WORK IN PROGRESS

miércoles, 1 de abril de 2009

la fama, o es venerea, o no es fama (continuacion)

Me voy a trabajar cheri. Creo que me he deprimido con tanta presión, ya no quiero escuchar nada más. Yo sólo quiero estar contigo, pero no sé qué decir. Me siento perdida.

*

No sólo eres tacaño sino además pedigüeño; no te basta con el techo, también quieres comida; te sirves la mejor parte y, para colmo, dejas el plato lleno. Ser pobre, para ti, no es un problema, eso está claro; el problema, ya lo veo, es para mí.

*

Feliz cumpleaños cheri. Me he apartado porque es injusto, no quiero arrastrarte en mi confusión, no es correcto. Es mucho mejor que lo enfrente yo sola.

*

Entré a buscarla en una especie de salón, quizá un restaurante. Caminé entre las mesas, angustiado, hasta que por fin la encontré, sentada con un hombre, supongo que su marido. Me vio, pero continuó hablando con su gestualidad aristocrática como si no me reconociera.
Estábamos en lo que debía de ser la habitación de un hotel. Creo que era el mismo de la película de Resnais, En el laberinto de Marienbad.
¿Qué vamos a hacer?, le pregunté. Ella caminó de una habitación a otra simulando no oírme, como si yo no existiera. Salió desnuda, cubriéndose con una toalla.
¿Quieres venir conmigo al cuarto? Se alejó riéndose con un desprecio que no le conocía, que no pensé que tuviera, o sí, pero no conmigo. Pasaba de una habitación a otra, frente a mí, a un lado, detrás, no acababa de verla pasar cuando ya salía de una habitación para entrar en otra. Por fin se giró y me dijo "Viens ici, cheri". Me acerqué y, cuando llegué, ya no estaba, como si en vez de carne hubiera estado hecha de aire.

*

Desapareció, absolutamente, la aristócrata egipcia. No respondió más llamadas, ni mensajes, ni correos. Me bloqueó del chat. Todo después del mensaje de feliz año, el que está arriba, sin más explicación. Joder. Easy come, easy go. Mierda. Nada, mientras se suaviza el arrugamiento de tripas, y porque en este librito juego a hacerme el insensible, me toca regresar a la historieta del robo con allanamiento, a la literatura de evasión. Qué vaina con la egipcia, duele. Pero la novelita, ¿en qué iba?
Creo que con el personaje más o menos recuperado, en la madrugada, después de la noche de aguacero y la intoxicación con marihuana alucinógena. La egipcia, agujero. Si fuera fiel a la idea original del libro este capítulo tendría que dedicárselo a Europa, y hacer que nuestro héroe se mueva de un sitio a otro; no sé, a Rusia a través de Polonia, o pasar Suiza, llegar a Italia, y de allí a Turquía después de Grecia, pero no, estaría cerca de Egipto, no me conviene, se me acaban otra vez las páginas, como me pasó con China y la India. Entonces creo que sólo tengo tiempo para darle una vuelta a Berlín que, como ciudad, viene perfecta, aprovechando la tradición de la novela de espionaje y esas cosas. Las tripas, pero ya, suprimir, no pensar, novelita.
Hace un tiempo leí, por si alguna vez me hacía falta, a ese escritor sueco que ha tenido tanto éxito con sus novelitas negras. Recuerdo que el tipo usaba siempre una fórmula resultona, algo así como: 1- hombre común aunque talentoso 2- de oficio policía, a punto de pedir el retiro 3- divorciado y solitario 4- se enfrenta a un caso de homicidio complicado 5- vinculado a gente muy poderosa y mala 6- pero contra viento y marea el policía persiste en el caso 7-teniendo que enfrentar sus problemas familiares, los mismos que podría tener el lector medio 8- cuando parece claro que ha sido vencido por los poderosos muy malos 9- por su perseverancia y arriesgando su vida acaba dándoles su merecido. El estilo era, por supuesto, cinematográfico (como una película narrada), añadiendo de vez en cuando reflexiones light sobre los males de nuestros tiempos, perfumadas de un tufillo sutilmente moralizante y esperanzador, aunque el tono de sus novelas fuera, en general, más bien serio y tristón.
A mi librito le vendría bien todo esto pero en Berlín, ciudad rara, partida en dos, que todavía huele a Guerra fría. O quizá ya no, sólo olía, tengo varios años sin ir. Y éste es, justamente, el problema: inventar una historia para nuestro héroe, al estilo de los libritos de Le Carré, de memoria, sin estar en el sitio, es complicado. Porque de Berlín sólo recuerdo bien un barrio bohemio, una especie de Soho pre fashion style, cerca de la plaza Rosa Luxemburgo, en lo que fue la zona oriental de la ciudad. Entré a un bar de tarde, las mesas en el patio común de unos edificios alguna vez residenciales, ahora aspirantes a demolición. En ese espacio abierto mesas viejas, de madera, recogidas de la calle, seguramente. Buena música, creo que Pink Floyd añejo, Time, si no me acuerdo mal, y grupos de jóvenes, rollo cultura alternativa, hablando y riéndose. También había ratas. Ratas negras, grandes, de cañería, que llegaban hasta las bolsas de basura puestas junto a la puerta por la que se entraba al bar desde este patio. Algunas chicas señalaban las ratas riéndose asqueadas, levantaban los pies para apoyarlos en el borde de las sillas, mientras las ratas iban y venían, despreocupadas, como si no fuera con ellas. Nunca había visto nada parecido, ni siquiera en África. Nunca imaginé, en Europa, y mucho menos en Alemania, que podría beber cerveza pendiente de que una rata no me muerda los pies. Quizá este continente, que cada vez parece más un geriátrico/museo gigante, pueda salvarse ¡Cojonudo! Pero claro, ¿qué tiene que ver todo esto con la novelita del robo con allanamiento? Nada, por supuesto. Con esa novelita no tiene que ver nada. Frases perdidas, lectura malgastada, riesgo de agotar al lector y sus amigos y, ¡adiós mis queridos millones!

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