WORK IN PROGRESS

miércoles, 29 de agosto de 2007

sin titulo: fragmento

De ese pueblo del río es la sesión de fotos junto al mercado. El fotógrafo de la idea novedosa y el ordenador obsoleto. Sobre el monitor, una cámara web y una impresora hecha polvo. Al frente de la cámara un viejo campesino de cabeza pelada, la cara arrugada y la mirada buena, como infantil. Transmite tranquilidad, el viejo, hace sentir bien. En el monitor blanco y negro está suspendida la cara del viejo. Afuera, en lo que, según este libro, sería la realidad, el viejo mira todo sin acabar de creérselo. El fotógrafo posmoderno manda a imprimir. Aparece la cara del viejo sobre un papel. El fotógrafo recorta la impresión, plastifica el papel, saca un marco de vidrio, mete la foto, atornilla el marco, y le lleva el retrato al viejo, que espera sentado. El viejo mira su cara, reprime la sonrisa; está feliz, completamente. Esa tarde el retrato colgará de una pared ruinosa, en el medio de una plantación de arroz, cerca del río; o llegará, como regalo, a una familia que le pondrá velitas dentro de un par de años. El grupo de mirones comenta, como aprobando el producto. Otro cliente espera inquieto junto a la silla del viejo. Sombrero de paja y camisa azul. El viejo se levanta, se quita el traje que le prestaron para la foto, y lo devuelve agradecido. En la mano temblorosa, dentro de una bolsa plástica, la foto retro estilo años treinta, por el blanco y negro pero, más que nada, por la expresión del viejo, solemne. Claro, si sabes que te estás sacando tu última imagen, ya va bien ir poniendo cara de muerto.

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Gui-Zhou es una mujer de unos cuarenta años. Gui-Zhou espera en el muelle a los turistas que llegan sueltos. Ghi-Zhou nos consiguió hotel (comisión); nos hizo escoger, de unas bateas plásticas, con lástima y asco, la cena (comisión); nos sirvió las cervezas, no sé cuántas (comisión), hasta que nos fuimos a dormir (comisión). A Gui-Zhou no se le escapa nadie. Sonrisa y venga por aquí, te resuelve la vida, a unos precios que, con la cabeza en euros, son de risa. Gui-Zhou se las ha arreglado, no sé cómo, para no tener competidores. De hecho, el pueblo entero existe para que Gui-Zhou se haga rica. Gui-Zhou te mira de arriba a abajo, te evalúa, sabe exactamente lo que puede sacar de ti. Gui-Zhou no habla idiomas, pero se entiende con todos. Gui-Zhou, sin ser protestante, tiene el perfil clásico del empresario emprendedor. Gui-Zhou está picada por el gusanillo del comercio, es esclava de Hermes, sin saber. Gui-Zhou tiene olfato, te ofrece de todo, pero sabe cuándo parar, hasta dónde llegar. Gui-Zhou es una maravilla, pero tiene un defecto: cuando da la media vuelta, se le cae la sonrisa.

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