WORK IN PROGRESS

jueves, 28 de febrero de 2008

sin titulo: fragmento

Para seguir con mi plan de huida he comenzado a buscar trabajo en hoteles decentes. Hace unos días fui a una entrevista en uno con cinco estrellas, llevando el currículo recortado, por supuesto. Nada de estudios universitarios ni pendejadas de estas que no sólo son inútiles, sino dañinas. Hace un año mi vida cambió gracias a un argentino de una empresa de trabajo temporal que me mandó a la mierda diciendo “Che, con este currículum no te va a dar trabajo nadie; doctorado, libros publicados, maestrías… ¿quién te va a contratar?, ¿para que trabajes sin ganas?, ¿para que cuando puedas los dejes colgados?”. Joder, tenía razón, y yo, gilipollas, no me había dado cuenta. Para encontrar trabajo no hay que ponerse sentimental, hay que ser guarro, pragmático. Si metes la autoestima o la identidad te vas al carajo, te quedas desempleado. En el hotel cinco estrellas me ofrecieron comenzar como botones. El broche de oro, para mi historia laboral, de puta madre: arranco como abogado interno de una trasnacional británica y ahora aspiro a botones, después de ser propietario de un pequeño bar y copy publicitario, entre otras payasadas. Pero ahora lo que busco es flexibilidad, tengo que irme de Barcelona, rápido. Aquí me ahogo. No sé si es la presencia de mi ex, la conexión de las calles con estos años pesados, insípidos, apagados, o simplemente que ya la ciudad no me dice nada, después de casi una década. He oído que, si tienes idiomas, puedes encontrar trabajo fácilmente en los hoteles de las grandes ciudades, que la oferta de puestos supera a la demanda. Y yo sigo con mi monotema de París. Así que, como base, vivir del dinero que gano como recepcionista, y viajar y respaldar mis mudanzas con los ingresos espasmódicos que saco como redactor freelance; parece una buena idea. Poner en el Cv que he trabajado en hoteles grandes se verá bonito. El salto de un hotel de cuatro o cinco estrellas a uno de dos o tres es mucho más fácil que al revés. De hecho, creo que al revés no hay salto. Lástima, porque ya casi me estaba gustando el hotelito pequeño. Es como si me pagaran por hacer esto, porque encerrado tras la barra de la recepción sólo tengo dos opciones: o leo, o escribo. Y a veces, claro, un par de horas al día, hay que trabajar.

*

Me dices que no entiendes mis libritos, que te pierdes, que no distingues lo que es chiste y lo que es serio, que nunca se sabe. Pero no, es al revés, conmigo siempre se sabe. Sólo hay una fórmula, sencilla, que repito monotemáticamente: cuando escribo, nunca digo lo que digo; y no le des más vueltas, no digo nada más.

*

Y al carajo con las esperas, uso el formato anuncio publicitario, aunque se mezcle con los epigramas, para la huida de nuestro héroe, ¡oh ilustres lectores!

Publicidad para televisión: con música animada sonando en el fondo (quizá algo retro, un éxito pop de los años sesenta, algo que refiera a los movimientos libertarios hippies en formato light) un hombre, con movimientos exagerados, se levanta de su silla frente al ordenador y se acerca a la barra de un cybercafé; coge una jaula, le abre la puerta, la sacude, hasta que el lorito se va volando, frente a la mirada incrédula del propietario del lugar. El hombre sale saltando, la cámara lo sigue calle abajo, hasta que se agacha junto a un caniche que orina el tronco de un árbol, desata la correa que enlaza el caniche a una viejecita, y el caniche escapa corriendo asustado. El hombre continúa, acelerado, y vemos que, en la misma acera, mete las manos en un cochecito, saca a un bebé, y lo pone sobre el suelo, cuidadosamente, mientras la madre lo mira aterrada. El hombre entra a una bodega, sale protegiendo algo entre las manos, no sabemos qué es. La cámara lo sigue por detrás, cruza calles, avenidas, entre coches que frenan para no atropellarlo. La carrera enloquecida del hombre sigue hasta que, finalmente, llega al mar (a la Barceloneta, por decir algo, aunque también puede ser el Sena, o cualquier sitio con agua, en realidad). El hombre se inclina y la cámara, por fin, enfoca sus manos: está abriendo una lata de sardinas, que lanza, con movimientos toscos, al agua. Voz en off: “Para quienes aman la frescura de lo natural, sardinas equis”. Logo sobre fondo blanco.

No hay comentarios: