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domingo, 31 de agosto de 2008

guia de barcelona para sociopatas (2007): fragmento

Aturdido por apariciones como ésta el protagonista de la novela de suspense (que soy yo) no tuvo más opción que preguntarle a un amigo psiquiatra qué carajo podía hacer para no ver sospechosos por todas partes. Pero el amigo psiquiatra (Slavko Zupcic, Sucio, en español) pensó que mi paranoia era chiste, ejercicio literario, o algo así. Y es que Slavko, además de psiquiatra, es escritor, y juntos formábamos, en V., la escuela literaria de V., que agrupaba a los narradores menores de treinta años más prestigiosos del país (nosotros dos, indiscutiblemente). La escuela de V. se caracterizaba, sobre todo, por la profunda y sincera búsqueda y reflexión escatológica, en el buen sentido de la palabra. Slavko llegó, por ejemplo, a publicar en el principal diario del país un cuento en el que narraba las reflexiones del muñón de la pata de un perro cojo obligado a sodomizar cada noche al amo del perro. Alta escatología.
Slavko no sólo se negó a tratar mi paranoia (la del protagonista de la novela de suspense, que era yo), sino que además me hizo invitarlo a tomar cervezas, para pagarle el no sé qué.
En una mesa de un bareto, en Gracia, estábamos comentando el concierto de Messiaen cuando, no sé cómo, saltó a la conversación el antiguo profesor de acordeón de Antonia:
—Ese maestro Casas es un personaje interesante, es un viejito enano y flaco, de aquí de Cataluña, que tiene toda la vida allá —dije yo, mirando a Clara.
—Se fue por lo de la guerra —Antonia.
—Compone unas cosas stravinskeanas no tan malas… creo que tiene mucho futuro, pero el problema es que ya se va a morir —yo.
—¡Cónchale, no digas eso! —Antonia.
—Joder, pero es que se está acabando, ya casi no camina y huele mal. ¿Qué edad tiene? —yo.
—¿Tú sabes que ese carajo cuando llegó allá era albañil, y comenzó a dar clases de música por una apuesta que ganó en un bar? —Slavko.
—¿Cómo es eso? —Antonia.
—Apostó que podía tocar Para Elisa con las nalgas y ganó —Slavko.
—¡Qué mentira! —Antonia.
—Eso no se puede, mojonero —yo.
—¡A pues, te lo juro poeta, el tipo tocó Para Elisa con las nalgas! —Slavko.
—¿Y tú de dónde sacas eso, quién te lo dijo? —yo.
—Mi tía, Petrica Saldivia —Slavko.
—¡Ah, la que toca la Patética con las tetas? —yo.
—Claro, esa misma, la que tocaba el principio de la Patética con una teta —Slavko.

1 comentario:

paula dijo...

Me alegra que seas cabezota je,je.Me he reído de lo lindo ,imaginando al dúo de artistas(haberlos hailos)y he aplaudido la actuación, con los labios que no sonríen, yo también tengo mi puntazo musical je,je.