Mi amigo insiste en que tienen cara de coño de niña, las chinitas. Mi amigo está un poco enfermo. En casa están mucho mejor que en el extranjero, eso sí, las chinitas. Además, responden bien a las miradas. No sé si lo hacen por curiosidad, necesidad económica, ganas de papeles, o lascivia. Uno y cuatro, o dos y tres, supongo. No sé cómo averiguarlo, porque fuera de Hong Kong las chinitas sólo hablan chino, y en Hong Kong no es que miren demasiado. Mi amigo tiene una propuesta, como decían en la escuela, "a saber": hacer gestos obscenos, con la lengua o con las manos. Yo apuesto por los dibujitos, son más universales. Una chinita sonriente y desnuda, en el dibujito, y al lado un sudaquita de mierda, como nosotros, con el pito levantado; todos encerrados en el clásico corazón. Mostrar el dibujito, a ver qué tal, cómo reaccionan las chinitas.
Pero pasa el tiempo y no hacemos nada. Mirar y ser mirados, como niños, inocentes. El vacío en nuestros corazones y el semen acumulándose, creo que en nuestras próstatas.
Mi amigo está bastante enfermo, víctima de los instintos: casi se la casca con un partido de voleibol femenino de la televisión. A cada punto gritaba “¡Coño, qué buenas están! ¡Mira esa, mamita qué culo!”. Y los ojos y la boca, como queriendo tragárselas. Rusia contra Brasil, eso sí; con estos dos equipos, que se ponga así, es casi natural.
*
Hoy en la mañana, en Hong Kong, antes de salir a Cantón, revisé mi correo electrónico. Había enviado un mail masivo de despedida con el trozo de novela que escribí en Barcelona. Encontré más repuestas de las que esperaba. Una antigua novia me dijo que hacía bien acabando mi relación y saliendo de mi letargo: la última vez que nos vimos, en Barcelona, hace unos meses, nos fuimos a su hotel y no pude tener una erección decente; supongo que por eso usó la palabra "letargo". Un crítico literario amigo, que abre una colección de nuevos autores usando un librito mío, me escribió "qué aventura" y me pidió que no desapareciera antes de firmar el contrato editorial: le prometí no desaparecer aunque desaparezca. Un antiguo colega me pidió que pasara por la agencia de publicidad cuando regrese a Barcelona: éste se ve que no leyó el archivo adjunto, le daría pereza, lógico, a mí también. Mi ex me escribió que soy un gran tipo y cosas de estas, útiles para mantener la amistad o sentirse mejor o yo qué sé: supongo que tampoco leyó el anexo. Mi amor recurrente me comentó que poco a poco vuelve a la normalidad, aunque acordándose mucho de nosotros: yo también la extraño y se lo escribo, y así mantengo vivas esta parte de mi vida y de la novela. Por un correo colectivo, y sus secuelas, supe que presentaron una antología donde fui incluido, de una editorial grande. Otro correo colectivo, de mi hermana, reenviaba un texto que alertaba sobre el avance de la dictadura en Venezuela. Curioso, lo de mi hermana, es la única que no dice nada sobre mi despedida, supongo que pasó de leer el correo o, como ya me conoce, sabe que en un rato estaré de vuelta. Que me deje de mamonadas, dirá, ya lo he hecho antes y ya lo volveré a hacer. Que no fastidie; si siempre acabo volviendo, ¿para qué tantas despedidas? Ulises de cuarta, a eso llego. Cuando desaparezca, realmente, ya lo sabe, me iré al culo del mundo sin decir nada. Y entonces, al rato, puede que alguien, uno de los pocos amigos verdaderos, se preguntará en qué habré parado, y como no sabrá dónde averiguarlo, volverá a lo que estaba haciendo, y ya.
WORK IN PROGRESS
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Inocente,inocente!!!.Hoy es el día apropiado.Veo,que a tu hermana no se la cuelas,ni con cuentos chinos.
Un abrazo.paula.
Publicar un comentario