WORK IN PROGRESS

jueves, 20 de noviembre de 2008

tiemposmodernos

--Bueno, seguimos con la fantasía pero tú me ayudas.
--Claro, ¿en qué puedo servirte?
--Yo digo lo que haces tú y tú dices lo que hago yo, ¿vale?
--Vale, suena bien.
--Tú me coges la cara entre las manos y me besas.
--Tú mueves las manos por mi espalda, primero fuera de la ropa, luego por dentro.
--Tú también y comienzas a besarme el cuello.
--Gimes corto, suave, y me arañas un poco.
--Como aquella vez en el bar del teatro, ¿te acuerdas? Me empezaste a acariciar el escote.
--Claro que me acuerdo, fue nuestro reinicio, pero esto no es fantasía, así que no vale.
--Pasas tus dedos por mi cabello, lo hueles, me dices que sigo oliendo igual que siempre, que huelo a hierba o monte o yo qué sé.
--Buscas mi boca y me das un beso, primero dulce, luego intenso, con tu lengua.
--Tus manos están en mi pecho que está duro, tocas a través del escote y notas la piel suave, me susurras lo mucho que me has echado de menos, lo mucho que me amas, que no te quieres separar de mí nunca más y me vuelves a besar con delicadeza y después con fuerza.
--Me dices que tú también quieres estar conmigo, enamorada, como cuando tenías veinte años, y me pides que vayamos a algún lugar, a hacer el amor.
--Me coges de la mano y me llevas a algún lugar, cualquiera, por allí en la Rambla. Abres la puerta, me coges en brazos y me metes... de culebrón total.
--No, los culebrones no los hacen en la Rambla, y en la Rambla sólo hay hoteles de guiris, así que te llevaría a los hoteles del Paseo de Gracia, que son mejores.
--Bueno, donde quieras, yo sólo quiero estar contigo.
--Eso es lo mismo que pienso yo, aunque sea en la playa... bueno, el hecho es que llegamos a la habitación, nos acostamos, y te colocas sobre mí.
--Y tú comienzas a tocarme las nalgas por encima del pantalón, después metes tus manos y sigues tocándome por dentro, me sientas y me comienzas a desnudar con tanta suavidad como a un bebé.
--Mientras tú acaricias mi pelo, y me aprietas cuando te lamo el cuello, las orejas, el pecho.
--Según mi decálogo, ¿está bien que esté tan mojada y que teniendo estas fantasías, que ya las tengo, las comparta contigo?
--No sé, lo escribiste tú, mi decálogo sólo tiene un mandamiento: hacer lo que salga de las tripas, nada más... Mi decálogo es un monólogo, más bien.
--Bueno, tú me has desnudado, y comienzas a lamer mi clítoris.
--Joder, qué rápida, yo había pensado en el ombligo, pero ya que estamos... tú has levantado las piernas, y apoyas los talones en mis hombros.
--Estoy muy mojada y entre más lames más me mojo, tanto que siento dolor... es verdad, me está pasando.
--Bueno, ya estás hablando en primera persona, y era en segunda... yo haré trampa, gimes cuando recorro con mi dedo tu vagina, suavemente, y bajo, y voy a tu ano, mientras te lamo.
--Es que tú eras yo, y al revés, pero como no has dicho eso, lo digo yo imaginándolo.
--Bueno, da igual, sigues gimiendo mientras te lamo, abro tus piernas un poco más, y paso mi lengua alrededor de tu ano, y hundo la punta.
--¿Cómo le llamas?, ¿polla o cómo?... es que yo ya me acostumbre a los términos de acá.
--Yo ya soy un mix, dile como quieras.
--Nunca más me acosté con un sudaca.
--Buena decisión.
--La polla se te había puesto muy grande, muy hinchada y estaba como yo la recuerdo, gruesa...
--Mi polla sigue igual.
--Un momentito, estoy con mi marido al phone.
--Vale, no vayas a confundir los diálogos.

*

Tenía dos opciones, escribir una novela con estructura, personajes, y todas estas polladas, al gusto del mercado local, o continuar con la payasada que comencé hace diez años, de escribir libros autobiográficos y experimentales.
Me fui por la segunda opción, claro.
De todos modos ya había escrito media novela, al gusto local. Una historieta de un robo con allanamiento practicado por un tipo que quería salir del anonimato. El tipo y yo somos lo mismo, más o menos. Compartimos opiniones, podría decirse.
Pero había un problema: cuando escribí la base de lo que sería la novela estaba de mal rollo. Por ejemplo, insultaba al lector por leer el engendro de libro en el transporte público que lo llevaba a su trabajo. Le decía que me parecía gracioso ver cómo pasaba sus días obedeciendo a un tipo que lo despreciaba o, si tenía suerte, lo ignoraba. Era una pose, porque yo en esa época estaba desempleado, no encontraba un agujero laboral, no conocía el truco de desmantelar el CV., no producía dinero, mi ex aprovechaba para machacarme, y claro, yo no estaba bien, normal.

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