De Dali la pagoda del no me acuerdo celestial. Más de una decena de autobuses turísticos en el estacionamiento. El precio de entrada equivalente a tres días de vida en hoteles y restaurantes de nuestra categoría. Y una mierda, aquí no vamos a entrar. De todos modos nos asomamos a la puerta. Adentro, dos pagodas gemelas y un lago. Un guía levantaba una banderita y ochenta y siete burócratas retirados participaban en una carrera de obstáculos. Los obstáculos eran todos etéreos: un pequeño libro rojo de Mao, el pijama de la mujer de Mao, una colección de retratos de los generales de Mao. Un guardían nos dijo que la policía intervino hace un par de semanas para requisar a la turba: llaveros de Disneylandia, una canción de los Beatles, un ejemplar de un libro de Burroughs. Material peligroso, por todos lados. Pero dijo que encontraron, por fin, al hombre que expolió la tumba de Mao, años atrás, cuando los disturbios de la Plaza de la Paz Celestial. El tipo le había arrancado a la momia de Mao el ojo del culo. Más de quince años llevaban las autoridades buscando al ladrón, teniendo que desarrollar la investigación en secreto. Un problema de Estado, uno de los más graves heredados de un gobierno a otro. Todas las pistas y sus fuentes eran destruidas inmediatamente después de ser analizadas. Hasta la fecha, más de setecientos interrogados han sido suprimidos tras los interrogatorios; más de mil cuatrocientos cuarenta y cuatro interrogadores han sufrido el mismo destino, y más de cuarenta y seis inspectores y miembros del cuerpo de inteligencia han sido muertos e incinerados, también. En resumen, a estas alturas nadie sabía nada y el ojo del culo de Mao andaba por allí, tan campante, en el bolsillo de quién sabe donde. Entonces decidimos seguir, en taxi, hasta una pagoda que quedaba en la orilla del lago, una hora más allá pero con un precio mucho más cercano.
La Revolución Cultural no trabajó muy duro por esta zona.
WORK IN PROGRESS
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