WORK IN PROGRESS

domingo, 10 de febrero de 2008

sin titulo: fragmento

De Udaipur, también, son las historias del adolescente listo, la montaña de los monos, el templo sonoro, y el comienzo de mi enfermedad.

El adolescente listo: apareció en una calle del otro lado del lago seco, le preguntamos algo, se quedó hablando no sé qué, y ahora no puedo decir por qué era tan listo, pero allí están las fotos, los ojos brillantes, la sonrisa maligna, esas cosas que tiene la gente inteligente, ¿pero por qué lo dices, cómo sabes que era listo?, por lo que decía, ahora no me acuerdo, y el sentido del humor, tampoco importa, era listo y ya, y eso, en realidad, tampoco importa, hará lo que tenga que hacer, como todo el mundo, el tiempo que le toque, y después lo de siempre, nada más.

La montaña de los monos: también los monos eran listos, escogieron, para vivir, una montaña con cascadas y palacio de verano real, un lugar convertido en parque natural. Creo que todo el mundo era listo, por allí. Pero ese no es el tema, sino los monos, unos bichos grandes, del tamaño de un perro, y con cara de mordisco y de maldad. Treinta o cuarenta personajes, sentados en la carretera, y uno sin saber si, al pasar, se pondrían cabrones. Y claro, a ver cómo lo averiguas, si ni siquiera les puedes preguntar. Andaba el líder por allí, haciéndose el importante, y los otros machos, cuidando a las mujeres y a los monitos. Lo ideal hubiera sido mandar a mi ex primero, claro, por aquello que nos diferencia de los animales, la cultura y la civilización, la revolución tecnológica, la medicina, los transportes, la igualdad de los sexos y esas cosas, sobre todo por la igualdad de los sexos, pero mi ex no quiso, no entendía de qué iba el rollo de esta igualdad, para algunas cosas nunca lo entendió, para otras, perfectamente, así que nada, tuve que pasar yo primero, no sé por qué.

*

Ayer, aburrido en el hotel, estuve escribiendo sobre un papelito la estructura del capítulo:

Línea 1. Autobiografía: mudanza; espacio; sueño; territorio; cotidianidad; fin de Castelldefels; huída del amor recurrente; trabajo; acabar el capítulo con el cambio de empleo.

Línea 2. Novelita: compradores; miedo, ¡oh, lectores queridos!; transacción; amenaza; acabar el capítulo con la huída.

Línea 3. Recuerdos: la historia de mi ex y el viaje a la India, acabar el capítulo con el overbooking y los dos días de hotel cinco estrellas.

Línea 4. Fragmentos: continuación de los juegos: Europa en imágenes: Antigüedad Clásica, Edad Media, Renacimiento, Barroco, Romanticismo (Louvre), Vanguardias (d'Orsay), Arte contemporáneo (Pompidou). Tendré que pagar la entrada del museo de Orsay, habrá que esperar un par de semanas, ahora no puedo, por la crisis de liquidez. Asia, sacada del Quai Branli, o no, cambiar la vaina visual por la auditiva, y usar el viaje a la India, que estará por allí rondando, y algún recuerdo de Turquía y China; acabar el capítulo con alguna otra mamonada fragmentaria.

Línea 5. Discursos. El guión de cine. El encargo de la TV movie (mejor, con tanta vaina, esto lo dejo para después). Seguir, más bien, con los epigramas, hasta la mitad del capítulo, más o menos, y la segunda mitad, hasta el final del capítulo, usar algún otro modelo de texto corto, ya veré.

No sé dónde carajo dejé el papelito con la estructura del capítulo. He revisado todos los bolsillos. Debo haberlo tirado quién sabe dónde. Pues nada, sin el papelito la cosa está jodida, no me queda más que improvisar.

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Juego: con cuero de rinoceronte fabricarse un escudo. Nudos, protuberancias, arrugas. Una cosa más bien fea, pero funcional, que se pueda llevar en la cabeza para sentarse a esperar los viejos tiempos, esos que caen de golpe, por sorpresa, desbaratándote la cabeza si no estás preparado. Exhibir, un rato, el escudo de cuero de rinoceronte en la vitrina, y mirarlo, y escribir esto en el ordenador de bolsillo, y ver que se acerca el vigilante de sala, con ganas de joder, por tu maquinita, el ordenador de bolsillo, y sacarte un audífono, y oír, de Non credo, sólo la mitad. Quoi?, le preguntas. J'ai rien dit, monsieur, responde. Ah... Bien. Y que cada quien siga su camino, como mejor pueda.

Juego: aplanarse las orejas, darle y darle hasta que queden chatas y circulares. Después trabajar los caninos, afilarlos hasta que sobresalgan, largos, como los de un elefante. Ahora mírate fijamente en el espejo. ¿Sientes miedo? Al menor movimiento, echa a correr.

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