WORK IN PROGRESS

viernes, 18 de julio de 2008

sin titulo: fragmento

El urbanista de Marrakech tenía una idea fija: humillar a los europeos. El plano en laberinto, ninguna señalización, casas idénticas, nada que sirva como punto de referencia. Todo se ha pensado para que estés, siempre, perdido. Se te acerca un chaval y te pregunta a dónde vas. No te preocupes, ya me las arreglo. Te digo cómo llegar, ¿a dónde vas? Voy aquí. El chaval mira la dirección, le pregunta a un hombre sentado en la acera, te dice que te lleva. No gracias, de verdad, ya llego yo. Insiste, dice que tú solo no podrás llegar. ¿Cuánto me vas a cobrar? Lo que quieras. ¿Cuánto es eso? Diez. No, cinco. Bueno, cinco. Un cuarto de hora en el laberinto hasta que el chaval dice, es por esta calle detrás de aquella esquina. Le pides que venga contigo hasta el sitio. Te dice que tiene que irse a trabajar. Insistes. Él responde que se tiene que ir a trabajar, que su jefe lo está esperando. Le das el dinero, sabiendo que te está timando. Llegas a la esquina, cruzas y, por supuesto, no hay nada. El cabrón tampoco sabía dónde está tu dirección, la del hotel finolis. Te acercas y le preguntas a un hombre que está hundido en su negocio; ese no puede salir, no le interesará timarte. Te dice que sigas todo recto y luego gires a la derecha, y mueve la mano izquierda. Muchas gracias. Comienzas a caminar. Se te acerca otro guía espontáneo, preguntándote a dónde vas. Le dices que gracias, que ya llegarás tú solo. Te suelta que nada más quiere practicar el español. Le respondes que gracias, que ya te las arreglas. Insiste. Te detienes, y le dices que prefieres ir solo. Se aleja maldiciéndote en árabe.

El urbanista de Marrakech, Dédalo insigne, previó, hace mil años, una forma perfecta de redistribuir riquezas. Un visionario, un timo impecable para desplumar a los europeos, cómoda, casi gentilmente, sin violencia, con cariño, usando sólo su simpático laberinto, el cabrón.


*
Un reportaje para televisión al estilo de los de la cadena británica, en el que se habla de un proyecto para conocer el grado de felicidad de la gente a partir de las cantidades de no sé qué hormonas y sustancias en la sangre. En el proyecto se recogen muestras de colectivos a lo largo y ancho del mundo laboral y geográfico. Pero el proyecto se interrumpe por falta de fondos: al encontrar que los primeros resultados no les hacían demasiada gracia, los patrocinantes cortaron las subvenciones.
*
En Marrakech la voz del Profeta me susurró al oído: “Sigue tu camino, no mires a los demás"; y eso he hecho. Iluminado, he dejado de atender a las motocicletas; los carajitos que corren detrás gritando vainas; las carretas de mano; los vendedores; los burros; los mendigos; las pirámides de pezuñas de vaca; los que esparcen agua frente a los tarantines; los charquitos verdes; los ¡Amigo, amigo! ¿Barcelona? ¡Hola hola cocacola! ¡Amigo! ¿España? ¿Italia? ¡Amigo! Esputo y maldición árabe; los guías espontáneos; los conatos de peleas callejeras; los vendedores ambulantes; los que te dicen que la plaza es por allá, aunque nadie les haya preguntado; los que van en las bicicletas sonándote la campanita en el culo… que se apañen, para mí, como que no estuvieran; si me van a golpear, que me golpeen; si me van a estampar contra el suelo, que me estampen; yo a mi bola, me da lo mismo; un paso de cebra gigante cubre toda la ciudad, en mi cabeza; yo voy sordomudo, tonto del culo, autista, tirésico, como un ciego alegre paseando por un prado primaveral… desde que escuché la voz del Profeta mi vida es otra, he encontrado la paz, y así camino Marrakech por encima de la tormenta de la vida, por lo menos hasta que, mundano, un camión me aplaste el culo.

No hay comentarios: