WORK IN PROGRESS

miércoles, 2 de julio de 2008

sin titulo: fragmento

Había intentado pasar con la mochila de un lado a otro de las montañas, en una caminata de tres días, pero entre la fatiga de la altura, el sol de julio, y el suelo que se desboronaba, tirándome de culo un par de veces, mostrándome que no era difícil despeñarse, decidí regresar a la aldea del billar.

En la mañana me senté a esperar algo que me llevara a Marrakech. Nada. Un tipo con una camioneta de carga me dijo que iba a un pueblo y que allí, quizá, podría encontrar a alguien que me acercara a Marrakech. Le pregunté cuánto, me dijo que lo que yo quisiera, le ofrecí una cantidad, me dijo que estaba bien. Embutido detrás, encerrado junto a unas cajas de tortas dulces, dejé la aldea del billar. El pueblo al que me llevaron las tortas era más grande, sí, pero no había movimiento. Cabras, casas roñosas, y cuatro tenderetes. Me compré un sombrero de cuero, rollo Indiana Jones. Estuve preguntando si alguien iba a Marrakech. Nadie, pero había uno que podía llevarme a una ciudad con una terminal de taxis. Vale. Que esperara hasta las dos de la tarde, cuando regresara de repartir no sé qué. Okay. Estuve sentado un par de horas, debajo de mi sombrero, mirando la única calle del pueblo y haciendo fotos desde el pecho. A veces, alguno me preguntaba quién era, de dónde venía, a dónde iba, chorraditas así, filosóficas.
*
A mediodía supe de uno, repartidor de zumos envasados, que iba al pueblo donde había ofrecido llevarme el otro. Perfecto, así no tendría que esperar hasta las dos. Le pregunté cuánto. Nada. ¿Cómo que nada? Nada, yo igual tengo que ir allí. Bueno, vale. Me senté entre el tipo, que conducía, y su compañero. El compañero no hablaba francés, así que, apretado, fui el centro de una conversación en berebere. Como el conductor sí hablaba algo de francés dejó al compañero de lado para contarme de su familia, su mujer, sus hijos, sus hermanos, su madre, la madre de su madre, su padre, etc. Después me preguntó por mi familia; cuando le dije que vivía solo se quedó callado, como si hubiera puesto la gran cagada al preguntarme. Repartimos zumos por varias aldeas, cobramos un par de facturas, y llegamos a la ciudad de la terminal de taxis. En la ciudad había un parque que me quisieron mostrar. Era una cascada bastante alta que salía, no sé cómo, del desierto. Muchos metros más abajo la turba se bañaba, entre parrillas, toallas, cocodrilos plásticos inflados de aire, etc.; la peña se la pasaba bien, abajo, de verdad, se escuchaba contenta; normal, quién no quiere el agua, en el desierto. El conductor me pidió una foto juntos, me dejó una dirección de correo electrónico para que se la enviara, me volvió a ofrecer su casa, pero como vio que me hacía el pendejo no insistió. Estaba feliz, supongo que yo sería su historia de la semana. Le di las gracias y después de mucho insistir conseguí que aceptara algo de dinero. Un algo alto, le dejé, una quinta parte de su salario mensual, como cincuenta rupias europeas, por el buen rollo con el que me había tratado. Después de que se fueron me quedé un rato en el parque, y luego caminé hasta la terminal, que era una hilera de gente sentada en la orilla de la carretera, nada más.
*

Pregunté quién iba a Marrakech. Tres, conmigo cuatro, faltaban dos, otra vez, joder. Una, dos, tres horas sentados, nada. Los de Marrakech dijeron que lo mejor era llegar a otro lugar, más grande, porque había con quien llenar un taxi y salir, que en esa ciudad podríamos buscar algún restaurante que no hubiera cerrado la cocina, y comer pollo en brasas, y hablar de la universidad donde estudiaban informática los dos chavales, y del trabajo misterioso del tercer hombre, y de las ganas de visitar Europa que tenían los chavales, y de las pocas ganas que tenían de vivir allí donde, según ellos, no podrían casarse, porque las europeas no son buenas mujeres, y se follan a cualquiera (mashala!, pensaba yo, o como quiera que se diga “¡ojalá y fuera así!”, en árabe), y despedirme, porque los chavales se pensaban acercar a una especie de feria al final de la avenida, supongo que con ganas de ligarse algunas chicas locales, y follar con ellas, si se dejan, pero no se dejarán, para no parecer malas mujeres, y entonces subí al hotel con el tercer hombre, el silencioso, que se fue a rezar, y luego entré a dormir, y lo hice como el culo por el ruido que entró hasta la madrugada, por un matrimonio que celebraban al lado, y en la mañana temprano nos fuimos a buscar un taxi para llegar a Marrakech, y entonces, en la terminal, por fin lo entendí todo: los chóferes tenían un sueldo fijo, los coches no eran suyos, sino de alguien que tenía la pasta; para los conductores, la mejor opción era no conducir, quedarse hablando pendejadas y en la noche regresar con la familia; por eso los taxis nunca llenos, como baldes de agua con agujeros. Hacia las diez, destino Marrakech, justo cuando ya casi comenzaba a cogerle cariño, a sentirme bien, en mi nuevo estado de fardo.

*

Notas:

La tercera fila de figuritas, en el dovelaje (vaya palabra, pero la pone la guía, yo no, una guía rimbombante, pero que resuelve), reúne las virtudes y los vicios. Cada virtud es una esculturita de mujer y cada vicio un muñequito pisado: la Prudencia lleva un libro y, abajo, la Locura muerde una piedra; la Justicia sostiene su balanza, y la Injusticia, una figurita graciosa, trata de tocar uno de los platillos; la Fuerza levanta una espada, y la Cobardía es un soldado que ha tirado sus amas; la Templanza acaricia una paloma y, abajo, la Intemperancia muestra una teta, estas son las virtudes cardinales, luego vienen las teologales: la Fe contra la Idolatría; la Esperanza contra la desesperación; la Caridad contra la Avaricia; la Humildad contra el orgullo. Seis horas mirando figuritas y todavía no llego a la mitad. Necesitaré una o dos visitas más para verlo todo, contando los vitrales. Por suerte el tren a Chartres sale de Montparnasse, y no pasa el revisor pidiendo billetes.

2 comentarios:

Mª Teresa dijo...

Que maravilla tu cuerpo errante...
Ahora me gustan tanto tus fotos como tu literatura.
Gracias por compartir, aunque se que lo haces sobre todo por ti.
Besos

Armando Luigi dijo...

vale, entiendo el mensaje, que si como fotógrafo soy descaradamente amateur, como escritor bueno, no estoy muy lejos.
No mentira, sé que lo dices por bien, aunque de verdad, como dice un amigo, mis fotos "saben de fotografía bastante más que yo", o sea, una forma elegante de decirme que no sé casi nada de fotografía, lo que es verdad.
y gracias a ti, por recibir lo compartido, aunque sepas que mi intención es compartirlo todo, pero conmigo mismo.
besos