WORK IN PROGRESS

domingo, 20 de julio de 2008

sin titulo: fragmento

Otra vez Marrakech. Me vine para usar las dos noches reservadas en el hotel finolis donde pensaba recibir a la enfermera; pero no, lo usaré solo, ella me ha escrito que no tiene pasta para venir (me suena que está enrollada o por enrollarse con alguien, ha estado rara, últimamente). Pero la reservación del hotel es mañana, hoy me toca habitación cutre. Cerca de la Plaza encontré un hotelito de precios cojonudos y aparentemente no tan guarro.
--¿Tienen habitación?
El tipo sale aburrido del agujero que se usa como recepción y se acerca a otro que está acostado en el suelo, sobre una alfombrilla, en el patio interior. Se dicen no sé qué en árabe y el recepcionista regresa.
--Segundo piso.
Me da una llave y subo los quince kilos de ropa beduina que llevo en la mochila. Arriba encuentro a una rubia que lleva un cachorro en las manos. Le pregunto, en francés, si sabe dónde están las duchas, me responde el recepcionista, que ha venido detrás. Entro a la habitación, dejo la mochila, subo a ducharme.
En la noche, después de caminar la medina, subo otra vez a ducharme. Entro a la habitación. La cama, la almohada, las paredes, el suelo, el espejo, el lavamanos, el foco desnudo de la luz, el mundo todo, está sudando el calor del día. Joder, así no se puede estar. Saco una silla, sigo con Choukri, el segundo libro, frente a mi habitación. Sale la rubia del cachorro en sujetadores. Me pregunta si he visto a su cachorro. No, pero miro sus tetas. El cachorro asoma la cabeza junto a sus pies. ¡Aquí estás! Desaparecen. Vuelvo al gran Choukri.
El cachorro sale y viene donde estoy. Cancerbero sin guardián. Lo cojo, me levanto, camino unos pasos. Aquí está vuestro perro, digo junto a la puerta. Sale otra rubia, más pequeña que la anterior, y más guapa. Un poco pasada de kilos, pero está bien. Coge el cachorro riéndose. ¿Qué hacen con él? Mi amiga lo ha visto y se ha enamorado. ¿Dónde lo encontraron? En Essaouira. Está muy bien ese sitio, vengo de haber estado cinco días allí. Sí, está muy bien. ¿Y qué van a hacer con el cachorro? Lo llevamos a Ámsterdam mañana. ¿Pudieron sacar los permisos? Sí, en un día. Yo pensaba que era más difícil. El recepcionista se asoma por la terraza y grita no sé qué, de mala gana. No entiendo, ¿qué dice? Creo que dice que no puedes entrar a nuestra habitación. ¡Pero si no he entrado!; bueno, pues nada, buen viaje. Adiós.
Regreso a mi libro y a mi silla, hasta que me da sueño.
*
A medianoche me levantan unas risas. Estoy bañado en sudor, ni siquiera un ventilador en el puto cuarto. Espero que mañana no me cobren la sauna automática que se enciende toda la noche en el cuarto. Oigo la voz de un tipo en la habitación de las holandesas. Abro la ventanita para mirar. Creo que es el de la recepción. Risas. Hablan en inglés, el del marroquí es muy malo. Les propone subir a la terraza, que hace menos calor, dice. Movimientos y puertas, suben. Me mojo la cabeza en el lavamanos, enciendo la luz, me siento a leer, se me ha ido el sueño.
Risas y voces en la terraza. Al rato, ¡No me toques! Murmullos. ¡No, no quiero que me toques! Murmullos. ¡No, no quiero!… todavía. Las voces, otro rato. Silencio. Puertas. Me asomo a ver dónde están. Nada, deben andar follando. Silencio. Salgo, con la excusa de la ducha, a intentar saber qué pasa. En la habitación está una holandesa, la pequeña, acostada con la luz encendida. Subo a la ducha. No escucho nada. Me baño. Regreso. Me encierro en mi habitación, leo sentado con la luz encendida y la ventanita abierta.
El marroquí entra a la habitación holandesa. Risas. ¡No, déjame tranquila! Murmullos. ¡No, quiero dormir, déjame! Un grito de la otra holandesa desde la terraza. El marroquí sale. La holandesa pequeña cierra la puerta y apaga la luz.
Yo cierro el libro, me levanto, lo dejo sobre la mesa, me mojo la cabeza en el lavamanos, me la casco por segunda vez fantaseando con las holandesas, y apago la luz.

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