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domingo, 18 de mayo de 2008

sin titulo: fragmento

Y aquí se acaba mi affaire literario, supongo. Mejor así, que termine en eyaculación precoz, porque ahora me puedo dedicar a Ciudad de México,¡oh, animados lectores!, sabiendo que para vosotros será, seguramente, mucho más interesante que mis coitos interrumpidos.
La historia de México comienza con el avión aterrizando en el medio de la ciudad, en lo que supongo debía de ser un aeropuerto varias veces trasladado y reabsorbido, que recibía los aviones que atravesaban un aire opaco, gris, que cerraba la vista unos quinientos metros más allá. Tenía tiempo sin visitar Sudacalandia y, desde Guadalajara, no dejaba de sentirme como en casa. Después de encontrar un hotelito con la ayuda de un policía turístico (eso decía su camisa), llamar a un amigo, y dejar mis cosas, me fui a caminar. Lo que iba a ser sólo una vuelta de reconocimiento acabó convertido en caminata larga, de estas que me despiertan el hambre de querer ver más y más, sin poder parar. Estaba del carajo, la ciudad, una fuerza interna tremenda, mezcla rara de nuevo y viejo, de realidad cabrona y arte, de no te detengas, que te van a pisar. Una especie de Nueva York latinoamericana, pero con un sabor propio. Es fácil ver por qué tantos mexicanos están tan orgullosos con su pinche ciudad. Me di cuenta, rápido, de que podría vivir aquí tranquilamente, a pesar del caos y la superpoblación, o quizá por eso.
Llegué a la catedral no sé cómo, y me quedé un rato en la plaza, viendo un poblado improvisado de tiendas de campaña, ocupándolo todo en protesta por ya no me acuerdo qué. Luego busqué un sitio cutre donde comer, adicto ya, sin remedio, a las guarradas locales; lo encontré rápido, una mesita en un segundo piso desde donde veía la calle. Lo que decían los edificios lo repetía la gente: detrás de un tipo con un maletín importado una mujer con una gallina; después de un teléfono móvil, una guitarra maltratada como si le hubieran caído a patadas.
Cuando comenzó a oscurecer, estando todavía en el centro, y ver el cambio típico, en las ciudades sudaquitas, de la fauna humana del día a la noche, me dije, vale, pendejo, mejor regresa, no vaya a ser que te violen, de verdad.

*

Nada que hacer, somos incestuosos: remontando, siempre tendremos una abuelita en común.
Movimiento en pro de la abolición de las bulas papales que autorizan el matrimonio entre primos-hermanos

*

No es casualidad que la primera ley escrita (el código de Hammurabi) tenga forma de pene.
Partido anarco-feminista

8 comentarios:

Tatianna dijo...

Gracias por la visita y los comentarios! Ahora no estoy en Mónaco , estoy en mi querida y onírica Caracas.
Ojalá en México no te meee un perro , por cierto, no me gustó mucho la visita a ese país.

SUERTE

Armando Luigi dijo...

no te gustó mucho mi visita, o la tuya? o mi versión de la visita, o mis meadas de perro?
una buena definición para tu querida ciudad, onírica, pero con pié y medio puesto del lado de la pesadilla, quizá, sobre todo en las zonas malandras
y qué haces en el ordenador a esta hora, con tantos sueños (quizá pesadillas) por allí afuera, circulando?

Tatianna dijo...

Armando, organizaré las ideas, me gustó tu visita y tus comentarios, lo de las meadas de perro me resulto mordaz, y de la visita (tuya, por supuesto a México) en esa te deseo suerte; de que no te meen, de que no te mate la contaminación , el agua o las comidas callejera. Eso si, los Mexicanos son personas amables y de los mejores amigos, que además
de encantadoras adoran a su país. De ellos aprendí yo a querer un poquito más mi Caracas.


Y sufro de insomnio, de uno bien feroz y malvado.

Me faltarán acentos ( seguro), te los debo para la próxima.

