WORK IN PROGRESS

miércoles, 7 de febrero de 2007

microrrelato

El primer personaje que encontré fue un vendedor de pescado agachado detrás de unas bateas plásticas donde, con un poco de agua, exhibía los animalitos que, a duras penas, seguían viviendo. Los clientes se acercaban y el vendedor metía la mano y sacaba la mercancía, pescaditos agonizantes, que trataban de escaparse de sus dedos.
Me acerqué, me miró, sacó su sonrisa de vendedor y un puñado de pescaditos agonizantes. Cuando levanté las palmas de las manos gestualizando “¿cómo puedo llegar al tipo que te dirige a ti?” el vendedor me dijo no sé qué en chino e hizo el gesto de meter los pescaditos agonizantes en una bolsa plástica. Negué varias veces con la cabeza, uno de los pescaditos cayó al suelo y comenzó a saltar dando coletazos. Al vendedor esto pareció no importarle. Yo miraba al pescadito que estaba sobre el suelo mientras el vendedor seguía con su sonrisa y su puñado. Me agaché para agarrar el pescadito. El tipo movió la mano que tenía libre, como sacudiéndola, dándome a entender que lo dejara allí, que no me preocupara. Me levanté y me despedí del vendedor, que volvió a poner el puñado de pescaditos en la batea. El vendedor dejó de mirarme y buscó a otros posibles clientes con los ojos. Me alejé unos pasos y, cuando me volví, vi que el vendedor estaba recogiendo al pescadito del suelo para volver a tirarlo en la batea, alargando la vida del animal, quizá, un par de horas. El vendedor se limpió la mano con la pierna del pantalón y volvió a agacharse, tranquilamente, satisfecho de haber dado tan excelente lección de la manera como funcionan las vainas, del modus operandi de la organización.

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