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sábado, 20 de diciembre de 2008

el amor es un producto patrocinado por los fabricantes de condones (continuación)

Mi amor recurrente reapareció llamándome, llorosa, una madrugada. El hombre perfecto resultó ser un poco bestia. Se cansó de ella y, en vez de darle la patada en el culo elegantemente, como corresponde, se dedicó al maltrato psicológico. La ignoraba, la rechazaba, evitaba tener sexo porque creía que podía querer salir embarazada para echarle el guante a la fortuna de su familia, así que sólo se permitía correrse en la boca de ella.
Todo esto no me lo dijo por teléfono, sino poco a poco, en la cama, una mañana después de una noche que nos encontramos en un café bohemio de la capital, donde le acaricié suave el pecho y ella me pidió que hiciéramos el amor el día siguiente. Ella estaba en la capital por los trámites de un crédito de estudios y yo iba cada semana por un postgrado de derecho internacional.
Conmigo acabó deshaciéndose del maltratador y se centró en los trámites kafkeanos del crédito de estudios. La familia con quien se quedaba en Caracas, una peña de nuevos ricos, no aportaba mucho en su recuperación.

*

Experimento: un recital poético con guitarra. Música primero y poemitas después. Denuedo de sirocos sobre ciudades cimbreantes. Lo del denuedo, vale, pero cimbreantes, ¿por qué? Ir bajando por las armas hasta llegar a las orillas, ¿o dijo hojillas? Hojillas queda mejor, creo, por lo de las armas, aunque, de todos modos, lo importante es el cantadito, el tono de voz, esa cosa medio lastimosa o trágica que supone ser tan visceral y tan profunda. Lees cualquier cosa así y ya tienes espacio en los ateneos y centros de cultura. Cuando digo cualquier cosa es cualquier cosa, hasta el periódico. Pruébalo, frente a un espejo, lee el periódico lastimoso y con cara trágica, y te sentirás poeta, de verdad. Primero escucha un par de recitales, claro, para que aprendas cómo es el rollo, para que puedas ser parte del gremio, para que te crean poeta de vanguardia, noticias de prensa con voz poética, sublime ready-made. Tienes dos opciones: pedos trágicos, mujeres víctimas de la violencia doméstica o negritos muriéndose de hambre, cosas así, éxito asegurado, poeta duro, comprometido, irónico, profundo, yo qué sé. La segunda opción, la buena, leer noticias del mundo de la cultura, por ejemplo, o de las páginas sociales, o anuncios publicitarios, que desubiquen y molesten, siempre con el tonito acentuado, ridiculizando. Al próximo recital no te dejarán entrar, no te dirán cuándo; o sentirás una pared de odio y silencio alrededor de ti. Entonces te podrás levantar, decirles que como poetas son todos unos comemierdas (incluyéndote), e irte a tu casa a cascártela mirando actrices desnudas en internet. Eso sí, siempre con la voz triste y profunda. Jamás lo olvides. Es lo único que te distingue de un tipo común, el tonito. Porque del resto, eres igual que cualquiera. El tonito.
Con este experimento se demuestra que sí, que un sonido vale más que trescientas doce palabras. No se demuestra nada más.

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