WORK IN PROGRESS

martes, 12 de mayo de 2009

la fama, o es venerea, o no es fama (continuacion)

Hotel de playa
A lo largo del día, mientras estuve caminando, me fui cruzando con pequeñas construcciones coronadas de banderines rojos.
A final de tarde llegué a un hotel de playa. Pensé que me haría bien un baño con agua dulce y pregunté en la recepción cuánto me cobraban por poner, junto a las tumbonas, mi tienda de campaña.
--Tres euros.
--No, tres no puedo, puedo uno.
--Dos.
--Uno.
--Bueno, uno --el hotel estaba vacío.
Cuando acabé de montar la tienda el hombre con quien había negociado se acercó. Saqué el dinero para pagarle y me dijo:
--Tres.
--¿No me habías dicho uno?
--No, son tres.
--No hay problema, no pasa nada.
Desmonté la tienda de campaña mientras el hombre me miraba preguntándose por qué yo no pagaba tres en vez de uno.

Porte du non retour
Comenzaba a oscurecer, tenía que encontrar rápido un lugar donde dormir. Entonces, para mi sorpresa, llegó el arco de cemento y las figuras retorcidas de bronce de la Porte du non retour; ¡era Ouidá, mucho antes de lo que esperaba!
Saludé al monumento y, a diez minutos de distancia, comencé a montar la tienda de campaña aprovechando un desnivel de la arena que me dejaba más o menos oculto. Cuando estaba por acabar se acercaron tres hombres para decirme que no era muy seguro dormir allí, que podía poner la tienda cerca de su casa. En el camino les pregunté qué hacían. Pecheurs du requin, me dijo el único que hablaba francés. ¿Y cuándo salen de pesca? Mañana. ¿Puedo ir con vosotros? El pescador rió y le comentó a sus compañeros. Tienes que estar listo a las seis. No hay problema. Me señalaron dónde poner la tienda de campaña, junto a su barca. Nos despedimos. Me instalé.
Mientras ponía los clavos un cangrejo caminó este poema:

Olas-catedrales:
bajo a la cripta y muero
sólo por un momento

Ballenas
A las seis estaba listo, todos mis bienes dentro de la mochila. Los pescadores llegaron cargando combustible y redes. El jefe me dijo, en un inglés difícil de entender, que guardara mi mochila en su casa. Intenté ayudarlos con los bidones pero no me dejaron.
Empujamos la barca deslizándola sobre rolos de madera. La barca entró al agua. Me pidieron que subiera. ¿Por qué? Es mejor. El que hablaba francés también subió para intentar encender el motor. Los demás pescadores, con el agua al pecho, sostenían la barca evitando que el mar la regresara a la playa. Cuando el motor encendió, subieron. Buscaron un espacio entre una ola y otra para poder entrar al mar. Por fin enfrentamos al punto donde rompían las olas. Cubiertos por el agua nos fuimos atrás. Otra espera. Los pescadores, mientras tanto, achicaban. En la orilla el jefe gritaba. Segundo intento, una ola casi nos voltea. Otra vez a esperar. A la izquierda un pescador en una barca de remos fue volteado por el mar, desesperado, buscaba lo que había estado adentro. Al tercer intento, por fin, pasamos. El jefe gritó, ellos gritaron de vuelta. Poco a poco nos alejamos de la costa.
Paramos cuando la tierra era un hilo lejano. El que hablaba francés cantó y los demás halamos la cuerda de la red siguiendo el ritmo. La red estaba rota, no tenía nada. Con el motor murmurando fueron soltando una de las redes que habían traído. El que hablaba francés me preguntó si estaba mareado. No, nada. Le pedí que me tradujera la canción, había notado que nombraba lugares. Me explicó. Cuando me preguntaba cómo había llegado hasta aquí salió del agua una cola enorme, a veinte o treinta metros, y desapareció con estruendo. Yo me levanté feliz pero los pescadores, asustados, golpearon el fondo de la barca con los remos. El que hablaba francés me explicó que era para alejar al mal bicho, porque si golpeaba la barca nos hundíamos.
--Las ballenas son malas --me dijo.
--Si nos golpea es sin intención --las defendí.
--Son malas. Son ellas las que rompen las redes.
Con el motor al máximo la ballena quedó atrás, resoplando, de vez en cuando, su chorro de agua y sacando la cola para azotar al mar. Más adelante, muy lejos, apareció otra ballena.

2 comentarios:

paula dijo...

A lo mejor me falla la memoria,pero no recuerdo los poemitas,que me parecen grandes,que acompañan a esta etapa de Rotschild con un euro al día.En realidad me importa poco...me gustan esas impresiones.
Un abrazo.paula

Armando Luigi dijo...

tienes muy buena memoria, es verdad, los poemitas pseudo haikus son nuevos, de la versión final de la novela. y la casa rotschild creo que cuesta ocho euros por día, o sea que si estuviera en benin no la habria podido ver. un abrazo