WORK IN PROGRESS

lunes, 11 de agosto de 2008

sin titulo: fragmento

Que la verdadera amenaza no son los extraterrestres sino los mutantes; los mutantes y los clones. Esos que van por allí sin que puedas distinguirlos, que se apropian de cuerpos de gente que conoces, o que los duplican. Asusta, ¿no? ¿Cómo sabes, por ejemplo, que no es un mutante tu hijo? No lo puedes saber porque el mutante y él son idénticos. Incluso los recuerdos, parece que también los duplican. Han avanzado mucho últimamente, con las nuevas tecnologías. Buscan información en internet, en las páginas personales, ya sabes, el Facebook y esas cosas. Y tienen máquinas que reproducen los recuerdos, los guardan, digitalizados, y luego los implantan en el clon. Retiran el organismo original e insertan el clon, por decir algo, en el camino de regreso a casa, y nadie se entera. ¿Que para qué quieren al organismo original? No sé, para hacer experimentos científicos, supongo; para ver cómo reacciona en otras circunstancias. Como los científicos nazis, ¿sabes?, esos que inyectaban aceite de oliva extra virgen a los judíos para ver qué les pasaba. Sí, ya sé que para eso están los monos y los ratones, pero no te duplican para inyectarte cosas, no, eso no es rentable, sino para estudiar tu conducta humana; para aprender más de la gente y así perfeccionar los mecanismos de manipulación, porque al final es sólo eso, quieren dominarnos a todos, como en la película Mátrix.
Fíjate en tu propio caso, ¿cómo puedes saber que no te han duplicado, que no hay otro igual a ti, por allí, viviendo vidas que nunca te imaginaste?


*


En octubre cumplo dos años en el museo, y aunque ya sé cómo hacerlo, todavía no lo hago; pero en octubre sí, ya me cansé de esperar. Cojonudo haber aprovechado el tiempo para escribir esta novelita, haber inventado amantes, historias, viajes; pero ya, no más, quinientas páginas son demasiado, y está claro, por más que me haga el escritor, no sirvo para proletario.
Aunque no acabo de resolver lo de la venta del cuadro. El tipo que robó la Mona Lisa vendió unas diez copias y dejó el original en la habitación de un hotelucho, y nunca más se supo de él. El crimen perfecto. Incluso, una lección para los demás. Los del Louvre se dieron cuenta de que tenían que mejorar los sistemas de seguridad, y los millonarios hijoputas compradores del mercado negro supieron que los habían estafado; y los marchantes corruptos vieron que sus días como marchantes, o incluso, como seres humanos, estaban contados; y el ladrón, mientras tanto, se fue a vivir, millonario, a alguna isla tropical paradisíaca. Algo así tendría que montarme; pero lo primero es lo primero, y es robarme el cuadro. Después tomármelo con calma, no cambiar el estilo de vida, no dar a entender que he sido yo. Ir a trabajar, volver a la habitación enana, escribir, cascármela y dormir, para al día siguiente levantarme, ir a trabajar, volver a la habitación enana, escribir, cascármela y dormir, para al día siguiente etc., seis días a la semana, cincuenta semanas al año. Mientras tanto, el cuadro escondido en la consigna de una estación de tren. Y entonces, después de un año, o algo así, trabajar en la venta. Pero hacerlo todo tranquilo, relajado, como cagar mientras llenas crucigramas.

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