WORK IN PROGRESS

miércoles, 27 de febrero de 2008

sin titulo: fragmento

Agra. Terminaba de amanecer cuando entramos. Sobre el azul suave del cielo (atrás está el amplio espacio vacío del río), el edificio de mármol blanco como una escenografía en technicolor. Aunque había visto cosas parecidas en Estambul y en Delhi, aquí había algo inhumano, a lo Bach. Si la idea fue reproducir una fantasía de paraíso, les quedó de puta madre. De entre los iconos manoseados por la televisión y las revistas cutres que he visitado (Torre Eiffel, Estatua de la Libertad, Coliseo, Muralla China, Torre de Pisa, Partenón, Pirámides de Egipto, Domo de Florencia, Sagrada Familia de Gaudí, etc.) me quedo con el Taj Majal, seguro. Pero no soy el único: en media hora el Paraíso se llenó de turistas. Indios, casi todos. Discretos, como son ellos, pero multitudinarios. Entramos al mausoleo, la turba nos sacó rápido. Paseamos por los jardines, le dimos vueltas al edificio; nos sentamos por detrás, mirando a la ciudad, al río, a una familia india, ropas coloridas y matriarcado. Cuando nos estábamos levantando una pareja de chavales me preguntó si podían hacerse una foto con mi ex. Les dije que le preguntaran a ella. Le preguntaron. Ella aceptó, fastidiada, porque esto era a cada rato (los indios no soportan ver a una occidental guapa, comienzan a darle vueltas, como a una perra en celo). Cuando la pareja de chavales se despedía se acercaron otros cuatro. Me preguntaron. Les dije que sí, pero pagando, cinco rupias por cabeza. Se rieron y me preguntaron si hablaba en serio. Les dije que sí. En vez de largarse se metieron las manos en los bolsillos y sacaron la pasta. Mi ex me preguntó qué hacía, le expliqué. Se preparó para la foto, ahora sí, alegre sonrisa. Creo que sacamos, en media hora, lo que habíamos pagado por las entradas. Unas treinta fotos, más o menos.

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