WORK IN PROGRESS

lunes, 11 de agosto de 2008

sin titulo: fragmento

También está aquello de la física cuántica, lo conoces, ¿no? Dicen los científicos que hay muchos universos y una sola realidad. No sé, no me preguntes a mí, eso es lo que dicen ellos. Por lo que entendí, sólo podemos saber de un pedacito muy pequeño de uno solo de esos muchos mundos, pero hay millones de millones de universos posibles parecidos y simultáneos a éste que vemos. No, no sé dónde están, no tengo la menor idea. Entonces, imagínate, también habrá millones de millones de personas, como tú, leyendo esto, sin enterarse de nada, exactamente igual a como estamos ahora los dos. Quién sabe, quizá dentro de cientos o miles de años. Sí, es como si hubiera millones de millones de clones y de mutantes circulando por allí, en todos esos universos. Si por azar chocas con alguno, ¿por qué no?, podrías regresar a tu casa un día y encontrar que no tienes un hijo, sino dos. Y entonces, ¿qué vas a hacer, mandar a uno de ellos a la calle, a que se devuelva a su universo, a su realidad? ¿Pero a cuál, cómo lo escoges? Tendrías que revisar segundo a segundo sus vidas para saber cuál es la copia y cuál es el original, y eso no se puede, ya se sabe, nadie puede revisar así la vida de los demás, ni siquiera la propia. Sí, lo puedes decir, claro, que son gemelos, pero entonces, ¿cómo te lo montas con el gobierno? ¿De dónde sacas los papeles de la maternidad?


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También podrías regresar a Sudacalandia a la caza del chanchullo. Con el dinero del préstamo disfrazarte: ropa, invitaciones de botellas de whisky, alquiler de coches, mensualidades en el Country Club.
Mover las relaciones, venderse, buscar la manera de contactar con gente del gobierno. Encontrar el cambur. Ir con el cargo público en el medio de la frente. Cuando lo tengas, meterle mano a los presupuestos, arreglar las facturas. O que te pongan donde puedas chupar: un puesto en los tribunales, en el registro, en cualquier sitio bueno para la extorsión, “¿Quieres al papel, necesitas el permiso? Pendejo, paga”.
O hablar de grandes contactos en Europa, prometer negocios millonarios. Algún cuento de inversionistas, de exportación/importación, no sé, alguna vaina que suene grande, con faxes en inglés y en francés, llegando cada diez minutos, enviados desde tu ordenador a la oficina que has alquilado en un edificio de oficinas que esté de moda. Págale a unos cuantos conocidos, conectados con los ricos, para que rieguen la voz de que contigo se han ganado una buena pasta. Entonces recolecta. A los primeros, invéntale ganancias con el dinero de los demás. Sigue recolectando y, cuando tengas el bolsillo lleno, te pierdes, cambias de ciudad o, si el golpe ha sido bueno, te mudas de país, por si acaso, y si te apetece, si te vienen las ganas, si te sale de los cojones, lo vuelves a hacer.
Perseguir a alguno de los viejos amigos ricos. Recordar los años mozos entre copa y copa, inventar alguna historia trágica, jugar con la lástima, proponerle un pequeño negocio en común. Trabajar duro, para que se vea que tienes ganas de recuperarte. Ganarte su confianza y, cuando la tengas, vaciando sus cuentas desaparecer.
Entonces, cuando tengas a tu nombre unos cuantos cientos de miles de dólares, dedícate a lo que te gusta: cagar mientras llenas crucigramas.

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