WORK IN PROGRESS

jueves, 24 de enero de 2008

sin titulo: fragmento

Me contó que durante un tiempo estuvo saliendo con un tipo que trabajaba como relaciones públicas de una revista para hombres, un argentino que sobrevivía haciendo gitanerías, metiéndose en todos los trapicheos que le pasaban por delante. El tipo la introdujo en el mundo del intercambio de parejas y las orgías. Me contó que su primera experiencia fue con un matrimonio amigo del argentino. Organizaron una cena y después alcohol, porros, todo de muy buen rollo, muy relajado. Dice que estaba un poco colocada por la marihuana, en un sofá, cuando sintió que comenzaban a desnudarla. Al principio se sintió un poco cortada, al notar que tres bocas le besaban el cuerpo, pero luego se dejó ir. Lo que más recuerda es lo bien que se la pasó con los besos de la chica. Me dijo que sólo una mujer podía saber cómo dar el máximo placer a otra. Además, esta chica, cada vez que podía, se lanzaba sobre su "figa", le gustaba mucho su olor y su sabor, decía. Entre los dos hombres no se tocaban, me respondió, y por su parte tardó en decidirse a lamer a la chica, y sí, le gustó, me dijo que no le costaría mucho tener una relación lesbiana seria.
Esta pareja, la de los intercambios, tenía historias curiosas. La chica, que durante el día era un correcto ejemplar de la pequeña burguesía catalana, hija de los dueños de una cadena de pastelerías, en la noche se transformaba poniéndose una peluca de pelo corto negro. La chica de la peluca no era especialmente guapa, pero tenía su atractivo, era muy sensual, según parece. Una vez, en una discoteca, ella, el argentino, y el marido de la peluca, cansados, decidieron regresar a casa. La peluca quería más marcha, así que decidió quedarse otro rato en la discoteca. Hacia las cinco de la mañana ellos seguían esperándola. Por fin, apareció un taxi. La peluca bajó, abrió la puerta del chofer, se arrodilló, y comenzó a darle una mamada al taxista, allí, en el medio de la calle. El marido de la peluca saltó diciendo “¡Miradla, menuda furcia, qué guarra!”, estaba feliz. Me dijo que ella eso no lo haría, mamársela así a un completo desconocido.
Después de un tiempo se acabó el juego, ella y el marido de la peluca comenzaron a gustarse, quizá se enamoró de él, y claro, en estas cosas la principal regla es que no haya sentimientos de por medio, sólo deseo sexual, me dijo. Del argentino se alejó luego, le dio miedo quedarse enganchada en este ambiente, no me dijo por qué.

1 comentario:

Eva dijo...

jaja! muy buena la historia de la figa, el buen rollo y la peluca...

Creo que está claro que el no querer engancharse a 'ese ambiente' es la duda que ronda por la cabeza de si se podrá o no controlar. Y como nuestro instinto animal tiende a a ir hacia la izquierda por naturaleza, mejor no provocar nada, de lo que quizás después tengamos que arrepentirnos (al que le divierta arrepentirse, claro). La dependencia, el recato, 'Lo correcto'. Muchas veces es mejor quedarse con las ganas de sentir y hacer todo lo contrario, aunque nos sintamos tentados.

Ya se sabe que cuando hay sentimientos de por medio es cuando empiezan los problemas. Las preguntas, las explicaciones... Preocúpate cuando esa persona se interese por 'lo que esperas del futuro'. Se está pillando. Fijo.

Todo lo que en un principio se dice uno para sí que no va a pasar, pasa, sin más.

Lo jodidamente admirable es probarlo, gustarte y no engancharte.

Quizás 'tu amiga' no estaba al 100% segura de esa conclusión, por eso no podía darte una explicación del porqué le daba miedo engancharse.

Ahora me ha venido a la cabeza una frase que dice algo así como que 'la cabra siempre tira pa'l monte'.

Un abrazo Armando! ;-)

Eva.