Armando Luigi dijo...

ah, pero de méxico he vuelto hace rato, eso fue en el 2005, cuando estuve en la feria de guadalajara; sobreviví a la comida y, no solo eso, sino que ME GUSTÓ MUCHÍSIMO!!! Ya ves, como todos, tengo mis perversiones. Y está bien lo del orgullo, claro, siempre que sea sin exagerar y sin llegar a las estupideces que uno oye a veces, sobre todo cuando vives en Barcelona una temporada (o sea, bien el orgullo, mal mirarse el ombligo y querer pensar que tu lugar de nacimiento es mejor que todo lo demás, y no querer ver más allá); yo, de todos modos, soy apátrida por vocación y convicción, y me gusta ir por el mundo de desarraigado. Ahora ejerzo en París, no sé durante cuánto tiempo.
Supongo que tu falta de acentos tiene más que ver con un teclado francés que con una vocación irresistible por la frivolidad.
Lo del insomnio, te digo por experiencia, se cura durmiendo.
Y no te preocupes por lo de los acentos, a veces, a mí me pasa igual

Tatianna dijo...

Como sea, vaya por ahí desarraigado y yo sigo más pegada que nunca a mi onírico país.
Somos totalmente opuestos , interesante no?
GRACIAS POR LOS CONSEJOS DOCTOR SUEÑO, PERO TE ASEGURO QUE NO ES TAN SENCILLO.
SUERTE

Armando Luigi dijo...

sí, ya sé que lo del insomnio es una gran putada; yo lo he sufrido también, en algunos periodos siempre de incertidumbre más fuerte que lo normal; y lo peor es que mientras más te preocupas peor se pone.
qué tal caracas? tengo tantos años sin ir

Tatianna dijo...

Caracas, siempre igual a primera vista ( pega un poco la subida del aeropuerto, pero luego te repones y conoces todas las caras de la ciudad) pero así y todo me quedo con ella. Oye! aún hablas como alguién que nació aquí o ya te manejas verbalmente a lo castizo.
En esta ciudad hay gente preciosa claro, allí calificaríamos por estatura, color de piel, ojos, cuerpo y la belleza interna , pero es una maravilla poder tomarse un café y mientras esperas que te atiendan ver a unos hombres tan espectaculares, diversos , extraños y particulares. Fijate, el otro día esperaba a una persona en el Paseo las Mercedes y vi a Israel Centeno( tu amigo ¿no?) todo sencillo, todo él sin más y concluyo que nada mejor que eso tal como son. Por eso me gusta ver a los hombres de mi ciudad . A TODOS......
Alguna vez te enviaré una postal para que de vez en cuando la veas.
Suerte.

Armando Luigi dijo...

La verdad es que con Caracas tenía una relación extraña, aunque no llegaba al clásico "amor-odio"; vivía en Valencia pero durante muchos años siempre me busqué excusas para ir un par de días a la semana (primero el taller de narrativa del CELARG, después un posgrado, después por trabajo). Allí tenía muy buenos amigos (Israel uno de ellos, también Ricardo Azuaje, que no sé si conoces; que me alojaban a cambio de conversaciones infinitas y botellas de ron, las mejores que he usado en toda mi vida). Por momentos Caracas me parcía sublime (sobre todo en cosas relacionadas con cultura), por momentos, bestial (sobre todo en Nuevo Circo y sus alrededores, que, para mí, eran la mejor reproducción del infierno, y durante una época no había el limbo de los expresos ejecutivos).
Sentarme en las terrazas a ver hombres nunca fue mi vocación, aunque pudiera aparecer, como dices, Israel Centeno, en toda su confusa sencillez. En realidad, llevaba casi siempre la agenda "apretada", así que no sé si, realmente, pueda decir que alguna vez la viví.
En todo caso, y después de haber pateado medio mundo, sigue siendo una ciudad que sigo respetando, caótica y agresiva, muchas veces, pero interesante y curiosamente cosmopolita.