17. EL EDEMA PULMONAR DE LAS ALTURAS
según la dejé en el piso de una posada hace tres días (noches, propiamente; y varios meses desde el texto que está detrás de las llaves) cuando estuve escupiendo esputo sanguinolento, moco líquido con sangre, por una enfermedad venida cuando niño que quiso repetir antes de anteayer: edema pulmonar de las alturas, que es una neumonía rápida aparecida no por efecto de un microbio (neumococo, creo, ¿hermano del gonococo?), sino por un desperfecto congénito que se despierta cuando estoy varios días en el páramo respirando mal, acompañado de la para mí (no soy frailejón) anormal presión atmosférica y la altura.
Es decir, que pisaba varios días el páramo, no solo, sino acompañado, no por un hombre, sino por una mujer, no durmiendo separados, sino juntos, no dándonos la espalda en la cama, sino haciendo el amor, y precisamente haciendo el amor el primer ataque del edema... con dos buches de moco casi ahogándome y yo quedándome inmóvil, y ella preguntándome qué me pasó, y yo apenas respirando, como dije, inmóvil un par de minutos, deslizándome al borde de la cama, agarrando del suelo mi pantalón, tosiendo y escupiendo el moco líquido y salado, rompiéndome la cabeza el dolor, los pulmones la falta de aire, y la paz el entendimiento de estar sintiendo lo que hace diez años, la primera vez que me enfermé. Pedirle que prenda la luz, pedirle después papel de baño, volver a escupir, mirar el moco rojizo, y suponer la llegada de una noche larga, aunque sin decírselo a ninguna de las dos, ni a la noche ni a la enfermedad, ni mucho menos a ella.
En adelante tos y escupitajos líquidos cada veinte minutos, respiración cortada, y ocuparme en probar posturas hasta encontrar que en una podía dormir sin ahogarme. Joder. Al mal tiempo buena cara. Joder otra vez. Ella, hacia las tres de la mañana, pidiéndome que la abrace y queriendo hacer el amor. Yo muriéndome, por supuesto, impotente permanente y manifiestamente, según la enfermedad, pensando en cómo respirar, tosiendo, escupiendo, apenas pensando, que el entendimiento se me quería ir, sintiendo una vez el principio de un delirio, alejándolo, porque no me gusta delirar, y porque fiebre no tenía, sólo la debilidad, la dificultad de respirar, y el dolor de cabeza.
El charco mostaza en el suelo y mi pantalón enmoquecido la mañana siguiente. Espectáculo asqueroso. Verdadero asco aquello, no se podía ver. Y espectáculo amoroso verla recogiendo y limpiando mi pantalón enmoquecido, recogiendo y limpiando el charco del suelo, y recogiendo y limpiando todo lo demás, para buscarme un desayuno, comer mirándome y sonriéndome, y ayudarme a salir a esperar los autobuses que bajan desde el páramo hasta Mérida a los moribundos junto a los otros, los que no, esos que están un poco más vivos, sólo temporalmente, y para molestia envidiosa de los moribundos. Yo moviéndome lento, débil, sin aire, y con dolor de cabeza, valiendo lo que vale un tuberculoso en estado terminal, o un tísico al final del camino, o un mártir adentro de la hoguera, que al final todos somos iguales a los ojos de Dios...
WORK IN PROGRESS
domingo, 14 de septiembre de 2008
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5 comentarios:
Los escritores románticos, como vos,siempre han ido muy unidos a la tuberculosis.Desconozco el "edema de las alturas",pero su descripción y tratamiento son asquerosamente preciosos.Igual da puntos karmicos extra,por su proximidad al cielo je,je.
Joder, suena francamente mal, Armando... Esto me recuerda que tengo que dejar de fumar, ahora con más razón, ya sabes que voy a sentar la cabeza.
Me consuela saber que un poco de amor te ayudó a pasar el mal rato de oxigenación. Como también me consuela saber que esto pasó hace tiempo, como -parece ser- casi todo lo que escribes.
Lo del escritor romántico vs tuberculosis no lo comparto con Paula, pero eso no quita que le envíe un saludo a ella y un abrazo, por supuesto, para ti.
Cuídate, rey.
no sé los escritores del diecinueve (creo que la mayoría cayeron con la sífilis, lo que en la época era un honor), pero de los compositores la tuberculosis si se cargó a unos cuantos, comenzando con el amigo Chopin que, por cierto, compartía suelo conmigo, y aunque no lo tengo enterrado al lado (aquí en Montparnasse está Baudelaire, sifilítico, además de Cortazar y Vallejo, que nombro por sudaquitas, no por sifilíticos ni tuberculosos), sí comparte cementerio con otros ilustres músicos, el que más, Jim Morrison.
En resumen, el edema me dio a los catorce y a los veinticuatro, y no he vuelto a dormir a más de cuatro mil metros porque de verdad casi la palmo. El chiste no tiene que ver con cigarrillo ni con nada, es un rollo endógeno, de nacimiento, que funciona como una neumonía, llenándote los pulmones de un moco líquido que te hace sentir como una fuente de esas que tiran el chorrito de agua por la boca; esto es divertido, lo malo es que en un par de días puede hacer que te ahogues como si estuvieras debajo del agua. Cojonudo, ya se ve.
El edema me ha jodido el paseo a Machupichu, al Kilimanjaro y al Tibet, así que me tendré que conformar con los programitas de la National Geographic.
“Sabe, si alguna vez tus labios rojos quema
invisible atmósfera abrasada,
que el alma que hablar puede con los ojos,
también puede besar con la mirada.
Gustavo Adolfo Becquer.
Aunque no sepa relatarlo tan bien y además no quiera hacerlo, tengo un master presencial en enfermedades raritas y conozco, de primera mano, esos momentos, que , realmente, te dejan sin respiración y encima, no hay hábito bueno, fumo je,je. Lamento tus no posibilidades de ascenso, en esta empresa temporal, pero como tan bien explica, el tuberculoso citado , las besaras con la mirada, aunque las fotos no sean tuyas je,je…el National Geographic no es mal traductor.
Gracias Eva ,por todas tus gentilezas, hoy he descubierto el rock, aunque fan bloguera, me cuesta seguirte para compartir manzana…le hincaré el diente.
Vaya lo siento de veras, Armando.
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