WORK IN PROGRESS

sábado, 8 de septiembre de 2007

sin titulo: fragmento

La buena suerte.
Entré, estaba lleno. Porque me viene la desesperación animal entre la turba, busqué un sitio despejado caminando hacia el fondo del local. Mientras avanzaba iba mirando cómo estaba el patio, claro. Antes de llegar al final, una chica muy alta, muy guapa, muy delgada. Noté una mirada suya, evaluadora. Llegué al fondo, el guardarropa y los baños. Me asenté un poco y volví hacia la pista. Otra mirada alta-guapa-delgada. Me acerqué, la invité a bailar. ¿Española? Sí, ¿y tú? Venezolano, aunque tengo diez años por aquí; oye, bailas muy bien, tienes buen ritmo, ¿dónde aprendiste a bailar salsa? Hice un curso, pero todavía me falta aprender mucho. En algún momento me dijo que había sido modelo profesional, claro, por eso lo de la altura, la belleza y la delgadez. Le comenté que tenía mucha suerte, yo, de haber llegado hace cinco minutos y estar bailando con la chica más guapa del lugar. ¡No, hay otras! Los dos sabíamos que no. Bailamos un par de piezas y nos acercamos adonde estaban sus amigas. Intenté invitarla a tomar algo, no quiso. Me preguntó si venía por aquí con frecuencia. No, ésta es la segunda vez, no salgo mucho de noche. Por una mirada que le soltó a un tipo que pasaba supe que si no la divertía me mandaría pronto al carajo. Comencé a buscar qué podía interesarle. Encontré viajes. Como modelo, vivió una temporada en París, otra en Milán, otra en Nueva York; pero ahora le interesaba quedarse por acá, en Barcelona, con su familia, por eso había hecho la carrera de turismo, y porque ya se le había pasado la edad para ser modelo, tenía treinta y uno, ¿y tú qué haces? La pregunta del millón. Iba a decir "sobrevivo" pero pensé que no se vería bien. Soy redactor freelance y también estoy trabajando en un hotel, como recepcionista, pero en realidad lo que me gusta es escribir, ¿volvemos a bailar? Bailamos. Estilo fiesta del Club Hípico, cero manoseo, todo muy correcto, separados, muy decente, discreto, porque ella era, sobre todo, discreta, con su sonrisa constante, transpirando muy buen rollo, frescura; le pregunté si siempre era así; lo intento, ¿no?, trato de estar siempre de buen humor. Bueno, te queda muy bien, haces que uno se sienta a gusto contigo. Salimos a descansar. Le comenté no sé qué payasada del uso sexual del baile, según la hora y el ritmo, en Sudacalandia, y salimos a bailar una pieza lenta. Le pregunté si prefería la versión sudaca o la europea ¿Cómo es eso? Esto allá se bailaría abrazado, ¿quieres probar? Probamos, pero estaba tensa. No habría sexo, sentí, pero no me importaba, me estaba sintiendo muy bien con ella. Luego cambiamos al merengue. Le dije que esto era lo que yo bailaba, en realidad, de chaval; la salsa, en esa época, era un poco marginal, sonaba a música de autobús; de hecho, aprendí a disfrutarla cuando me vine para acá, qué pendejada, y ahora, por ejemplo, tengo un par de meses escuchando salsa cada día, Salsa Brava, la que hicieron en los setenta, una música muy alegre pero con un contenido social super fuerte, muy de izquierdas, y muy buenos retratos de la vida en los barrios, ¿conoces Pedro Navaja? Sí. Como eso, más o menos. A ella le gustaba la Bossa-Nova, algunas cosas de chill-out, y el ya no recuerdo. Traté de hacer que hablara de su vida pero estaba amurallada, sólo me soltó que era la hermana mayor. Cuando la interrogaba inmediatamente me hacía preguntas sobre mí, o cambiaba de tema. No sé por qué. Supongo que habrá un novio, o un marido, o yo qué sé. De todos modos le pedí la dirección de correo electrónico. Volvimos a bailar. Le enseñé algunos pasos, sin mucho tino (yo tenía años sin bailar salsa y, además, nunca he sido ningún crack con el baile, aprendí lo mínimo para no hacer el ridículo). A ti te gusta bailar separados, ¿no? En realidad no, pero me gusta mucho mirarte, la forma como mezclas la salsa con el flamenco, habría que hacer un video-clip contigo. Siguió bailando y sonriendo, y yo seguí mirándola con cara de atontado, supongo. A ratos, volvíamos a nuestras vueltas, pero había demasiada gente. Esto es como los carritos chocones de las ferias, ¿no? No importaba, estábamos como aislados. A veces, alguna mirada un poco demasiado íntima, algún contacto con las manos un poco demasiado suave. Salimos a descansar. Comentamos los estilos de las parejas. Le decía cuáles eran sudacas y cuáles habían aprendido en cursos de bailes de salón. En algún momento, mirando a la gente, la sacaron a bailar. Fui al baño, me mojé la cabeza, compré otra cerveza, miré el reloj, las cuatro y media, había llegado el momento de una retirada digna, más de tres horas juntos, no me había dado cuenta. Terminé la cerveza, esperé que acabara de bailar, me acerqué a despedirla. Me dijo que le había gustado mucho bailar conmigo, que cuando quisiera podíamos quedar; le respondí que a mí me había gustado mucho estar con ella, y claro, cuando tú quieras quedamos. Besos discretos y salida del local, sonriendo, recordando la canción Maestra vida camará, te da y te quita y te quita y te da, caminé unas calles hasta mi habitación, dormí cuatro horas, me desperté recordando la noche, decidí escribirla, y ahora sólo falta enviarle un mail diciéndole que, si quiere verse convertida en personaje de novela, entre un momento a este blog.

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