WORK IN PROGRESS

sábado, 21 de febrero de 2009

la fama, o es venérea, o no es fama (continuación)

Personajes. Se supone que sirven para que el lector se identifique, vea contrastes, se ambiente. Se supone, sí, pero no hay que ponerse muy serios, le quitan espacio al suspenso, desvían la atención, disuelven la sensación de angustia que estimula al lector a seguir, esa que debe estar en la base de todo. Meterlos, sí, pero a la ligera.
Hace muchos años, mientras estudiaba leyes, hice pasantías en un escritorio chungo, de esos que tienen sucursales en todas partes. En la sala de pasantes coincidimos, no sé por qué, tres sujetos fuera de lugar: en vez de preocuparnos por quedar bien con los abogados pasábamos las tardes hablando pendejadas de cultura. Uno era compositor y pianista, el otro se volvió escritor (escritor en serio, quiero decir, con premios internacionales y editoriales importantes), y el tercero, ya se ve, es servidor. Pero no voy a hablar de ellos (aunque dan para mucho, cada uno por separado), sino de un comentario que salió del músico un día de otoño, o primavera, en una oficina con aire acondicionado de la selva húmeda tropical. Que las grandes obras casi siempre enfrentaban dos grandes tipos humanos extremos, contrapuestos, y que esta dinámica era lo que las enriquecía. El Quijote y Sancho, Fausto y Mefistófeles, K. y El Proceso, Gargantua y Pantagruel, Romeo y Julieta, Platero y yo. La idea me quedó en la cabeza, aunque nunca he podido usarla. Supongo que se necesita mucha madurez y olfato para no hacer una gilipollez con ella, con esa idea. La traigo, a la idea, porque señala uno de los principales agujeros de la autoficción, el narcisismo egocentrista. Pero nadie me obliga a ser narcisista en mi novelita del robo con allanamiento. Por eso he pensado usar a un amigo periodista para fabricar el contraste. Un tipo que trabaja en las páginas de cultura de un par de publicaciones grandes como freelance y pasa el rato cazando historias fáciles de vender. Es el espíritu práctico que contrasta con la falta de claridad de nuestro protagonista. Además, se supone que, al final de la novela, es a través de él que puedo resolver el misterio. El tema es cómo meterlo sin que se note forzado. Voy:
En esta parte de la novelita del robo con allanamiento nuestro protagonista está en tierra de nadie, con los lienzos robados escondidos en la estación de tren, pero sin que nadie hable del robo ni pase nada extraordinario, aparte del interrogatorio que dejé por allí, un poco más atrás, en este librito. Se supone que nuestro héroe está perdido y para aclararse llama a su amigo periodista. Escribo un par de párrafos explicando cómo lo conocí (a través de una colega en una ONG donde hice prácticas) y en qué pasa sus días el periodista. Quedan en verse. Nuestro héroe le dice que quiere usar a la prensa para fabricar una historia de ficción, denunciando un supuesto robo en el museo donde trabaja, y asegurando que el museo ha sustituido las pinturas, ha puesto otras iguales.

*

01:16 h. El amor recurrente despierta al sujeto, diciéndole que tiene que ayudarla a correrse porque, si no, se queda intranquila y no puede dormir. El sujeto se pregunta dónde está, mira alrededor, y recuerda. El sujeto le pregunta a su amor recurrente si quiere que la bese abajo, el amor recurrente dice que no, que sólo necesita acostarse sobre él. El sujeto dice claro, lo que quieras.
01:17 h. El amor recurrente se acuesta sobre el sujeto, ubica el pene en el lugar apropiado para, con sus movimientos de pelvis, conseguir la presión sobre su clítoris.
01:22 h. El sujeto, mientras su amor recurrente se mueve sobre él, le acaricia la espalda, las nalgas y le dice guarraditas en la oreja, en la línea “me encantó correrme dentro de tu culo” y cosas así.
01:27 h. El amor recurrente se va tensando cada vez más, comienza a soltar gemiditos.
01:28 h. El sujeto abraza fuerte a su amor recurrente.
01:30 h. Los gemiditos del amor recurrente son cada vez más sonoros.
01:33 h. El amor recurrente dice ay, mientras se corre.
01:35 h. El sujeto nota el fuerte olor a sexo que están dejando en la cama, y se da cuenta también de que el olor ácido de sus sobacos está allí.
01:37 h. El sujeto acaricia la cabeza de su amor recurrente.
01:44 h. Mientras el amor recurrente habla no me acuerdo de qué, el sujeto se queda dormido.

*

Juego: se extienden las cartas o las cerillas o lo que sea sobre una superficie, no importa el número ni la disposición, aunque siempre en filas descendentes. Cada contrincante retira una o varias cartas o cerillas, siempre de la misma fila y cercanas a él. Pierde quien tenga que retirar la última carta o cerilla. Y quien gana, pierde a su mujer.

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