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sábado, 28 de febrero de 2009

la fama, o es venérea, o no es fama (continuación)

La crisis le dio en Jodhpur, a mi ex, después de que visitáramos el castillo y una niña, creo que Intocable, le rasguñara el brazo por no darle limosna. Que todo era muy feo, me dijo, llorando, en el hotel, y yo le respondí que el castillo estaba de puta madre, que nunca se me hubiera ocurrido encontrar una vaina así al borde del desierto, que parecía sacado de una película de ciencia ficción, con las filigranas de piedra, que... Nada, no había manera, decía que no tenía sentido viajar tanto, haberse gastado tanta pasta en el pasaje, para llegar a unas ciudades tan feas. ¡Joder, pero si allí está la gracia!, insistía yo, en ver cómo vive esta gente en realidad. ¿Cómo viven?, en la pobreza, ya lo ves, ¿había que gastarse todo ese dinero para saberlo? Coño, pero es que no es sólo eso, el chiste es intentar ver más allá... ¿Más allá de qué, si ni siquiera te pones a hablar con ellos? Y bueno, esto era verdad, soy poco dado a hablar pendejadas con la gente, tampoco viajando; a veces sí, pero no normalmente. No sé, para mí ya las imágenes del castillo y la ciudad, con las casas azules, y después, el mausoleo de mármol, las tumbas de los reyes, el atardecer, bajando por la montaña, todo eso ya paga el viaje. Pues para mí no. Fin del argumento.

*

Todo esto soñó nuestro héroe sentado en el water hasta que, como casi siempre pasa, acabó despertando; entonces se levantó, se limpió, vio la sangre en el papel, pensó que debió operarse las hemorroides mientras tuvo seguro privado, se subió los pantalones, y regresó a su puesto de trabajo donde, apenas ponerse el audífono del radio, escuchó los gritos del vigilante de vigilantes, que le preguntaba si se podía saber qué coño hacía. Estaba… ¿defecando? ¡¿Y cómo dejas así tu puesto de trabajo?! Porque necesitaba… ¿evacuar? ¡¿Y por qué no has esperado al relevo?! Porque ya no podía aguantar las ganas de… ¿soltar la mierda?
Después intentó, un rato, luchar contra el sueño; se recostó de la pared, cerró los ojos, se sacó el auricular, se quedó dormido con la cabeza torcida. Y soñó.

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Que se deben cuidar dos cosas en mi librito: por un lado, la utilidad inmediata, la relación hedonista, continua, del lector y el texto, ese ir y venir de estímulos entre la lectura y el estado actual del lector, la atención y el placer, en un proceso la mayor parte del tiempo inconsciente; en resumen, que el lector no suelte fastidiado a mi librito, porque si no, ¡susto!, ¿qué pasará con las recomendaciones y las ventas? Y por el otro lado la utilidad recordada; que cuando acabe mi novelita el lector no crea que lo timé y se acuerde de sus amigos, y les hable del balance positivo del conjunto de las utilidades inmediatas y del
Una mano lo cogió del brazo con rabia contenida. “Acompáñame”. Puedo ir solo, no tienes por qué apretarme el brazo. Silencio. Oye, que si me llevas así voy a comenzar a gritar y a hacer un escándalo. “Tienes cinco minutos para recoger tus cosas y dejar de existir”.

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