WORK IN PROGRESS

sábado, 23 de febrero de 2008

sin titulo: fragmento

Pushkar. En la calle turística, alrededor del lago, un garabato de lo que, en la cabeza de un hippie trasnochado, tendría que ser la India. Cada vez que me levantaba del water había convertido, milagroso, cristiano, el agua en sangre. Tarantines con ropa mal teñida, pulseras flojas, collares largos, discos rayados, pinturitas del Ché, mamonadas; las cenizas de Ghandi, que según la guía flotaban en el lago, se revolvían, efervescentes, como una pastilla de vitamina C. Los ácidos estomacales de mi diarrea continua se habían comido las paredes de mis hemorroides, por eso la sangre; pero no lo sabía, pensaba que podía tener un agujero en algún sitio, por dentro. Frente a la puerta del hotel estaba sentado un tipo con una cobra en una cesta; para tomar una foto le tiré unas monedas a la cesta, rebotaron en la cobra; ya estresada (porque esta era, justamente, la función del tipo, mantener a la cobra de mala leche, para que, levantada, abriera las alitas, que es como gusta), mordió la mano que la alimentaba; no pasó nada, le habían arrancado los dientes. A mi ex no le dije lo de la sangre, claro, no quería cagar, literalmente, el viaje, pero estaba acojonado, perdiendo kilos, y prefiriendo morir antes que visitar, como cliente, un hospital indio. Después de subir por los frescos psicodélicos, motivo hojas de marihuana, las escaleras, las vistas de la calle y del lago, y de un templo en lo alto de una montaña. Cuando mi ex me dijo que quería ir el templo intenté resistirme, pero puso mala cara y acabé cediendo; mareado, atontado, con nauseas, después de muchos escalones y árboles y viento y vistas, casi llegamos arriba, le dije que acabara ella, que la esperaba aquí (justo donde estaba a punto de caerme), pero abandonó, se había cansado, menos mal. Una vaca orinaba con un chorro largo sobre la tierra de una callejuela, un tipo que venía caminando se mojó los dedos en la orina y se los llevó a la frente, como persignándose con agua bendita. En el día mareado y tonto, en la noche tembloroso y sudoroso; trataba de que no se notara y mi ex, apoyándome, seguía el juego, hacía como que no sabía de mi enfermedad. Un tipo venía dibujando con cal una línea para separar, de un lado, a los votantes, y del otro, al Mercedes Benz negro que vendría cargando a un político avispado; el tipo se encontró con una vaca sentada; intentó espantarla, nada; a la vaca, como no votaba, no le importaba un carajo ni la línea de cal ni el Mercedes, mucho menos el político avispado; el tipo interrumpió la línea, antes de la vaca, y la continuó después. Cada vez que podía me sentaba, en los muritos, en las escaleras, en el suelo de los templos, me sentaba; mi ex se paseaba entusiasmada, por fin era ella la que me dejaba atrás.

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