Pasamos una etapa donde, lo que más recuerdo, es la sensación de incertidumbre y provisionalidad. Nos encontrábamos casi cada semana y nos enconchábamos en un hotelito poco respetable de una zona que, de noche, se llenaba de traficantes de droga y de putas (en realidad, de noche, eso pasa en toda Caracas, creo). Seguíamos hablando y follando mucho, como siempre, y sólo salíamos para buscar comida, como siempre, pero sabíamos que todo terminaría pronto, cuando ella acabara los trámites y se fuera del país.
Alguna vez vino a mi ciudad y conoció a mi familia. Se quedó en casa unos días. Estábamos bien, pero como descentrados.
Por esa época, creo, comencé a salir con mi ex.
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Experimento: recoger las sensaciones táctiles de un polvo.
Con este experimento se demuestra que una sensación vale más que (contar) cantidad de palabras. No se demuestra nada más.
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Experimento: se estampa la boca contra el volante metálico recubierto de plástico a la velocidad de sesenta kilómetros por hora, aproximadamente. Se abre un canal desde el exterior del labio superior hasta el interior del paladar. Se desprenden astillas de dientes y muelas, y se aflojan algunas piezas dentales. Se sangra de forma abundante. Se escupen sangre y astillas de dientes y muelas. Se siente una presión extraña en la zona, pero no precisamente dolor. Se espera un rato, entre una cosa y otra. Se escupe en un envase plástico, mientras se prepara la sala de operaciones. Se abre la boca y se recibe una gasa que facilitará el trabajo del especialista, absorbiendo la sangre. Se estremece el cuerpo de dolor con la aguja que inyecta la anestesia primero en el interior del labio, luego en la encía, y finalmente en el paladar. Se acelera el pulso. Se humedecen los ojos de lágrimas mientras la herida del labio es cosida. Se escupe en un envase plástico, periódicamente. Se salta de dolor cuando una aguja con forma de anzuelo cose la herida de la encía. Se aprietan los puños cuando se recibe una nueva dosis de anestesia. Se siguen irrigando los ojos abundantemente. Se siente con precisión la entrada de la aguja con forma de anzuelo por delante y su salida por detrás de la encía, sobre los dientes. Se siente que la anestesia no sirve para nada. Se salta de dolor, de vez en cuando. Se escucha al traumatólogo decir "tranquilo, tranquilo, que ya falta poco". Se siente el hilo corriendo de un lado a otro de la encía, sobre los dientes.
Con este experimento se demuestra que una sensación vale más que doscientas ochenta y dos palabras. No se demuestra nada más.
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Mi amor recurrente se fue a Barcelona y yo me quedé con mi vida de abogado interno de una transnacional británica, novia violonchelista (mi ex), club de tenis, publicaciones literarias, maestrías de derecho internacional y literatura, clases de francés e italiano, fiestas en casas con piscina, etc.
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1 comentario:
Hablando de los sentidos,me parece curioso que,de los oficialmente conocidos,todos tengan asignados obvios orificios de entrada, menos el tacto...es pura salida,pura búsqueda,una feria de bricolaje casero,lleno de herramientas,que no todos saben emplear y pueden hacerse polvo je,je.
Prefiero contar cuentos,de esos que van de boca en boca...rumores de mar.
Un beso.paula
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