minutos, sin música de fondo. La manzana sigue río abajo, siempre. El espectador se pregunta si la manzana acabará llegando a algún lado, pero nunca lo sabrá, porque se levanta, echa un ojo al público, y sale, mientras la manzana sigue río abajo, siempre.

Con este experimento se demuestra que origen y destino son, siempre, una incógnita, por más vueltas que se de al tema. Se demuestra, también, que con una idea mediocre, pocos medios, y muy buenos contactos, se puede ocupar un espacio en uno de los grandes centros del arte contemporáneo.

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No sé si fueron tres o cuatro noches que dormimos juntos sin tener sexo. Cuando me ponía en el tema del desvirgamiento a ella le daba hambre, o ganas de ir al baño, o yo qué sé. Pasábamos el día hablando desnudos en la cama, acariciándonos, besándonos; a veces bajábamos a comer pizzas junto al hotel.

Por fin, la última noche, cuando le comenté que me parecía gracioso haberla tenido desnuda todos esos días sin poder hacer el amor, me pidió que volviera a intentarlo.

Me empalmé en un momento (era joven, por suerte) y me coloqué sobre ella, que me abrazó. Poco a poco fui empujando, y ella fue gimiendo, ¿te duele mucho?; no importa, sigue; ¿seguro?; sí, sigue; y así hasta que por fin estuve adentro. La abracé con fuerza, la besé, y le dije que me daba orgullo que hubiera decidido dejarme a mí ser el primero en estar dentro de ella. Comencé a moverme pero volvió a gemir adolorida. Me salí y me corrí frotándome contra la cama, mientras la abrazaba y besaba.

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