WORK IN PROGRESS

miércoles, 17 de diciembre de 2008

el amor es un producto patrocinado por los fabricantes de condones (continuación)

Experimento: a un negro se le condena a morir en la hoguera por pretender hacer hablar a un muñeco de madera. El gobernador le señala, sarcástico, al negro, antes de la ejecución, que por qué no hace hablar ahora a su muñeco. El negro le responde que al muñeco no, pero sí a ese perro que anda por allí. El gobernador, con su sarcasmo habitual, ordena que suelten al negro para darle la oportunidad de hacer hablar al perro. El negro celebra unos ritos alrededor del animal y luego le pide al gobernador que se acerque. El gobernador se inclina junto al perro y, de una voz débil, pero clara, escucha ciertos detalles de la fecha de llegada y la tripulación de un barco que viene desde Francia. El gobernador ordena quemar al negro y se va para su casa, extrañado. Días después llega el barco y el gobernador comprueba que, efectivamente, todo lo que había dicho el perro es verdad.
Con este experimento se demuestra que no puedes huir de la muerte, aunque hagas magia. Se demuestra, también, que las gracias y los chistes a destiempo suelen traer penas, más que alegrías.

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Después de nuestra primera luna de miel comenzamos a usar el teléfono además de las cartas. La cosa fue cada vez a más, hasta el punto de que mi madre me obligó a pagar la factura de teléfono.

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Experimento: una manzana filmada va río abajo; un río turbulento, con rocas, remolinos, etc.; por eso la manzana no se detiene, sigue río abajo, siempre, mientras suena, de fondo, no el ruido del agua, sino un jazz antiguo; una música alegre que pretende congeniar con la manzana, que va río abajo, siempre. El espectador se pregunta cuántas cámaras fueron usadas para filmar la manzana o si, más bien, fueron pocas, llevadas por camarógrafos atletas, dispuestos a ir río abajo persiguiendo a la manzana, ubicándose en relevo, filmando unos segundos, cogiendo la cámara, volviendo a correr (lógicamente, para que esta opción sea válida, se necesita que la velocidad de la corriente del río sea menor a la velocidad media de desplazamiento del camarógrafo, algo improbable, por lo que muestra la manzana que va río abajo, siempre); mientras tanto la música, que tampoco parece querer detenerse, se alarga con el río, quizá manipulada electrónicamente. El espectador se pregunta cómo la manzana llegó hasta el río, porque cuando entró a la sala ya la manzana existía. La manzana sigue río abajo, siempre. El espectador quisiera saber si no lo estarán timando. La manzana parece detenerse en un remolino, pero finalmente sigue río abajo, siempre. El espectador compara el asunto de la manzana con otro que verá luego, en el que un bebé filmado duerme en una cuna durante diez minutos, sin música de fondo. La manzana sigue río abajo, siempre. El espectador se pregunta si la manzana acabará llegando a algún lado, pero nunca lo sabrá, porque se levanta, echa un ojo al público, y sale, mientras la manzana sigue río abajo, siempre.
Con este experimento se demuestra que origen y destino son, siempre, una incógnita, por más vueltas que se de al tema. Se demuestra, también, que con una idea mediocre, pocos medios, y muy buenos contactos, se puede ocupar un espacio en uno de los grandes centros mundiales del arte contemporáneo.

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